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Chequeo Múltiple

Sábado, 07 Noviembre 2020

Más mentiras de los ‘Médicos por la Verdad’

Por Gloria Correa y Laura Castaño Giraldo

La ‘doctora’ María José Martínez del reconocido grupo de médicos negacionistas de la pandemia difundió, de nuevo, falsedades que ponen en peligro la salud individual y la salud pública frente al COVID-19.

Los autodenominados ‘Médicos por la Verdad’ son un grupo de ‘médicos’ que se presentó el pasado 25 de julio en el Palacio de Prensa de Madrid, España, como una plataforma con más de 140 integrantes que consideran que “muchas de las medidas implementadas [contra el COVID-19] no han sido las más adecuadas”.

Por lo anterior, estos supuestos ‘profesionales de la salud’ son cuestionados constantemente, ya que con sus publicaciones y videos viralizados negacionistas de la pandemia, y promotores de ideas antimascarillas, así como antivacunas, han desencadenado, en los últimos meses, múltiples desinformaciones. 

Con el propósito de combatirlas, organizaciones de fact-checking en España y Latinoamérica, tales como Animal Político, AFP Factual, Maldita, Chequeado y Colombiacheck, así como medios de comunicación, hemos desmentido sus discursos en diversas ocasiones, ya que las afirmaciones con las que los construyen pueden llevar a asumir comportamientos en contra de la salud individual y hasta de la salud pública. 

En julio del presente año, se empezó a difundir, a través de Facebook, principalmente, otro video que, hasta la fecha de publicación de este chequeo, sigue colándose con frecuencia en publicaciones desinformativas.  Este había sido subido en Youtube pero fue removido de esta plataforma porque infringía “las condiciones del servicio". 

En él se presenta la ‘doctora’ Maria José Martínez Albarracín, quien se identifica como Licenciada en Medicina de la Universidad de Murcia, además de catedrática de Procesos Diagnósticos Clínicos y profesora de Bioquímica, Inmunología y Técnicas Instrumentales de Laboratorio Clínico para formación profesional del grado superior de Diagnóstico de Laboratorio Clínico (sin aclarar en qué Institución exactamente), así como también refiere formación de posgrado en diversas terapias alternativas. 

Pero hasta eso hay que ponerlo en duda. En una de sus verificaciones, AFP factual indagó por los títulos de la ‘doctora’ y encontró que no aparece en la lista de médicos colegiados en España. Además, hizo una solicitud a la Universidad de Murcia con el fin de corroborar si Martínez tiene título en Medicina o si ha ejercido su profesión, pero, hasta la fecha de publicación de dicha verificación, no obtuvo respuesta de la institución. 

El nombre de la ‘doctora’ también aparece en internet asociado a una clínica de homeopatía en Murcia. Sin embargo, cuando nuestros colegas de AFP Factual llamaron al número telefónico para socavar más información, el mensaje que apareció indicaba que ese número no existía. 

A partir de esos antecedentes dudosos, decidimos hacer la verificación del contenido del video. Y para ello, teniendo en cuenta la longitud del mismo (34:13 min), en Colombiacheck realizamos la respectiva transcripción, fragmentamos y clasificamos por temáticas las afirmaciones de la ‘doctora’ Martínez, y finalmente las revisamos por medio de un chequeo múltiple. 
 

1. Aislamiento del virus

“¿Aislarse correctamente? No se ha aislado. Se consideró el primer aislamiento, voy a consultar las notas que tengo aquí. El primer aislamiento salió publicado en la revista científica New England Journal of Medicine en enero de 2020 sobre un grupo de neumonías, unos pacientes con neumonía de causa desconocida en China en diciembre de 2019 y lo que se hizo fue tomar células epiteliales de un aspirador bronquial y, a partir de aquí, se hizo un análisis, unas secuencias, del material que les digo de contenido. 

Pero claro, esto no es un verdadero aislamiento porque no se purificó ese aislado para separarlo de otros productos celulares como son vesículas de tipo exosoma, que se producen también cuando hay células dañadas y que son indistinguibles de los virus de ARN. Por lo tanto, en ese mismo artículo, se ve claramente cómo se hizo el procedimiento y no se llegó a aislar y a purificar, solamente a secuenciar” 

FALSO

En estas afirmaciones, Martínez se basa en un supuesto artículo de la revista New England Journal of Medicine (NEJM, por sus siglas en inglés), cuya referencia se desconoce con exactitud ya que la ‘doctora’ no menciona el título ni ningún otro tipo de dato bibliográfico en el vídeo, lo cual nos llevó a revisar los contenidos de dicho medio a comienzos de la pandemia.

Allí encontramos que en ese mes publicaron un artículo titulado A Novel Coronavirus from Patients with Pneumonia in China, 2019 (que en español significa Un Nuevo Coronavirus de Pacientes con Neumonía en China, 2019), el cual informaba los casos de neumonía en China, de diciembre de 2019, causados por el betacoronavirus previamente desconocido.

Hasta ahí, lo dicho por Martínez respecto a la existencia de ese estudio en la NEJM es cierto. Sin embargo, la ‘doctora’ cayó en falsedades al afirmar que en él no se realizó un verdadero aislamiento del virus ni una secuenciación completa. Lo cierto es que en dicho documento se explica con claridad el riguroso proceso que se llevó a cabo para estas acciones. 

