“Mucho gusto, mi nombre es Andrés Mauricio Mosquera, nieto de Ofelia Astie de Mosquera e hijo de Esneda Mosquera Astie”; así se presenta ante unos paisanos un artista chocoano. Y lo hace de esta manera para dar cuenta de que la familia, “de dónde viene”, es lo más importante para estas comunidades.
“Chocó se compuso por siete familias”, relata Milena Collazos Álvarez, magíster en Gobierno y políticas públicas, hija de la exgobernadora Eva María Álvarez de Collazos. “Y prácticamente todos estamos emparentados por afinidad o por sangre”. Después de la familia, sigue la comunidad, que es una ‘familia extensiva’.
Esta distinción (quién eres, de dónde vienes y con quiénes te relacionas) incide en todas las esferas, sociales, económicas, culturales y hasta políticas del Chocó. Y tiene incidencia, incluso, en el hecho de que desde hace 194 años el departamento haya estado y siga estando gobernado por los mismos tres clanes: los Arango, los Lozano y los Córdoba.
El primero de esos está prácticamente extinto hoy, dado que los otros dos han cooptado todos los espacios políticos disponibles, según José E. Mosquera, periodista y escritor.
Del segundo salieron los polémicos hermanos Sánchez Montes de Oca; Patrocinio, exalcalde de Quibdó (2001-2003) y exgobernador del departamento (2008-2010) condenado en 2010 por corrupción; Odín, excongresista (1998-2002 y 2006-2010) apresado en 2011 por parapolítica, y Astrid, exsenadora en reemplazo de Eduardo Merlano (2012-2014) y actual representante a la Cámara.
Y del tercero provienen el otro representante para este periodo legislativo, Nilton Córdoba, quien repite asiento en la Cámara y está siendo investigado dentro del escándalo del ‘cartel de la toga’, y el actual gobernador, Jhoany Carlos Palacios.
Estos clanes y figuras políticas han conseguido, y conservado, el poder gracias al mismo mecanismo por el cual, algunos, fueron investigados y condenados: corrupción.
Todo el mundo lo sabe y lo comenta en el Chocó, pero, por supuesto, nadie lo denuncia y al contrario; ya está completamente normalizado entre sus pobladores. ¿Por qué?
En primer lugar, como ya fue mencionado, por la idea de familia extendida. “El voto porque te conozco y por agradecimiento aquí cala mucho”, comenta Ana María Arango, directora de la Corporaloteca de la Universidad Tecnológica del Chocó (Utch).
En segundo lugar, debido a las condiciones de pobreza (58,7% de los habitantes están en esta condición según el Dane), miseria (32,24%) y necesidades básicas insatisfechas (79,18%) que hay en el departamento, pues como explica Dilton Martínez, coordinador del Comité Cívico por la Salvación y la Dignidad del Chocó, los políticos se aprovechan de las angustias de la gente.
Maruja Uribe, una ciudadana de Quibdó, cuenta: “Mama siempre decía: ‘En nuestra población hay mucha gente ignorante y mucha miseria. Y al ignorante se le engaña y al miserable se le compra’”. Les prometen 20, 30 o 50.000 pesos por su voto; la realización de obras necesarias para su municipio, o un empleo (en una región cuya capital tuvo una tasa de desempleo del 18% entre marzo y mayo de 2018, según los Indicadores del mercado laboral del DANE; la más alta entre las capitales del país). Y precisamente los pocos empleos formales que hay en el departamento provienen mayoritariamente del Estado, representado en las entidades a las cuales llegan los mismos con las mismas.
Y en tercer lugar, porque la política tiene tan desesperanzados a los chocoanos que “no es raro encontrar cualquier ciudadano que diga: “si a mí me dan mis 50.000 pesos, yo voto por el candidato, porque igual no voy a ver más ni al gobernador, ni al alcalde, ni voy a tener más ningún beneficio”, afirma Martínez. El gobierno nacional, en sus tres ramas del poder, tiene abandonado al Chocó y el local lleva años robándolo. Lo que pagan los corruptos por el voto, luego lo recuperan desde sus cargos.
En términos generales, la población del Chocó ve su voto más como una moneda de cambio, que como una herramienta de participación política y de transformación social. A tal punto, que es imposible que un candidato resulte elegido si no es a través de la corrupción y la maquinaria.
Las pasadas elecciones presidenciales, sin embargo, cambiaron la regla, según los ciudadanos. Miles de chocoanos, convencidos, se movilizaron y salieron a votar libremente por Gustavo Petro, el candidato del movimiento Colombia Humana.
