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Lunes, 21 Septiembre 2020

Explicador: ¿El COVID-19 ‘sobrevive’ en el agua? Lo que debe tener en cuenta para regresar a piscinas, playas y ríos

Por Andrés Felipe Martínez - RedCheq

El Ministerio de Salud ha dado vía libre para volver a disfrutar de estos espacios de recreación y actividad física. Pero es necesario preguntarse cuál es el riesgo de contagio en estos casos.

El pasado 4 de septiembre, el Ministerio de Salud expidió la Resolución 1547 de 2020, con la que fijó los protocolos de bioseguridad para abrir nuevamente las piscinas en conjuntos residenciales, centros recreativos y hoteles del país, tras varios meses de estar cerradas por la pandemia del coronavirus. Un día antes, el ministerio había publicado la Resolución 1538, que disponía lo propio para la reapertura de playas y balnearios costeros.

En resumen, y como mencionaremos más adelante, la cartera de salud dispuso el uso obligatorio de tapabocas siempre que se esté por fuera del agua; además de tener en cuenta el distanciamiento social y disponer de espacios adecuados para el lavado de manos. 

Con el regreso de estos lugares de recreación y actividad física, vale la pena preguntarse, ¿cuál es el riesgo de contagiarse con el virus SARS-CoV-2? Por eso, responderemos algunas preguntas con base a lo que explican los expertos y las autoridades de salud.

¿El COVID-19 sobrevive en el agua?

Primero, se debe explicar que el virus de SARS-CoV-2 está contenido en pequeños viriones o partículas virales que son expulsadas por una persona contagiada al hablar, estornudar o toser, principalmente. 

Hasta ahora, la Organización Mundial de la Salud, OMS, ha sostenido que estas gotículas son “relativamente pesadas, no llegan muy lejos y caen rápidamente al suelo”. Sin embargo, también se estudia la posibilidad de que estas queden suspendidas en el aire por algún tiempo, como aerosoles, tal como han sugerido los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos. 

En su sitio web, la OMS ha explicado que los viriones del nuevo coronavirus no tendrían la capacidad de sobrevivir en un cuerpo de agua. “Hasta la fecha no hay pruebas de que el virus de la COVID‑19 sobreviva en el agua, incluidas las aguas residuales”, señala.

Al tratarse de una sustancia líquida, las gotículas son diluidas y pierden su capacidad viral, según explica el médico Antonio Veira, docente de la facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Icesi de Cali: 

“Las gotículas de saliva con el virus pueden caer en el agua, pero van a ser rápidamente diluidas, más aún en grandes cuerpos de agua como una piscina, o en movimiento, como un río. Y entonces la carga viral sería mínima, y no alcanza para provocar la enfermedad”.

Para los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, “los métodos de tratamiento de agua que utilizan filtración y desinfección, como la mayoría de los sistemas de agua potable, eliminan o inactivan el virus que causa COVID-19".

En el caso de las piscinas, explican los CDC, su mantenimiento adecuado y desinfección con cloro o bromo debería ser suficiente para inactivar el virus. Algo en lo que coincide un estudio publicado en la revista Water Research (de la Asociación Internacional del Agua, Estados Unidos) que concluye que el virus es susceptible de perder su actividad por los oxidantes presentes en el agua. 

Por el contrario, el virus sí puede permanecer activo mientras las gotículas están suspendidas en el aire, como mostró un estudio de laboratorio publicado en el New England Journal of Medicine, aunque su carga infecciosa disminuye conforme a la cantidad de aire en el entorno. 

También, los viriones pueden sobrevivir por algunas horas cuando las gotículas caen en superficies, particularmente en materiales como acero inoxidable o plástico. Y por eso la OMS recomienda el lavado constante de manos. 

“Estas gotículas pueden caer sobre los objetos y superficies que rodean a la persona, como mesas, pomos y barandillas, de modo que otras personas pueden infectarse si tocan esos objetos o superficies y luego se tocan los ojos, la nariz o la boca”, señala el organismo.