Por otro lado, confirmamos que los investigadores sí tomaron las muestras bronquiales de los pacientes infectados, pero no se quedaron solo con eso, como pretende hacer creer la ‘doctora’. Ellos, además, realizaron la secuenciación del virus para poder afirmar que se trataba de uno nuevo.

La publicación de la NEJM se convirtió en uno de los primeros artículos científicos al respecto, aunque posteriormente han ido apareciendo otros más en los que se reporta el aislamiento y la secuenciación genética completa del SARS-CoV-2 a lo largo de la pandemia, los cuales se pueden consultar en portales de publicaciones científicas, como LitCovid y Pubmed, por medio de una búsqueda sobre genoma del nuevo coronavirus.

Adicionalmente, el 7 de enero de 2020, investigadores chinos compartieron la secuencia genética completa del 2019-nCoV [nuevo coronavirus o SARS-CoV-2], a través de la base de datos GenBank de los Institutos Nacionales de Salud y de la Iniciativa Global para Compartir Todos los Datos Sobre Influenza (o, en inglés, Global Initiative on Sharing All Influenza Data, GISAID), que ya incluye más de 113.000 secuencias genómicas virales del HCoV-19 [coronavirus humano o SARS-CoV-2]. 

También en otra base de datos conocida como Nextstrain se recopila y analiza la información de secuenciación genética de SARS-CoV-2 en el mundo, aportada por diferentes grupos de investigación, y cuenta con aproximadamente 4808 genomas muestreados entre diciembre de 2019 y septiembre de 2020. 

A partir de la información recopilada hasta ahora, en Colombiacheck calificamos las afirmaciones de Martínez respecto al aislamiento y la secuenciación del SARS-CoV-2 como falsas, ya que los estudios muestran que tanto el primer procedimiento como el segundo sí se han realizado de forma completa. 

2. Fiabilidad de las pruebas

"Pero claro, ¿cuál es el problema? Es que esta PCR solo analiza 200 letras génicas. Mientras, como hemos dicho, el virus tiene veintinueve mil novecientas y pico. Es decir casi treinta mil. Entonces 200 a 30 mil, eso sería un fragmento súper pequeñito. 

Pero, por otra parte, nos dicen que el SARS-CoV-2 es un virus que comparte el 80 por ciento de su genoma con el SARS-CoV-1. Y por otra parte también existen otros muchísimos coronavirus, entonces ¿qué es lo que realmente se está analizando para estar seguros de que sería o que coincidiría incluso con la secuencia génica que se dice que es el SARS-CoV-2 que, como ya he dicho antes, no se ha aislado, no se ha purificado? Simplemente se confía en que la secuenciación que se hizo a partir de unos exudados es un nuevo virus. Pero, aunque aceptemos que eso sea así, porque tampoco lo podemos descartar… aunque aceptemos que es efectivamente un nuevo virus, ese nuevo virus tiene 30 mil nucleótidos, 30 mil letras génicas, y nosotros analizamos 200. 

Y si es casi igual que el SARS-CoV-1, pues entonces cuando nosotros estamos haciendo la PCR, ¿qué estamos analizando? Podría ser que fuera el SARS-CoV-1 y no el SARS-CoV-2, o que fuera otro coronavirus". 

______

"Aparte de eso, la PCR es una prueba súper súper delicada porque consiste en que de un fragmento muy pequeñito se amplifica millones de veces, con lo cual, cualquier fragmento de ARN que pueda haber en una muestra celular o en la sangre, se amplificaría. De aquí que pueda haber muchos falsos positivos. Y de aquí que se hayan dado casos como que ha dado positivo sangre de cabra o incluso, como vimos, la papaya".

______

"Por lo tanto, ¿qué porcentaje de fallo puede tener este test? Pues entre un 50-47% y un 80%. 

Por lo tanto, ¿qué podemos concluir? Que de todos los casos que nos están diciendo que son positivos por PCR, al menos la mitad son falsos positivos. 

Por lo tanto, no hay una epidemia tan grande". 

FALSO

Cuando la ‘doctora’ Martínez se refiere a la fiabilidad de la Prueba de Reacción en Cadena de la Polimerasa (PCR, por sus siglas en inglés) mezcla varios conceptos erróneos, lo cuales han sido desmentidos por los colegas de Maldita, en España, y Animal Político, en México. 

Martínez señala que el virus tiene aproximadamente 30.000 letras génicas y que en la PCR se analizan solo 200. Lo primero es cierto, pero lo segundo, a pesar de que el dato se acerca, no es exacto. Y ambas ideas juntas, más el resto de afirmaciones sobre la PCR, distorsionan lo que se sabe y se ha demostrado, hasta el momento, respecto a la fiabilidad de la prueba, como verificaremos a continuación. 

Se ha descrito que el genoma del SARS-CoV-2 está formado por una única cadena de ARN monocatenario (un hilo de ARN) de aproximadamente 30.000 nucleótidos, que es justo el dato en el que acierta Martínez y que se puede verificar en la National Library of Medicine, donde se recopila información respecto al genoma del nuevo coronavirus.

Ahora cabe aclarar, como lo hicimos en estos chequeos (1, 2) y como han dicho los portales Salud con lupaChequeado, que la PCR es una técnica molecular para el diagnóstico del SARS-CoV-2, que se basa en el análisis y detección del material genético o ARN de dicho virus, específicamente, y no de otros. 