“Yo bajaba por los pueblos del Atrato, donde hay tanta pobreza”, relata Maruja Uribe. “Y veía a la gente ‘petronizada’. No salía a buscar quién le pagara por el voto sino que tenía claro por quién iba a votar. Me gustaba pese a que no era mi candidato, porque yo dije ‘sí se puede’. Sí podemos comenzar a cambiar ese esquema de que si no hay plata no hay voto”.
Según Hermencia Palacio, una de las coordinadoras de la campaña de Petro en Chocó, “la gente prestaba sus carros personales para llevar a otros a votar. Y hubo algunos que pusieron buses intermunicipales para llevar a la gente”.
Además, según Keyner Palacio, el otro coordinador en Chocó, “fue tanta la empatía que generó la campaña de la Colombia Humana, que la misma gente la ayudó a construir. En primera vuelta se aprovecharon incluso de los buses que puso Germán Vargas Lleras para salir a votar; pero para ir a votar por Petro”.
“En medio de todas las dificultades, hubo un torrente de personas que encontraron en los postulados de Petro una esperanza”, dice Martínez.
“Petro era la esperanza”: casi que repiten todos.
Los motivos por los cuales Gustavo Petro se impuso en el Chocó y caló tanto entre sus habitantes, hacen parte de un proceso de varias décadas que incluye distintos elementos. No fue un ‘Big Bang’, como aclara Jorge Salgado, director del periódico Chocó 7 Días.
La expedición de la Ley 70 de 1993, que reconoce y protege la identidad de las negritudes, y garantiza la igualdad de sus derechos, marcó un hito dentro de la organización de las comunidades del Chocó.
Según el académico Néstor Emilio Mosquera Perea, en ese momento los partidos tradicionales se opusieron al proyecto. Pero, tal y como sucede ahora, las comunidades se unieron y lograron sacar adelante la ley.
Este hecho puso de lado a los políticos y permitió que el Chocó se diera cuenta de que de la mano de los políticos no iba a conseguir nada y que asumiera la dirección de su destino a través de los paros cívicos. El peso electoral no significa para el departamento ningún tipo de cambio, pues “se gana más con un paro, que con 8000 votos”, explica el académico.
En 2016 y 2017 se realizaron paros para, una vez más, pedir por los derechos que siguen ausentes en el Chocó. Gustavo Petro, entonces, fue el primero de los precandidatos en comprometerse con el cumplimiento de los acuerdos hechos entre el Gobierno Nacional y el Comité Cívico por la Dignidad y Salvación del Chocó. Ningún otro candidato lo hizo, además de Humberto de la Calle, según Collazos, quien fue su directora programática en el departamento.
Casi que a partir de ese momento fue que el Chocó empezó a definir cuál era el candidato que mejor representaba sus intereses. Pues entre las peticiones del paro se encontraba el diferendo limítrofe de Belén de Bajirá, un tema por el cual se descalificaban como candidatos presidenciables para el departamento a Sergio Fajardo (por ser antioqueño y tener una posición ‘blanda’ para los cambios estructurales que necesita la región) y a Iván Duque (porque su jefe político, Álvaro Uribe, además de ser antioqueño, fue el presidente que permitió la demanda a la ordenanza que declaraba a Belén de Bajirá un municipio del Chocó).
Germán Vargas Lleras, por su parte, era el candidato del oficialismo, con el cual se fueron todos los políticos tradicionales del Chocó. Entre ellos, el gobernador, el alcalde de Quibdó (que es de Cambio Radical) y el representante Nilton Córdoba (el político que actualmente concentra el electorado más grande de la región).
Pero, además de las prevenciones que tenían los chocoanos por ser el candidato que representaba todo el poderío del Estado, Vargas Lleras se convirtió en una figura bastante polémica dentro de la población después de que en el paro de 2017 afirmara que en ese departamento “hay mucha corrupción” y que “toda la plata que mandaban acá se la robaban”, de acuerdo con Sterlin Londoño, vicario de la Diócesis de Quibdó.
Humberto de la Calle movió a algunas personas, porque sin duda alguna el acuerdo de paz de las Farc es un tema de suma relevancia en el departamento; prácticamente toda la población apoyó el plebiscito, porque prácticamente toda la población es víctima del conflicto. Pero se hizo evidente que De la Calle no lograría llegar muy lejos en las elecciones, en parte, debido a la falta de apoyo de su propio partido.
Pero fueron las propuestas de gobierno de la Colombia Humana las que terminaron de alinear a la población que, frente a todo, decidió apostarle al candidato que, para ellos, representaba el cambio. Que representaba la esperanza.
“Obviamente el discurso de Petro tenía que calar, porque es el discurso de la redistribución de la riqueza, de la equidad social, del respeto de los derechos humanos, de la autonomía de los pueblos”, dice emocionado Martínez. Se trataba, en síntesis, de las mismas luchas que desde hace tiempo estaba impulsando el comité.
