¿Alguna vez se ha referido a una persona como guerrillera o paramilitar solamente porque vive en una región determinada? Durante los más de cincuenta años que ha durado el conflicto en Colombia, ha sido común señalar a pueblos completos de pertenecer o colaborar con los grupos armados. Rutas del Conflicto y Colombiacheck recorrieron varias zonas del país, hablaron con expertos sobre el tema, y concluyeron que estas afirmaciones no solo son FALSAS, sino peligrosas, ya que han sido usadas por los victimarios para justificar sus actos.
Recorra este especial para entender las lógicas de la estigmatización que han sufrido regiones enteras, la violencia que han vivido en nombre de los falsos señalamiento y el riesgo de que se mantengan estos imaginarios en medio de la desmovilización de las Farc.
En Colombia poblaciones enteras han sido tildadas de guerrilleras, paramilitares, o incluso de colaboradoras del Ejército, por lo que se convirtieron en objetivo militar de los grupos armados. Masacres, asesinatos selectivos, y otras formas de violencia se cometieron basándose en estos señalamientos.
Un elemento que refleja la violencia ejercida sobre las poblaciones estigmatizadas fueron las recurrentes masacres que aterrorizaron a regiones enteras y produjeron desplazamientos masivos de víctimas que huían de las amenazas. Muchos de estos crímenes fueron justificados por los grupos armados, que señalaban a los habitantes de determinados municipios como auxiliadores de sus enemigos.
Por ejemplo, durante la expansión paramilitar de mediados de la década de los noventa, pueblos enteros en varias zonas del país fueron arrasados bajo la excusa de que sus habitantes eran colaboradores de la guerrilla. En muchas de estas regiones, con un permanente abandono del Estado, los grupos subversivos habían tenido una larga presencia que los había llevado a ejercer el control de las actividades sociales y económicas, incluidas el narcotráfico.
Así, cuando los paramilitares llegaron a estos municipios masacrando a la población, usaron el estigma para justificarse, aunque en realidad querían convertirse en el actor armado dominante en la zona y que sus habitantes aceptaran ese hecho a cualquier costo.
“En el caso de zonas dominadas por la guerrilla se buscaba que el sobreviviente entendiera el mensaje que estaba dando el actor armado con el hecho de decir: este es el costo que usted puede pagar sino cambia su lealtad”, explica Andrés Suárez, sociólogo de la Universidad Nacional, autor de varias investigaciones académicas relacionadas con las masacres en el conflicto en Colombia.
El informe Basta Ya, del Centro Nacional de Memoria Histórica, CNMH, aborda las formas y las consecuencias de la estigmatización. “Comunidades como las de Remedios, Segovia, El Salado, El Tigre, San Carlos, y la Comuna 13, por ejemplo, fueron señaladas por los victimarios como comunidades de guerrilleros o de paramilitares. Por mucho tiempo, el riesgo y el rechazo que produjo esta estigmatización les impidió circular libremente por el territorio, emplearse cuando se desplazaron, matricular a sus hijos e hijas en los centros educativos e, incluso, asentarse en nuevos barrios o municipios”.
La estigmatización también tuvo repercusiones individuales que incluso obligaron a las personas a huir de los sitios donde vivían por temor a morir tras ser tildados de pertenecer a un bando u otro. “Para no ser acusadas como causantes de la violencia que ocurría en sus regiones, muchas personas optaron por ocultar o prescindir de sus documentos de identidad, silenciar su pasado, mentir acerca de sí mismos e incluso negar sus creencias y preferencias políticas para evitar ser asociados con un partido o movimiento estigmatizado. Estas situaciones no solo causan angustia, zozobra y ansiedad, sino que además afectan negativamente las identidades individuales y colectivas”, concluye el Basta Ya.
Según María Emma Wills, asesora del CNMH, lo que ha mostrado la academia es que el lenguaje cotidiano está plagado de estereotipos que recibimos de generación en generación. Estos prejuicios no solo están ligados al género o la pertenencia étnica, sino que también pueden estar relacionados con el hecho de vivir en una región u otra.
“Los estereotipos se construyen, no son la realidad, son formas que tenemos de captar la realidad, estamos plagados de estereotipos y estos tienen una historia, muchas de las cuales tienen que ver con la construcción del Estado-Nación”, resalta.
El Centro de Memoria publicó el documento Guía para maestros y maestras. El Salado, Montes de María, tierra de luchas y contrastes en la que se explica que el problema de los estereotipos es que “atribuimos características a las personas sin siquiera conocerlas y que, en muchos casos, estas características vienen cargadas de valoraciones negativas: tratan con desprecio a las personas en los campos estético, económico, moral, cultural, de producción de conocimiento o en las esferas sociales o políticas, lastimándolas e infringiendo sus derechos a un trato no discriminatorio”.