En la técnica de la prueba, debido a que el SARS-CoV-2 tiene una sola cadena de ARN y las PCR se hacen con copias de ADN, inicialmente se busca convertir el ARN del virus, extraído y purificado de la muestra a analizar, en ADN, por medio de una enzima llamada Transcriptasa Reversa (de ahí el nombre exacto de la prueba: Reverse Transcription Polymerase Chain Reaction, RT-PCR, por sus siglas en inglés).

Posteriormente, se amplifican y se generan copias de ese ADN, que luego son detectadas según un umbral determinado de fluorescencia.  

Todo esto se hace en un aparato conocido como termociclador, que hace ciclos de cambios de temperatura con ayuda de unos componentes llamados cebadores, los cuales funcionan como moldes de ADN que encajarán en fragmentos de ese material genético del virus y que han sido diseñados específicamente para detectar genes del SARS-CoV 2.  

Ellos marcan el comienzo y el final del fragmento a amplificar. Y luego, gracias a otra enzima, conocida como polimerasa, y a unos nucleótidos (materia prima del ADN) se hacen más cadenas de ese material.

Por último, se usa una sonda fluorescente que se pega a dichas cadenas para hacer la detección del material amplificado según el nivel de fluorescencia. Si hay virus en la muestra inicial, al final la prueba dará positivo; si no lo hay, será negativa.

Así lo ilustra la agencia de noticias SINC en una nota replicada por los colegas de Maldita, en la que explican todo ese proceso de la RT-PCR. 

Gracias a los ya mencionados cebadores (o fragmentos de ADN) usados en la PCR, diseñados específicamente para adherirse a genes del nuevo coronavirus, se logra finalmente la amplificación de una fragmento de 108 pares de bases de nucleótidos del virus, pero eso no significa, como dice Martínez, que no se esté analizando el SARS-CoV-2.

"Todos los métodos de RT-PCR usan dos cebadores y una sonda fluorescente. Y se tiene que coincidir exactamente con el fragmento que se amplifica entre las dos secuencias", dijo José Manuel Bautista, profesor del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad Complutense de Madrid y encargado del laboratorio de esa institución que analiza muestras con COVID-19, a Maldita Ciencia.

Bautista también señaló: “No es cierto que la PCR que se está utilizando ahora sea inespecífica. Los cebadores para amplificar son específicos para SARS-CoV-2 y no para otros virus. Está demostrado en muchas publicaciones. Hay otras PCR generalistas para detectar más coronavirus, pero los que se usan ahora son altamente específicos”.

La viróloga Sonia Zuñiga, del Centro Nacional de Biotecnología en España, también hizo aclaraciones a Maldita respecto a la técnica de la prueba: "Es cierto que la PCR es una técnica para amplificar moléculas de ADN, o ARN si estamos hablando de una RT-PCR, pero el diseño de este tipo de pruebas para diagnóstico hace que sean específicas del patógeno que se está detectando. Y más si ya estamos hablando de una RT-PCR cuantitativa que es extremadamente sensible y específica. De hecho, es tan específica que no detecta otros coronavirus circulantes". 

Por otra parte, desde el Instituto de Virología del Hospital Universitario Charité de Berlín (Alemania), donde se elaboró el protocolo de las PCR para el nuevo coronavirus, publicaron un estudio el 23 de enero de 2020, en el que validaban la técnica diseñada para detectar el SARS-CoV-2 (entonces denominado 2019-nCoV) y a través del cual verificaron que no daba positivo para otros coronavirus ni virus respiratorios. 

De vuelta a las declaraciones de la ‘doctora’ Martínez frente a los falsos positivos de la PCR, que según ella constituyen la mitad de los casos, y el porcentaje de fallo de la prueba, que en sus cálculos está entre un 50-47% y 80%, encontramos que también es falso porque la prueba, en realidad, tiene más probabilidad de falsos negativos que de falsos positivos. 

Robert H.Shmerlin, profesor de la Escuela de Medicina de Harvard, dijo también a Maldita: “La realidad es que con las pruebas PCR estaríamos contando menos casos positivos de los que son. El porcentaje de falsos negativos es de entre el 2% y el 37% mientras que los falsos positivos son el 5% o menos.”

De hecho, un estudio estima que los falsos negativos varían según el momento en que se hace la prueba, por lo cual se reduce su porcentaje a medida que aparecen los síntomas. 

Asimismo, en el portal Learnaboutcovid 19, desarrollado por un grupo internacional de especialistas de Salud Pública, se explica que la PCR “tiene una tasa baja de resultados falsos positivos [es decir, cuando la prueba dice que la persona tiene el virus y en realidad no es así]” y, por otro lado, “una tasa más alta de resultados falsos negativos [es decir, cuando la prueba dice que la persona no tiene el virus y en realidad sí lo tiene]”. 

Benedetta Bolognesi, del Instituto de Bioingeniería IBEC, de Barcelona, también le comentó a Maldita en otra verificación de las afirmaciones de los ‘Médicos por la Verdad que “cuando se realiza una PCR, el verdadero problema es obtener falsos negativos, no falsos positivos. Es más probable tener falsos negativos porque extraer ADN es un poco complicado (extraerlo del paciente, llevarlo al laboratorio, procesarlo) y es posible que el ADN se degrade o algún paso falle y dé negativo porque algo falló antes. La PCR es específica. Si hay discrepancia tienes que repetir la prueba.”