¿Entonces no hay contagio a través del agua?

El agua no es un medio de transmisión probado hasta ahora para el SARS-CoV-2. Para entender esto, es necesario recordar que la vía de contagio del virus es el sistema respiratorio, al inhalar las gotículas que expulsa una persona contagiada al hablar, toser o estornudar. 

“Lo que sabemos hasta el momento es que el virus se contrae a través de las células de las vías aéreas, no del sistema digestivo, por eso no se ha probado el contagio por alimentos o beber líquidos. Cuando alguien tiene el virus, y habla, tose o estornuda, expulsa grandes cantidades de gotículas al aire, y eso le permite al virus ingresar a las vías respiratorias de otra persona. El agua no va a llegar a nuestros pulmones, que son la puerta de entrada del virus”, explica el epidemiólogo Róbinson Pachecho, docente de la facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Libre, e investigador del comportamiento de virus en vías respiratorias..

Una partícula viral de este nuevo coronavirus contiene un núcleo de ARN o material genético, cubierto de una capa lípida o de grasa, que cuenta con varias proteínas. Estas proteínas tienen la función de penetrar las células humanas a través de los receptores ACE2 que, como señala el epidemiólogo Pacheco,  son enzimas que se encuentran principalmente en las células de los alvéolos pulmonares, donde no es normal que lleguen líquidos. 

“Podríamos incluso suponer que podemos encontrar material genético del virus en el agua, pero lo que no hemos visto hasta ahora es que ese virus en el agua tenga capacidad de infectar y causar la enfermedad. Si se ingiere el agua, estas gotículas irían al estómago, donde se enfrentan a los ácidos gástricos”, añade el experto.

La epidemióloga Diana María Caicedo, docente del departamento de Salud Pública de la Universidad Javeriana de Cali, dice al respecto: “Si bien se ha reportado presencia del virus en pequeñas trazas de aguas residuales o río, esto es en cantidades bajas que no tienen capacidad de transmisión de la enfermedad”. 

Sí hay un riesgo

Si bien la evidencia científica muestra que el virus pierde su capacidad de infección en cuerpos de agua, asistir a un balneario o una piscina sigue siendo una actividad con riesgo de contagio de COVID-19 por la proximidad con otras personas.

“El riesgo es la cercanía, porque no hay protección con el uso de tapabocas al interior de una piscina o un río, y estar cerca el uno del otro. El problema es la interacción social. El reto será mantener a las personas respetando un distanciamiento en un espacio como una piscina”, aclara el médico Lauro Rivera, especialista en cuidado crítico y urgencias.

Por ello, varias de las medidas que señala el protocolo del Ministerio de Salud están encaminadas a mantener el distanciamiento social. 

Por ejemplo, en las piscinas al aire libre, cada persona en el agua debe tener un espacio libre de seis metros cuadrados. Y en las piscinas cubiertas, de nueve metros cuadrados. Además, se debe mantener una distancia mínima de dos metros en filas, baños y otros espacios comunes. 

“No es que el virus se quede en el agua esperando a que llegue otra persona para contagiarlo. La clave es cuál es la distancia que hay entre una persona y la otra; y cuántas personas contagiadas podrían estar en esa misma piscina hablando, respirando, tosiendo, y estornudando cerca de otras personas”, dice también el médico intensivista y magíster en epidemiología Jorge Salazar.

Así las cosas, si planea regresar a una piscina, sea en su conjunto o unidad residencial o un centro recreacional; o también a una playa, debe tener en cuenta que persiste el riesgo de contagio aún estando rodeado de agua. Y por ello es necesario mantener las prácticas adecuadas de distanciamiento, uso de tapabocas el tiempo que sea necesario y el lavado de manos constante. 

Además, de acuerdo con los protocolos del Ministerio, es necesaria también la limpieza y desinfección adecuada en las piscinas y balnearios; no solo para evitar la propagación del COVID-19 sino de cualquier otra enfermedad infecciosa.