La investigadora Wills explica que los grupos armados toman esos estereotipos, los magnifican para estigmatizar y direccionar la violencia hacia grupos específicos de la sociedad.
En este caso, los grupos son los habitantes de regiones completas, que son señalados como pertenecientes a uno u otro actor del conflicto, según explica la periodista Ivonne Rodríguez del portal VerdadAbierta.com. “Mucha gente habla sin saber y las generalizaciones son peligrosas. En el Magdalena Medio por ejemplo, ese estigma justificó decenas de masacres en pueblos como Cimitarra y Barrancabermeja”, explicó la periodista.
Inclusive, muchas de estas zonas, señaladas en su totalidad como auxiliadoras de la guerrilla, tienen sus propios estigmas locales. Por ejemplo, en el municipio de Rioblanco, en el sur del Tolima, una región que ha sido considerada un fortín de las Farc, existen poblaciones enteras que han sido tildadas de paramilitares.
Durante casi dos décadas, los habitantes del corregimiento de Puerto Saldaña fueron estigmatizados como colaboradores del Bloque Tolima de las Auc. Este estigma justificó incluso la sangrienta toma guerrillera de las Farc en abril del año 2000 que dejó un número indeterminado de habitantes asesinados y el pueblo casi totalmente destruido.
La cara opuesta la vivieron los habitantes del vecino corregimiento de Herrera, que eran señalados como guerrilleros. Entre 1999 y el 2005, los años más duros de la guerra, los pobladores de los dos caseríos evitaban al máximo cruzar las fronteras invisibles trazadas por el estigma.
Ante la larga lista de asesinatos de líderes sociales, varias organizaciones han expresado su preocupación por la llegada de actores armados a zonas en las que hacía presencia las Farc, especialmente en los lugares en los que se encuentran ubicadas las llamadas zonas de concentración.
En Vista Hermosa, Meta, por ejemplo, varios pobladores le dijeron a Rutas del Conflicto, que existe un temor por la presencia de paramilitares en el pueblo y la violencia que se puede disparar una vez se vaya todo el esquema que acompaña la zona veredal ubicada en el corregimiento de La Cooperativa.
Este pueblo del Meta sufrió el estigma de ser colaborador de las Farc, especialmente en 2002, después del fin de la zona de distención de El Caguán, durante el gobierno de Andrés Pastrana.
Maribel Ceballos, una habitante de Vista Hermosa, cuenta que en ese momento llegaron los paramilitares acusando a mucha gente en el pueblo de ser auxiliador de las Farc. “Mi esposo, Pedro Octavio Franco, era funcionario de la alcaldía de Vista Hermosa. Apenas se terminó el proceso de paz, recibió una amenaza telefónica. En ese momento, cuando se acabó la zona de distensión, todos los funcionarios públicos de estos municipios se convirtieron en objetivo militar. El 7 de mayo de 2002 salió en comisión de trabajo a Bogotá y jamás volvió”, cuenta Ceballos.
No fue el único municipio estigmatizado luego del fin de la zona de distención. Varios pueblos en Meta y Caquetá vivieron un recrudecimiento de la violencia, justificada por el supuesto apoyo de los habitantes a las Farc.
El caso de El Caguán no es particular en la historia de las concentraciones de grupos armados en conversaciones con el gobierno. En 1991 y 1994, el entonces presidente Cesar Gaviria creó zonas de concentración en el municipio de Ovejas Sucre, para dialogar con guerrilleros del Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT y la Corriente de Renovación Socialista, CRS, respectivamente.
Inmediatamente después de que terminó la negociación en 1994, las Farc llegaron a la zona asesinando a líderes sociales, especialmente desmovilizados del CRS. Dos años después llegaron los ‘paras’ señalando a los habitantes de haber colaborado con las guerrillas.
“Después de que el Prt y la Crs se fueron, la incertidumbre fue peor porque no sabíamos qué iba a pasar con nosotros. Hasta el mismo Estado nos estigmatizó y todos los grupos creyeron que en cada casa había 4 o 5 guerrilleros”, le dijo una habitante de Ovejas al portal VerdadAbierta.com en 2016.
Es evidente que el mito alrededor del señalar a poblaciones enteras de pertenecer o auxiliar a grupos armados, no solo es falso sino peligroso. Más aun, en momentos en los que continúan los asesinatos de líderes sociales, existe un reacomodo de fuerzas de grupos ilegales y existen decenas de poblaciones que pueden quedar expuestas después de que termine la vigencia de las zonas de concentración de la guerrilla.