Por otro lado, Juan Carballeda, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (Conicet) y miembro de la Asociación Argentina de Virología (SAV), afirmó a AFP Factual que “la PCR tiene ventajas y desventajas pero lo que detecta es la presencia de genoma de virus y eso es indudable”.

Martínez en su intervención también dijo que hasta una papaya y una cabra han dado positivas en la PCR, pero eso ya lo habían verificado colegas de Maldita, en España, y Animal Político, en México. 

Tales ideas no corresponden a datos de ningún estudio científico y salieron del cuestionado presidente de Tanzania, John Magufuli, quien en el mes de mayo rechazó los kits de pruebas de coronavirus importados a su país por ser “defectuosos”. En una declaración en televisión nacional, el mandatario anunció que habían enviado en secreto a analizar muestras de animales y frutas, y que tanto una cabra como una papaya habían dado positivo para COVID-19. 

Debido a esto, Magufuli despidió al director del laboratorio y a su gerente de garantía de calidad, así como al jefe del Departamento de Tiendas Médicas del gobierno. Sin embargo, no entregó las pruebas de los test con las muestras de las frutas y de los animales. 

Al respecto, la OMS negó que se hayan presentado fallos en las pruebas denunciadas por el presidente de Tanzania. "Estamos convencidos de que las pruebas (...) no están contaminadas por el virus. No estamos de acuerdo con la opinión de Magufuli", dijo Matshidiso Moeti, director de la OMS para África, en una declaración ante los medios.

Christina Wege, directora de la Unidad de Investigación de Virología Vegetal Molecular y Sintética de la Universidad de Stuttgart, declaró a Correctiv, medio alemán de verificación que, desde lo que sabe, “no hay un sólo caso en el que un virus de mamífero esté activo en una planta, o una planta sea atacada activamente y [el virus] se reproduzca o propague en ella”. 

Lo cierto es que se han descrito resultados positivos de PCR en animales domésticos como perros, gatos (1, 2) y hasta hurones, pero no hay evidencias de que pueda darse en plantas, como afirma equivocadamente la ‘doctora’ Martínez.

La PCR es, por lo tanto, hasta ahora, la prueba más confiable para confirmar o descartar la infección por el SARS-CoV-2, según indicaciones de la OMS en la última actualización sobre los test diagnósticos para el SARS-CoV-2. Asimismo, el Ministerio de Salud de Colombia lo establece en sus lineamientos para el uso de pruebas en el laboratorio de Salud Pública en el marco de la Emergencia Sanitaria por COVID-19 en el país. 

En conclusión, Martínez distorsiona la información sobre la PCR para generar un conjunto de falsedades, tal como las han propagado otros de sus colegas. Y, contrario a sus ideas negacionistas, actualmente sí estamos en una epidemia, en la que a fecha del 6 de noviembre, según datos de la Universidad Johns Hopkins, el virus ha infectado a 49’136.977 millones de personas en el mundo. 

3. Vacuna de la gripe y casos de COVID-19

"Y parece que estadísticamente no se puede negar que hay una correlación entre un tipo de vacuna de la gripe que es la H1+, para mayores de 74 años, y casos graves de COVID"

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"Esta vacuna antigripal para adultos lleva el adyuvante MF59C. Este es un adyuvante exclusivo de esta vacuna que contiene 9,75 miligramos de escualeno, 1,175 miligramos de polisorbato 80, 1,175 miligramos de sorbitol trioleato, 0,76 miligramos de citrato de sodio y 0,04 miligramos de ácido cítrico". 

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"El escualeno es un adyuvante para potenciar la inmunidad, para hacer una reacción inmune mucho más fuerte, mucho más potente, pero se ha visto que está relacionado con el síndrome llamado Síndrome de Asia o Síndrome Asia, que significa autoinmunidad inducida por adyuvantes, que se produjo, por ejemplo, después de la Guerra del Golfo en los vacunados. 

Y este Síndrome de Asia consiste en que un tiempo después de inyectar sustancias de este tipo o de ponerse vacunas que lo contengan, se produce una reacción inmune más o menos grave dependiendo también de las características antigénicas de la persona y de su, podríamos decir, de su estado básico de saludo de inmunidad y que es muy variable pero puede cursar con síntomas agudos del tipo parecido a lo que ha sido la COVID-19". 

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"Si le sumamos que este adyuvante, además del escualeno contiene el sorbitol, el polisorbato 80 y el sorbitol trioleato, que son, para que lo entendáis bien, una especie de detergentes. ¿Qué hacen? Favorecen que todo lo que haya con la vacuna, con los tóxicos que puede haber en ese momento en la sangre penetren mejor en las células, con lo cual pues sí tenemos ahí un campo abonado para que bien el escualeno que entre en los linfocitos o en las células sanguíneas u otros posibles tóxicos que pudiera haber en la sangre del paciente u otros posibles fragmentos de retro virus que contienen las vacunas indefectiblemente porque son cultivadas en tejidos celulares, pues que se pueda producir una creación de una cierta inmunidad más o menos retardada que pudiera desencadenar la enfermedad conocida como COVID-19, que, además, es una enfermedad que se parece muchísimo a la malaria y que tiene mucho más las características de una enfermedad por inoculación que de una enfermedad respiratoria". 

 

FALSO

Este conjunto de afirmaciones juegan con la misma dinámica del discurso de los ‘Médicos por la Verdad’, porque mezclan conceptos médicos con ideas negacionistas o conspirativas de la pandemia. 