Dentro de los convencidos, hubo gente de todos los sectores de la población chocoana, incluidos los jóvenes, quienes participaron activamente de todo el proceso electoral, otra de las novedades que dejaron las pasadas elecciones. Algo que no había ocurrido hasta el momento con ningún candidato en ningún proceso electoral, según Aristides Valenzuela, coordinador de la mesa de juventudes del Comité Cívico por la Dignidad del Chocó.
“Los jóvenes vimos en la Colombia Humana esa esperanza de que de pronto pudiéramos tener la oportunidad de explotar todos los talentos que tenemos en nuestra región y quizá poder cambiar hasta el nivel de vida de nosotros”, afirma Valenzuela.
El candidato de la Colombia Humana se ganó, entonces, el apoyo de los sectores más activos de movilización social en el departamento: el Comité Cívico por la Dignididad y Salvación del Chocó, la Unión de Maestros del Chocó (Umach) y los estudiantes. Y fue así como logró que mayoritaria y voluntariamente, las masas se sumaran a él.
“Petro fue un fenómeno. Rompió muchos esquemas, y nos dio una luz de esperanza de que sí se puede. Podemos ser pobres, y podemos ser ignorantes, pero la gente la tenía clara. Veían un tema de dignidad: no queremos más. Pese a todo, no queremos más”, aclara Maruja Uribe.
Tradicionalmente en el Chocó, en las elecciones presidenciales, ganaba el candidato que más apoyo tuviera de los partidos tradicionales. Por lo cual fue una sorpresa que en los últimos comicios electorales se impusiera la voluntad popular por encima de la maquinaria.
“Pese a que teníamos en contra a los alcaldes, que estaban apoyando primero a Vargas Lleras y después a Duque, la gente decidió salir a votar por la opción diferente”, cuenta Keyner Palacio.
Para la primera vuelta, el candidato de la Colombia Humana logró imponerse en 17 de los 30 municipios del Chocó y consiguió 49.552 votos (el 42,98% del total). Iván Duque, sacó 30.136 votos (26,14%) que le permitieron hacerse a 8 municipios. Y aunque también se cuentan como votos de opinión, provinieron de territorios que en su mayoría son colonias antioqueñas, como el caso de El Carmen de Atrato; zonas con fuerte presencia del paramilitarismo, como Acandí (que según algunos analistas de la zona pudieron coaccionar el voto), o lugares en donde se mueve mucho el comercio paisa y la minería.
Vargas Lleras, por su parte, obtuvo 24.343 votos (21,11%) y consiguió ser la primera opción en los 5 municipios restantes debido a que, para muchos, los alcaldes de esos territorios “hicieron bien la tarea”.
La verdadera lucha por el poder, sin embargo, se dio cuando Gustavo Petro pasó a segunda vuelta. Tal y como ocurrió en el resto del país, los partidos tradicionales se aglutinaron alrededor de la figura de Iván Duque. Una decisión preocupante para gran parte de la población chocoana debido a la fuerte resistencia que tiene Álvaro Uribe Vélez y su partido en el departamento.
Asimismo, y contrario a lo que se decía en el resto del país, de acuerdo con Mosquera Perea, “la polarización sirvió en el Chocó porque le ayudó a la gente a ubicarse políticamente”.
El 17 de junio Gustavo Petro ganó nuevamente en 17 municipios (aunque no fueron exactamente los mismos que en la elección anterior) con una votación de 69.448 votos (58,82%). Duque sacó 46.289 votos (39,21%) y se quedó con algunos de los municipios que había ganado Vargas Lleras.
*En este mapa se pueden ver los municipios en los que ganaron Gustavo Petro, Iván Duque y Germán Vargas Lleras en la primera vuelta, y el cambio que dieron algunos en la segunda vuelta.
Tal y como suele ocurrir en las elecciones presidenciales, el abstencionismo estuvo alrededor del 60% en el Chocó en las dos vueltas. Pero resulta interesante que aún con todos los políticos tradicionales del departamento volcados hacia Duque, el candidato del Centro Democrático logró aumentar su votación en 16.000 votos; mientras que la de Petro subió en más de 26.000 y sin apoyos logísticos. “Hasta faltó apoyo de transporte para la gente. Porque en el Chocó es muy complicado moverse, pues el 45% de la población vive en las cabeceras municipales, el resto en los poblados”, explica Rodrigo Córdoba, abogado en el departamento.
Y aún con esas dificultades, Duque ni siquiera logró superar en segunda vuelta la votación que tuvo Gustavo Petro en primera; y los 13 municipios en donde se impuso en junio tuvieron una votación bastante pareja.
