—Acá sí que se siente el frío—, le dice un hombre a una mujer mientras se termina de abotonar la chaqueta de lana de oveja que lleva puesta. Son las 2:00 de la tarde de un viernes de junio. La temperatura no supera los 10° en Silvia, uno de los 54 municipios del departamento del Cauca. Allí los niños y niñas de la nación indígena Misak, quienes habitan el territorio de Guambía y por ello se les conoce también como guambianos, nacen en la casa con parteras o en el hospital a través de parto natural.
Los Misak son una nación indígena descendiente del cacique Payán. Según el censo del 2005 realizado por el Dane y datos de 2006 del Consejo Regional Indígena del Cauca, Cric, se estima que hay 33.670 Misak, organizados en 7.550 familias. Desde enero de este año, la gobernadora de esa nación es una mujer: mama Liliana Pechené, elegida por el mismo pueblo, pues dicen estar en la época donde el mandato lo deben ejercer las mujeres.
En muchas ciudades colombianas la partería tradicional es un saber ancestral que se ha ido perdiendo: los partos en hospitales occidentales y las cesáreas programadas han hecho que parir en la casa sea visto como una práctica arcaica y peligrosa y que la cesárea en vez de ser excepcional sea una práctica generalizada. Una moda, en una sociedad para la que la moda, no incomoda.
Pero los Misak de Silvia siguen naciendo como lo han hecho durante siglos y para preservar esta tradición la IPS-I Mama Dominga y un grupo de parteras tradicionales de su comunidad, unió esfuerzos y conocimientos para propender por el bienestar, la salud y el derecho de cada mujer a elegir en qué lugar quiere tener el parto. Un trabajo que ya arroja resultados positivos.
A 15 minutos del pueblo, por una carretera destapada y rodeada de montañas y pinos, se encuentra Sierra Morena, Casa Medicinal en la que los Misak preparan sus medicinas con base de plantas que recogen de las montañas. Plantas que también sirven para atender los partos, entre ellas: perejil, limoncillo, cáscara de limón y ruda.
La casa es blanca. Los indígenas dicen que es un sitio recuperado a los terratenientes españoles. No hay espejos, las paredes tienen líneas azules y rojas. La cocina es grande y el fogón es de leña. El patio es en el centro de la casa, y allí tienen sembradas plantas medicinales. Frente a la cocina está el laboratorio, donde preparan sus medicinas. Allí se encuentra Mama Antonia Yalamba Calambaz. Sus manos huelen a yerbabuena, a póleo, o a cualquier medicamento que ella misma prepara. Es una de las parteras que ha recibido en sus manos a más niños y niñas Misak. Son tantos que si reuniera a cada uno podría armarse un campeonato mundial de fútbol, contando jugadores suplentes.
—Acá no es como en muchos hospitales que dejan a la mujer en la camilla de hierro. Acá en la casa el parto es en cuclillas. Se les dan plantas medicinales como ruda y yerbabuena para que calienten el cuerpo. En el hospital dan guantes, tapabocas, eso no más les dan. Nosotros les damos alimentos propios para que calienten el cuerpo. Afirma mientras prepara medicamentos.
En el mundo fallecen cada día más de 800 mujeres a causa del embarazo. En Colombia en el año 2014 la mortalidad materna fue de 51 por cada 100.000 nacidos vivos. A esto se le suma que el número de partos programados por cesárea en Colombia se ha disparado: a pesar de que la Organización Mundial de la Salud, OMS, recomienda que solo el 15% de los partos sea realizados a través de esa práctica, en el país, la cifra ya supera el 46%.
Saliendo de Sierra Morena, a través de otra carretera destapada, a 25 minutos en jeep, se encuentra la vereda Las Delicias: Allí se dedican a la agricultura de papa, orégano, cilantro, y el cultivo de trucha. Frente al río Piendamó se encuentra el hospital Mama Dominga: una mezcla de costumbres occidentales y del pueblo Misak. Desde la década de los 80, los habitantes de Silvia y la comunidad Misak encontraron en el lugar otra forma de tratar sus problemas de salud.
Marleni Morales es enfermera. Sus hijos no nacieron en su casa ya que sus embarazos fueron de alto riesgo. Asegura que cuando una Misak contrae embarazo, primero acude a las parteras, por ser mujeres de confianza.
—Antes de la llegada de Mama Dominga, todos los partos eran domiciliarios, ahora es un 50-50, y se redujo considerablemente la mortalidad. Acá cuando la maternita elige tener el parto en casa y es parto normal, no hay problema. Por ser un hospital que trabaja con ellas y está dentro del resguardo, tenemos la posibilidad de que la partera asista en el momento del parto. Los médicos les permiten entrar.