En ese sentido, evidenciamos que la ‘doctora’ establece una asociación no demostrada científicamente entre la vacuna de la influenza y el COVID-19 a partir de datos que ya han sido desmentidos previamente por Colombiacheck y aliados en España como Newtral y Maldita.

Las personas que, al igual que la 'doctora' Martínez, asociaron la vacuna de la influenza con virus respiratorios, como el nuevo coronavirus, probablemente sacaron conclusiones equivocadas de un estudio publicado en la Revista Vaccine en octubre de 2019, antes del inicio de la pandemia.  

En dicha investigación, se buscó estudiar la asociación entre la aplicación de la vacuna de la influenza y el aumento de la susceptibilidad de los vacunados a enfermarse por otros virus respiratorios, fenómeno que se conoce como interferencia de virus. Pero hay que tener en cuenta que el estudio incluía análisis de otros coronavirus, no del nuevo (SARS-CoV-2) porque aún no se sabía de su existencia.

El autor principal de la publicación, Greg G. Wolf, concluyó: “La recepción de la vacuna contra la influenza no se asoció con la interferencia de otros virus respiratorios entre la población analizada.”

Entonces, por todas esas malas interpretaciones hechas a su estudio y las falsas asociaciones entre la vacuna de la Influenza y el COVID-19 promovidas por el movimiento anti-vacunas, el mismo autor publicó, en medio de la pandemia, una carta aclaratoria en la que constató que “los resultados de coronavirus en el estudio representaron las cuatro cepas endémicas de coronavirus que circularon regularmente (229E, NL63, OC43 y HKU1) durante la temporada de influenza 2017-2018, no el nuevo coronavirus (COVID-19)”.

Por ello, “los resultados de este estudio no pueden y no deben interpretarse para representar ningún tipo de relación o asociación entre recibir la vacunación contra la influenza y la enfermedad COVID-19. Deben interpretarse de manera opuesta, ya que una protección significativa contra la influenza se asoció con la recepción de la vacuna y una ligera disminución en las probabilidades de infección por otros virus respiratorios”, indicó. 

Asimismo, en otra publicación reciente de la Revista Vaccine, se resalta que la infección por influenza y el COVID-19 pueden presentarse con síntomas similares. Incluso se han registrado casos de algunas personas con ambas enfermedades al mismo tiempo, principalmente adultos mayores, con un curso más grave, con más dificultades o con un desenlace fatal. Por esto, enfatizan que la vacunación contra la influenza es de vital importancia para esos grupos de alto riesgo, con el fin de reducir las complicaciones en las personas que hacen parte de ellos. Es decir, todo lo contrario a lo que la Martínez señala.

En Colombiacheck también realizamos una búsqueda de estudios científicos en Pubmed, la mayor base de datos de la Biblioteca Pública Nacional de Medicina de Estados Unidos, que alberga este tipo de informaciones, y no encontramos ninguno que estableciera la vacuna de la influenza como un factor de riesgo para COVID-19. 

Ahora, respecto al polisorbato 80, componente de la vacuna de la influenza (y de otras más) que cita la ‘doctora’ Martínez; Jorge Carrillo, vocero de la Sociedad Española de Inmunología (SEI) dijo en Maldita: “Todos los componentes de las vacunas, y de todos los medicamentos en general, están sujetos a estrictos controles de seguridad. En el caso del polisorbato 80, se ha demostrado que es muy seguro a las dosis que se administran". 

El polisorbato 80 es un emulsionante, lo que significa que ayuda a que los "ingredientes" de la vacuna se mezclen y no se separen. Eso no tiene nada que ver con que su aplicación a través de la vacuna permita que entren tóxicos a las células, como refiere Martínez. 

De hecho, el polisorbato 80 también se usa como aditivo alimentario y está aprobado por la Unión Europea, identificado como E-433 y calificado por la Agencia Europea de Medicamentos como sustancia de bajo riesgo.

En medio de esas ideas sobre la vacuna de la influenza y el COVID-19, la ‘doctora’ Martínez habla del escualeno y del Síndrome de ASIA. Lo que afirma de tal condición es cierto en cuanto a que corresponde a una enfermedad del sistema inmune que se puede producir por sustancias adyuvantes como el escualeno, pero se equivoca al asociarlo con COVID-19.

El Síndrome de ASIA fue descrito en 2011 por Shoenfeld y Agmon-Levin en la Revista Journal of Autoimmunity como el Síndrome Autoinmune/Inflamatorio Inducido por Adyuvantes (ASIA, por sus siglas en inglés). 

Los autores de esa publicación describen el ASIA como un conjunto de condiciones que son el resultado de una respuesta exagerada del sistema inmune a los adyuvantes, siendo estos sustancias químicas que pueden encontrarse tanto en implantes mamarios, lentes intraoculares y medicamentos, como en otros productos farmacéuticos. Los síntomas aparecen luego de semanas o años de exposición al adyuvante, y ocurren como resultado de la interacción entre factores genéticos y ambientales. 

Según lo publicado sobre el ASIA (en 1, 2, 3 y 4), éste abarcaría cuatro condiciones: la siliconosis, el Síndrome de la Guerra del Golfo, el Síndrome de Miofascitis Macrofágica y los fenómenos post-vacunación. Por ello, los síntomas más frecuentes incluyen dolores musculares, articulares, fiebre, boca seca y alteraciones cognitivas, además de fatiga crónica; pero no hay descripción de síntomas respiratorios o gastrointestinales, así como tampoco hay evidencia científica que relacione el COVID-19 con el Síndrome de ASIA.

