En Colombia, la desaparición forzada empezó a ser considerada como un delito independiente a partir del año 2000. Antes, cuando una persona desaparecía, su caso era considerado como un secuestro o un homicidio. A partir de ese año, el Estado colombiano empezó tomar acciones para la búsqueda de estas personas, pero han sido insuficientes para contener la magnitud de este hecho.
Y quizá sea por la misma dimensión del problema que en Vista Hermosa trabajan tantas instituciones gubernamentales y no gubernamentales en temas de desaparición forzada. El problema es que cada una tiene sus propios objetivos y esto puede generar desde conflictos de intereses hasta demora en los procesos de búsqueda e identificación de personas desaparecidas. Además, entre las instituciones del Estado existen problemas de comunicación y de falta de voluntad para trabajar de manera efectiva en el problema de la desaparición, según Adriana Pestana, coordinadora del área psicosocial del Colectivo Sociojurídico Orlando Fals Borda. (Ingrese aquí para conocer más sobre el trabajo de las instituciones).
Como una solución frente a la dificultad del Estado para abordar este fenómeno de manera eficaz, el Acuerdo de Paz con las Farc creó la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas como la entidad estatal unificadora para la búsqueda, identificación y entrega digna de restos de estas personas.
Sin embargo, esta ha tenido que enfrentar inconvenientes desde sus inicios. Por ejemplo, aunque en julio de 2018 se vencía el plazo para que el Ministerio de Hacienda y la Presidencia, aprobaran los recursos y la estructura para la entrada en funcionamiento de la Unidad; el presupuesto solo fue aprobado a finales de agosto.
Mujeres que luchan y no olvidan
La Red de Mujeres Desplazadas de Vista Hermosa fue creada en el 2007.
En Vista Hermosa existe la Red de Mujeres Desplazadas, un nodo municipal de la red departamental de mujeres que trabaja en temas de derechos de las mujeres, prevención y denuncia de violencias de género y en la implementación de la Política Pública de Equidad de Género para Mujeres del departamento. A pesar de que su nombre hace referencia al desplazamiento, la red está integrada por mujeres que además de haber sido desplazadas, también han sido víctimas de violencia sexual o tienen familiares desaparecidos.
Este especial cuenta las memorias que mujeres de la red como Martha, Luz Mila, Luvidia, Gloria*, Ordulia y Hermencia tienen sobre la desaparición de sus seres queridos. Cada una de ellas recoge experiencias particulares que influyen en sus formas de luchar y de recordar, pero, a la vez, comparten cosas en común por la forma en que las instituciones estatales las han tratado a ellas y a sus casos. A pesar de sus heridas, tanto físicas como emocionales, no están dispuestas a renunciar a su derecho a la verdad.
Ordulia sostiene documentos de la desaparición de su hijo Rigoberto.
Durante años ellas han luchado no solo por encontrar a los suyos, sino también por el reconocimiento de sus desaparecidos como tales. A Ordulia Rodríguez, por ejemplo, la Fiscalía le cerró el caso de su hijo un año después de su desaparición y, hoy, el caso sigue oficialmente sin existir. Otro problema es que no siempre tienen el dinero para viajar de un lado a otro o muchas veces se quedan sin saber qué hacer porque no entienden qué pasa con sus procesos debido al lenguaje técnico que utilizan las instituciones estatales.
Otras veces, los casos no los cierran las instituciones, sino la misma familia. Es el caso de Gloria, a quien su hermana le tiene prohibido hablar o buscar sobre la desaparición de su padre y su hermano. Aunque a ella le gustaría hablar, prefiere evitar problemas así que el caso está congelado. Esto muestra que, en Colombia, no todas las familias denuncian la desaparición de sus parientes.
Luvidia Rey tenía 4 años cuando su madre desapareció
Las formas de recordar a sus seres queridos también cambian pues no siempre tienen fotografías u objetos de sus familiares. En algunos casos, como el de las hermanas Luz Mila y Luvidia Rey, la desaparición de su madre ocurrió hace tantos años que en esa época no tenían cámara para tomar fotos y las cosas que guardaron se fueron desgastando con el tiempo. Lo único que conservan de su madre es su recuerdo.
En la mayoría de los casos, sus seres queridos eran civiles, pero la historia de Martha Garzón es la excepción. Su sobrino tenía 23 años y era militar en el momento en que desapareció. Además, durante cinco años fue reconocido por el Ejército como desertor y ahora lo consideran ‘presunto desaparecido’.
A pesar de que todas comparten cierta desconfianza hacia las instituciones estatales y cierta resignación frente a sus casos, también coinciden en que, sin importar las dificultades, su búsqueda continúa. No están dispuestas a conformarse con respuestas insuficientes ni silencios prolongados. Su lucha no para hasta saber la verdad.
*Nombre cambiado por petición de la entrevistada.
Investigación realizada bajo el proyecto "CdR/lab Periodismo para narrar la Memoria" de Consejo de Redacción, con el apoyo de la AGEH.