Las parteras vienen trabajando con el hospital a través de un programa que busca el beneficio de las maternas y de los neonatos: el primer sábado de cada mes se reúnen con personal del hospital para hacer pedagogía frente al tema de partos y asuntos de primera infancia; de esta manera, cuando un parto es de alto riesgo, son las mismas parteras las que avisan al hospital, reduciendo así las probabilidades de muertes perinatales y maternas.
En el plan de vida de los Misak se contemplan unos subprogramas de salud, entre ellos el recuperar sus saberes ancestrales, de allí la idea de estimular el parto a través de su cosmogonía.
En Mama Dominga no se practican cesáreas, ya que es un hospital de primer nivel. Por su lado las parteras tradicionales, cuando atienden los partos en sus casas, ven en el calor, el cuerpo caliente y las bebidas calientes, los puntos inamovibles para que puedan hacer su trabajo; no lo hacen por dinero, lo hacen por convicción.
El transporte en jeep es de los más comunes en las zonas rurales de Colombia. Regresando del hospital al pueblo, Juan Sebastián Muñoz Sandoval, Médico general del hospital, asegura que lo ideal es que durante los partos ambas formas de realizarlo se complementen. Asevera que, como médicos, ellos propenden por la práctica occidental, pero las parteras llevan haciéndolo muchos siglos a su manera y les ha funcionado.
—A veces las parteras avisan acá, entonces lo que sí se hace es tratar en lo posible que cuando tengan el niño lo traigan para revisarlo, o nosotros vamos y hacemos visitas domiciliarias. Acá se trata de que todos sean vaginales. Los que son por cesáreas es porque son estrictamente necesarios y se remiten a Popayán.
Sandoval Muñoz también asegura que el tema de las cesáreas en el país es una exageración y además de ello, una contradicción pues la cifra es más alta en las ciudades donde hay más ginecólogos.
Cuando un Misak viene (en la concepción Misak vienen, no nacen), lo primero que hace la madre es enterrar el ombligo en la tierra, debajo del fogón.
—Para los Misak, las relaciones humanas se tejen alrededor del fogón— El hombre o la mujer Misak pueden tejer y conocer el mundo, salir de casa, enfrentarse a otras realidades, pero siempre deberá recordar que su territorio se marcó el día que ese hilo de vida fue enterrado, siempre deberá destejer y regresar al lugar de donde salió.
Francy Muelas se encuentra en Sierra Morena acompañando una reunión del Cabildo, mientras recibe un plato de sopa de maíz, me cuenta que ella “lastimosamente” tuvo a sus hijos en el hospital occidental en Popayán.
—En el hospital a mí me dio duro ya que es en salas preparadas de occidente. Uno tiene que hacer lo que los doctores digan. A mí me brindaron comidas frías, ahí en Popayán no había qué consumir, entonces me tocó consumir más que todo arroz, pero aguantar tampoco podía, porque estuve tres días hospitalizada. Pero igual en la casa me hicieron todo con las plantas calientes, me sacaron ese frío que había absorbido. Gracias a mi madre y a las abuelas que supieron hacer todo ese ritual.
No todos los dedos de las manos son iguales, y aún con el trabajo mancomunado entre parteras tradicionales y el hospital occidental, hay quienes prefieren los partos por cesárea, según lo expresó la Misak Marisol Almendra, después de narrar cómo fue su parto tradicional. Para ella, el parto natural es doloroso. “Yo estaba sangrando por la nariz y por la boca. De ahí ellos me llevaron al hospital, yo no me acuerdo de nada. Solo me acuerdo que me llevaron a Mama Dominga y de ahí directo a Popayán porque estaba muy grave. Me llevaron en ambulancia. En Popayán estuve siete días. En cuidados intensivos.”
Son varios puntos positivos que se fomentan con el trabajo entre hospital y parteras, además de la reducción de muertes perinatales y maternas, el respeto por los derechos sexuales y reproductivos, y la prevención de violencias de género son aspectos que se fortalecen.
Lo reafirma el doctor Babatunde Osotimehin, Director Ejecutivo del fondo de Población de las Naciones Unidas, en América Latina, quien dos días después del día Internacional de la partera, celebrado el 5 de mayo, señaló: “cada año más de 300.000 mujeres mueren durante el embarazo y el parto, alrededor de tres millones de bebés no sobrevive al primer mes de vida. La mayoría de ellos podrían haberse salvado si hubiesen tenido acceso a la atención de parteras debidamente capacitadas en el marco de sistemas de salud sólidos”.
Con la capacitación adecuada a las parteras tradicionales, Colombia ayudaría a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, especialmente el objetivo 3.2 que espera para 2030 poner fin a las muertes evitables de recién nacidos y de niños menores de cinco años.
En Silvia las mujeres no temen embarazarse, ya que la procreación es un acto estimulado desde el cabildo, es un articulador de su cosmovisión, en otras palabras, sienten que la vida es una alegría, no una epidemia. Y el parto, o mejor, el momento en el que los niños Misak llegan al mundo, es el comienzo de esa alegría.