Martínez también metió la pata en su discurso al referirse al Síndrome de la Guerra del Golfo como asociado a las vacunas aplicadas luego de dicha guerra. Esa condición, incluida dentro del ASIA, como se explicó previamente, afecta a personal civil y veteranos ex-combatientes expuestos a las radiaciones generadas durante dicha guerra, lo cual no justifica que las vacunas sean su causa. 

4. Respiradores

“Que al final los respiradores no han sido un buen método y eso ha sido demostrado por muchísimos médicos tanto en Europa como en Estados Unidos". 

______

"Por lo tanto, los respiradores a veces lo que hacían era reventar los pulmones. Es decir, no eran los respiradores, sino que eran los antiinflamatorios y los anticoagulantes los que se tenía que dar, y cuando empezaron a hacer esos tratamientos mejor enfocados, empezaron a salvar muchas más vidas". 

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"Unos respiradores que reventaban los pulmones en vez de ayudar a que la gente se curara” 

FALSO

El discurso de los ‘Médicos por la Verdad’ generalmente va en contra de la medicina occidental y muestra de ello es que la ‘doctora’ Martínez afirma, sin prueba alguna, que los respiradores revientan los pulmones. Por esto, según ella, su uso en pacientes debe reemplazarse por el suministro de antiinflamatorios y anticoagulantes. 

Al respecto, hay que tener las siguientes consideraciones:

La primera, es que los respiradores (también conocidos como ventiladores mecánicos pulmonares) se utilizan, como indican nuestros colegas de Maldita Ciencia, basados en fuentes del Grupo de Trabajo de Insuficiencia Respiratoria Aguda de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, “cuando se intenta suplir de forma parcial o total la función de los pulmones del paciente”. Es decir, cuando una persona “no puede respirar como en ocasiones normales y necesita una ayuda”.

Estos dispositivos, según nos explicó hace unos meses el médico Fabio Varón, neumólogo intensivista de la Fundación Neumológica Colombiana, “deben garantizar la entrega de un volumen establecido [de oxígeno] a los pulmones de un paciente enfermo. Por esa razón deben estar calibrados y su software debe cumplir ciertos requisitos que fundamentan su seguridad y su eficiencia”. 

Si bien los ventiladores mecánicos son equipos de categoría IIB, es decir, de alto riesgo, de acuerdo con información del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima, en Colombia), eso no significa que hagan “reventar los pulmones”, como dice Martínez. Realmente son dispositivos médicos invasivos que están sujetos a controles especiales en el diseño y fabricación para demostrar su seguridad y efectividad. Además, el riesgo que implican depende de factores como el tiempo prolongado de uso.

No hay que olvidar que la ventilación mecánica invasiva que se administra con los ventiladores mecánicos hace parte de las indicaciones que da la OMS para el manejo clínico de pacientes críticos con COVID-19 y debe emplearse en todos aquellos que no respondan a las medidas iniciales de oxigenación debido al grave compromiso de la función pulmonar que presentan.

Por eso, en las Unidades de Cuidado Intensivo (UCI) a nivel mundial, la ventilación mecánica ha sido una estrategia que, sumada al resto de las que hacen parte del manejo clínico, les ha permitido a muchas personas con COVID-19 superar la enfermedad producida por el nuevo coronavirus, como señaló un estudio publicado en la revista Anaesthesia, que analizó la mortalidad en las UCI por COVID-19 en aproximadamente 10.150 pacientes ingresados en cuidado crítico.

Sin embargo, el uso de los ventiladores mecánicos no resulta del todo inocuo. En la experiencia clínica se reconoce que conlleva riesgos y que, en limitados casos, se asocia con una situación conocida como barotrauma (o daño de zonas del pulmón por las presiones aplicadas a través del ventilador), como se describe en las siguientes publicaciones científicas: 1 y 2. A esta condición es quizás a la que la ‘doctora’ Martínez se refiere, de forma exagerada, cuando dice que los respiradores revientan los pulmones.

Por lo mencionado previamente es que entre las indicaciones para los médicos en UCI está utilizar bajas presiones en el ventilador y prestar atención a dichos riesgos. 

La segunda consideración respecto a lo que dice la ‘doctora’ sobre estos dispositivos y el uso de antiinflamatorios y anticoagulantes ya ha circulado, de forma desinformativa, desde el mes de abril, aproximadamente, a través de cadenas de WhatsApp. 

En cuanto a ello, podemos afirmar, como se explica en este chequeo de Efecto Cocuyo, el cual replicamos hace algunos meses, que se trata de una descontextualización y de una mala interpretación de los tratamientos para el COVID-19. 

Pero vamos por partes. Inicialmente, hay que precisar que la función de los respiradores o ventiladores es proveer oxígeno al organismo y no tiene nada que ver con la de los antiinflamatorios, que sirven para reducir “la inflamación (enrojecimiento y dolor) en el cuerpo”, según el Instituto Nacional del Cáncer, ni con la de los anticoagulantes, que “previenen la formación de coágulos sanguíneos, como explica el servicio de información Medline Plus. 

Al parecer, esta desinformación se originó, de acuerdo con lo que indican nuestros colegas de Chequeado, a partir de “un estudio de la Universidad de Cagliari, Italia, basado en una investigación previa hecha con 138 pacientes hospitalizados por coronavirus en la ciudad china de Wuhan, con el que se determinó la presencia de signos de trombosis en el 71% de los fallecidos”.