Icononzo está ubicado a 123 kilómetros al suroccidente de Bogotá. Es un municipio del Tolima que, como muchos pueblos, no se escapó de la guerra y sus pobladores han padecido el estigma de ser señalados como guerrilleros. Por la connotación histórica, zonas aledañas al Sumapaz, como Icononzo, eran consideradas guerreristas y comunistas.
Desde finales de los años cuarenta el Partido Comunista, bajo el liderazgo del guerrillero Juan de la Cruz Varela, se alzó en armas en esa zona del país para combatir al gobierno del expresidente Mariano Ospina Pérez por la reivindicación al derecho a la tierra. Varela argumentaba que el campesino tenía derecho a su propio terreno y no a trabajar en tierras ajenas latifundistas. En ese momento nacieron las primeras llamadas autodefensas campesinas de Icononzo y de Villarrica.
El paso por el Sumapaz era esencial para la expansión de esta guerrilla, la primera comunista que ha existido en Colombia, ya que conectaba los departamentos de Cundinamarca, Huila y Meta. A lo largo de toda esta zona los enfrentamientos con los militares fueron aumentando al punto que más de 2.000 campesinos de Icononzo y Villarrica tuvieron que desplazarse a otras zonas del país.
En 1953 Juan de la Cruz Varela se acogió a la amnistía otorgada por el dictador Gustavo Rojas Pinilla. Sin embargo, Icononzo y Villarrica se declararon como zonas de operación militar por su fuerte influencia comunista y los combates siguieron hasta 1957 cuando Varela decidió sentarse a negociar con el Gobierno y se retiró totalmente de los enfrentamientos. Luego del fin de la dictadura de Rojas Pinilla el gobierno del presidente Alberto Lleras Camargo ofreció una segunda amnistía a los guerrilleros de esa zona y otros lugares del país.
Cuando Marulanda Vélez alias ‘Tirofijo’ y otros guerrilleros fundaron las Farc heredaron las bases ideológicas y formas de lucha de las pasadas guerrillas comunistas. En principio se formaron como una fuerza regional defensiva denominada ‘Movil’, pero después de la Operación Marquetalia, un ataque por aire y tierra a cerca de 40 guerrilleros, en 1966 se crearon las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Farc. Varios jefes guerrilleros nacieron en Icononzo, como Jorge Briceño, alias ‘el Mono Jojoy’.
Desde la época de La Violencia, Icononzo ha sido estigmatizado por ser un pueblo guerrillero. Muchas veces sus habitantes no podían decir que eran de allí porque eran rechazados o ponían en riesgo sus vidas.
Pero a pesar de lo que dice el estigma, Icononzo ha sido víctima de la violencia guerrillera. En 1980 guerrilleros del M-19 se tomaron la población, atacaron el Comando de Policía y robaron algunos bancos. Diecinueve años después, en 1999, siete policías fueron asesinados por guerrilleros del frente XXV del Bloque Central de las Farc.
Varios habitantes del municipio señalan que fueron víctimas de las Farc que desde hace más de cuarenta años hicieron presencia en ese municipio. “Desde la guerra bipartidista, Icononzo ha sido zona roja, siempre nos han tildado como guerrilleros. Aquí siempre ha estado presente las Farc, hasta hace dos años lo tenían todo controlado y no entraba ningún extraño sin el permiso de ellos”, afirmó Pedro Guzmán, un habitante de Icononzo.
El estigma de ser guerrillero terminó justificando la violencia paramilitar de finales de los años 90. Los habitantes de Icononzo también recibieron amenazas y decenas personas fueron asesinadas por parte de paramilitares del Bloque Tolima de las Auc que los tildaban de guerrilleros o supuestos colaboradores de las Farc (ver masacre abril 2000). El Bloque Tolima se formó en 1999 cuando llegaron a este departamento estructuras de autodefensa de Puerto Boyacá y los hermanos Castaño, quienes entrenaron bandas paramilitares de la zona, les dieron armas y le designaron como jefe a Diego José Martínez Goyeneche alias ‘Daniel’.
La presencia de las Farc disminuyó después de la firma de los acuerdos de paz. Este grupo guerrillero decidió ubicar una Zona Veredal Transitoria de Normalización (ZVTN) en Icononzo, específicamente en la vereda La Fila. Actualmente los habitantes se encuentran tranquilos porque desde hace un poco más de tres años no se presenta ningún acto violento, aunque temen que después de que la ZVTN terminé y organizaciones como la ONU abandonen el lugar, puedan repetirse casos de estigmatización.