Finalmente, como dice Salgado, ganó el que perdió y ocurrió lo imaginado: Iván Duque resultó elegido Presidente de la República. Pero en el ambiente húmedo del Chocó quedó la sensación, y la convicción, de que si el pueblo se une y vota a conciencia, podría cambiar el futuro del departamento.
Petro solo fue la imagen del momento, porque si no hubiera sido él, “sino cualquier otra persona que hubiera tenido ese mismo discurso, igual lo hubiéramos apoyado porque las necesidades están ahí, no nos estamos inventando nada”, justifica Dilon Martínez.
“Petro fue un fenómeno: un terremoto político. Pero no es Petro, es algo más profundo”, sostiene Salgado. Es el despertar del voto de opinión en el Chocó.
“Ahora los políticos tradicionales están muy preocupados”, dice con mofa el abogado Córdoba, “porque el último alcalde de Quibdó salió con 21.000 votos, más o menos. Y en la segunda vuelta de este año, se sacaron 23.000 de Petro, contra 11.000 de todos los que se unieron para Duque”.
Una votación que, sin mucho análisis, podría ser concluyente en octubre del próximo año para cambiar a los políticos de siempre en los cargos regionales de más poder del departamento.
Las opiniones entre los ciudadanos, sin embargo, oscilan entre el pesimismo y el optimismo, debido a que las dinámicas electorales que operan en los comicios regionales son muy diferentes a las de las presidenciales. “En las regionales si no hay plata, no hay voto”, sentencia Uribe.
Incluso quienes apoyaron de frente la campaña de la Colombia Humana, y salieron ampliamente ganadores en mayo y junio de este año, se sienten con miedo de que todo el esfuerzo alcanzado hasta el momento se pierda al volver el ‘modus operandi’ de los políticos de la región.
Más aún cuando, ante los ojos de algunos, los partidos tradicionales están aceitando nuevamente sus maquinarias, y ya se están perfilando para llegar a la gobernación algunas de las figuras más conocidas del departamento, como el exministro de ambiente del gobierno Santos, Luis Gilberto Murillo, quien ya estuvo en la gobernación en dos ocasiones y en las dos fue destituido.
Además, con la victoria de Astrid Sánchez Montes de Oca en la Cámara, se dio el regreso del clan Sánchez al poder. “Y acá pueden decir que gana el que diga Patrocinio”, afirma Napoleón García, coordinador de la Mesa de Observación Electoral (MOE) en Chocó.
Esta situación se suma a la sensación entre los petristas de que el departamento no cuenta con las figuras necesarias para liderar un proceso electoral que termine con un candidato en un puesto importante de poder.
Y de igual manera, se sabe que la gobernación es un puesto muy difícil de conseguir si no se tienen los recursos económicos, porque “el nivel de conciencia en los municipios no es suficiente como para elegir a una persona diferente a los partidos tradicionales”, explica Martínez.
Todos estos elementos hacen que, en general, la imagen sea de desasosiego en cuanto alcanzar el primer cargo popular de las regionales.
Para la Alcaldía de Quibdó, no obstante, algunos creen que es posible que ocurra algo diferente porque la capital sí concentra un número importante de votos de opinión que podrían llevar a pensar que la gente que estuvo con Petro considere mantener su posición independiente. Más aún porque para Ana María Arango, “después del fenómeno la gente quiere, pide, un cambio”.
En todo caso, el coordinador de la Colombia Humana en Chocó aclara: “nos toca esperar a que se vaya dando el proceso organizativo del movimiento a ver si surgen nombres que le llenen los requisitos a la gente en el término de sus expectativas”.
El Centro Democrático, por su parte, aprovechando su posición en el gobierno, ya está comenzando a trabajar por tener candidato para gobernación y alcaldías de los diferentes municipios. De acuerdo con Rufino Córdoba, coordinador del partido en el Chocó, la orden desde arriba es tener candidatos en todo el país, en todos los municipios y departamentos, como estrategia inicial, porque “las elecciones que se avecinan son la primera piedra para las elecciones presidenciales”.
Pero si el candidato no tiene la fuerza que es, les toca hacer coaliciones con candidatos con posibilidad de triunfo. “La idea es ganar con los nuestros o con coalición”, sentencia el coordinador del Centro Democrático.
Con todo esto es evidente que todavía no hay un panorama electoral muy claro para los comicios de 2019. Lo que sí es claro es que las últimas elecciones despertaron en la población una expectativa real de poder.
Quién sabrá mantener y trabajar ese ímpetu sigue siendo una incógnita y el cambio de las condiciones del departamento sigue siendo un sueño que se sigue reclamando principalmente a través de los paros cívicos del departamento.
Mientras tanto, como dicen los cantos del paro cívico, “¡el pueblo no se rinde, carajo!”.