La trombosis es, según el Diccionario Médico-Biológico, Histórico y Etimológico de la Universidad de Salamanca, “el proceso de formación de un trombo [coágulo de sangre] en el interior de un vaso sanguíneo”, situación que se ha catalogado como común en pacientes con COVID-19 en estado severo o crítico.

“El tratamiento de la trombosis es el uso de anticoagulantes como la heparina”, dijo Daniel Stecher, jefe de Infectología del Hospital de Clínicas, a Chequeado. Pero su utilización no es equivalente para suplir la función de los respiradores. “Los pacientes con COVID-19 siguen necesitando respiradores por insuficiencia respiratoria y lo que se hace es agregar una estrategia terapéutica más, como es la anticoagulación”, añadió.  

De hecho, Flor Pujol, viróloga del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, le dijo al portal EsPaja.com que el coronavirus “causa una neumonía severa, grave, y, además, está causando problemas en la coagulación. Una cosa no sustituye a la otra”. Y eso lo confirma la OMS

Ahora bien, en cuanto a antiinflamatorios hay que tener en cuenta que sí se emplean para tratar de paliar síntomas del COVID-19, como la inflamación de las mucosas y de la garganta, por ejemplo. Por eso, la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) recomienda que “cuando se comience el tratamiento de fiebre o dolor en el caso de infección por COVID-19, los pacientes y los profesionales consideren las opciones disponibles incluyendo paracetamol y antiinflamatorios no esteroides”. 

Sin embargo, con ellos sucede lo mismo que con los anticoagulantes: son tratamientos complementarios que no sustituyen la función de los respiradores. 

A partir de todo lo anterior, calificamos entonces como falsa la afirmación de la ‘doctora’ Martínez, ya que los respiradores no revientan pulmones y siguen siendo necesarios en pacientes que se encuentran en estado crítico, porque ni los anticoagulantes ni los antiinflamatorios tienen la capacidad de proveer el oxígeno que el cuerpo necesita. 

5. Autopsias

“La OMS desaconsejaba hacer autopsia, una cosa rarísima porque clínicamente no se puede saber lo que es una enfermedad si no se hacen autopsias. 

Cuando médicos italianos desobedecieron a la OMS y empezaron a hacer autopsias, entonces vieron que no era una neumonía, sino que era una enfermedad de la sangre, una enfermedad hematológica que se manifestaba por múltiples trombosis que luego sí que es verdad que afectaban al endotelio pulmonar y a otros órganos, también al corazón, al riñón”.

FALSO

Una vez más nos damos cuenta de que la ‘doctora’ Martínez arma su discurso con información errónea. De hecho, esto mismo que dijo en el vídeo ya había sido verificado previamente, en mayo, por Chequeado. 

Así las cosas, comenzamos calificando como falsa su afirmación de que “la OMS desaconsejaba hacer autopsias” porque, en realidad, la autoridad sanitaria especifica en su guía de Prevención y control de infecciones para la gestión segura de cadáveres en el contexto del COVID-19 todas las medidas de bioseguridad que deben tomarse al momento de manipular cadáveres de personas que hayan fallecido con COVID-19 presunto o confirmado. En ningún apartado del documento está la indicación de que no se deben realizar autopsias. 

De la misma manera, calificamos como falso que, a raíz de este procedimiento, los médicos italianos supuestamente descubrieron, en un acto de desobediencia, que el COVID-19 no se trataba de una neumonía sino de una enfermedad hematológica que se manifestaba por múltiples trombosis. 

Pero ojo: lo que sucede, en realidad, en el caso de la trombosis, es que es una complicación que puede presentarse, o no, en los pacientes con COVID-19. Y, como explicamos en párrafos anteriores, implica la formación de trombos o coágulos que obstruyen los vasos sanguíneos. 

En cuanto a la neumonía, es necesario poner sobre la mesa que, según la OMS, “alrededor de 1 de cada 5 personas que contraen COVID‑19 acaba presentando un cuadro grave y experimenta dificultades para respirar”. 

Con estas últimas aclaraciones, es posible concluir que las dos afecciones no son excluyentes entre sí. Es decir, un paciente puede tener neumonía a raíz del COVID-19. Pero, además, puede desarrollar trombosis si su estado de salud se agrava. Así lo explicó también la ya citada Flor Pujol, viróloga del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, en EsPaja.com

Incluso puede ocurrir, en el mejor de los casos, que un paciente padezca una sintomatología leve a causa del coronavirus sin llegar a ninguna de las condiciones graves que mencionamos.

Y, en referencia a la forma de actuar de los médicos italianos, también podemos confirmar que es falso que se haya tratado de una desobediencia. 

Todo partió de una mala interpretación de una circular del Ministerio de Salud italiano. En el país europeo no se prohibieron las autopsias, pero sí se especificó, como indica Chequeado, que “la autoridad judicial podrá evaluar, en su propia autonomía, la posibilidad de limitar la evaluación a la inspección externa del cadáver solo en todos los casos en que una autopsia no sea estrictamente necesaria. Del mismo modo, los departamentos de salud de cada región darán indicaciones destinadas a limitar la ejecución de los hallazgos de diagnóstico solo a los casos destinados a diagnosticar la causa de la muerte, limitando al mínimo los que se realizarán por razones de estudio”.

6. Remdesivir

“¿Y por qué no se están investigando las terapias oxidativas que para enfermedades de tipo hematológico como la COVID-19 son una cosa extraordinaria? Como puede ser la terapia de ozono o como puede ser el dióxido de cloro. ¿Por qué eso se ningunea? Y sin embargo sí que se le está dando valor al remdesivir, que es un medicamento que no tiene ningún estudio científico que lo sustente y que está demostrado que no supone ningún beneficio para los enfermos graves. Y son explicaciones que debería dar el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas”.

 

FALSO

La inconformidad de Martínez frente al uso del medicamento Remdesivir está en que, según ella, “no tiene ningún estudio científico que lo sustente”. Sin embargo, Medline Plus, que ofrece información de la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, afirma en su página web que este medicamento antiviral sí está “actualmente en estudio para el tratamiento de la enfermedad por coronavirus de 2019 (COVID-19)”. 

En el momento en el que la ‘doctora’ Martínez dijo la frase que estamos verificando no había tanta información al respecto. Pero, justo para la fecha de publicación de este chequeo, la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) aprobó el medicamento antiviral Veklury (Remdesivir) para su uso en pacientes adultos y pediátricos de 12 años o mayores y que pesen al menos 40 kilogramos (aproximadamente 88 libras) para el tratamiento del COVID-19 que requiera hospitalización”. 

Esta decisión está respaldada por tres ensayos clínicos: 

El primero, realizado por el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, evaluó “cuánto tiempo tardaron los sujetos en recuperarse del COVID-19 dentro de los 29 días posteriores al tratamiento”. Como resultado, demostró que “el tiempo promedio de recuperación del COVID-19 fue de 10 días para el grupo de Veklury en comparación con 15 días para el grupo del placebo”. 

El segundo, que se hizo con sujetos adultos hospitalizados con COVID-19 moderado, “comparó el tratamiento con Veklury durante cinco días (n= 191) y el tratamiento con Veklury durante 10 días (n= 193), con un grupo de atención estándar sin Veklury (n= 200)”. Posteriormente, verificó el estado de los pacientes en el día 11 y concluyó que “las probabilidades de que los síntomas del COVID-19 de un sujeto mejoraran fueron más altas estadísticamente en el grupo de Veklury de cinco días, en el día 11, en comparación con aquellos que sólo recibieron atención estándar”. 

El tercero y último se realizó con pacientes adultos hospitalizados con COVID-19 grave. Según éste, “las probabilidades de que los síntomas del COVID-19 de un sujeto mejoraran fueron similares para los del grupo de Veklury de cinco días que para los del grupo de Veklury de 10 días, y no hubo diferencias estadísticamente significativas en las tasas de recuperación o tasas de mortalidad entre los dos grupos”. 

Es preciso recordar que “el Remdesivir se ha probado en ocasiones anteriores como tratamiento contra el ébola. Ha generado resultados esperanzadores en estudios en animales para el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS‑CoV) y el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS), causados también por coronavirus, lo que sugiere que podría tener algún efecto en pacientes con COVID‑19”, como indica la OMS en su página web

En cuanto a la mención que hace Martínez sobre el dióxido de cloro como terapia para combatir el COVID-19, vale la pena traer a colación un chequeo que publicamos en abril de 2020, en el que Jorge Oñate, presidente de la Asociación Colombiana de Infectología (ACIN), indicó que consumir esta sustancia causa “quemaduras en la mucosa oral y gastrointestinal”.

Y, como si no fuera suficiente, la FDA, citada por el Invima, señala otros efectos adversos del dióxido de cloro, como “Insuficiencia respiratoria, cambios en la actividad eléctrica del corazón, baja presión sanguínea causada por la deshidratación, insuficiencia hepática aguda, recuento bajo de células sanguíneas y vómito y diarrea severa”. 

Tanto es el riesgo que supone esta sustancia que en Colombia y en otros países está prohibida. Incluso el Invima lanzó, en mayo de 2020, una alerta sanitaria sobre ésta y aclaró que no cuenta con permisos de comercialización.

La ‘doctora’ Martínez también ‘le echó flores’ a la terapia de ozono para tratar a los pacientes con COVID-19. Pero, de nuevo, no es más que una recomendación sin sustento.  

Hasta el momento hay estudios, como este, que consideran la utilización del ozono en personas enfermas de COVID-19. Sin embargo, “se requieren grandes ensayos clínicos controlados para estudiar la eficacia y la seguridad del uso de la terapia O₂-O₃ [que mezcla oxígeno y ozono]  en comparación con el caso de apoyo estándar en pacientes con COVID-19 en términos de la necesidad de ventilación invasiva y la duración de las estancias en el hospital y la unidad de cuidados intensivos”, explica el artículo en sus propias conclusiones. 

Así, afirmamos, una vez más, que la ‘doctora’ Martínez no tiene la razón y que sus aseveraciones son falsas

Aunque pocos, sí hay estudios con respecto a los beneficios del Remdesivir como tratamiento para el COVID-19. De todos modos, es necesario permanecer con la mente abierta porque los estudios sobre medicamentos para combatir el virus siguen en marcha. 

Por otro lado, confirmamos que tampoco es cierto que las “terapias” de dióxido de cloro y de ozono, que ella menciona, beneficien y ayuden en la recuperación a los pacientes con COVID-19. El consumo de la primera es muy peligroso y la seguridad del uso de la segunda aún no se ha comprobado.