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Falso
La congresista Katherine Miranda, del partido Alianza Verde, publicó un trino en el que anunció la radicación de un “proyecto de ley para la legalización de la marihuana en Colombia”, mensaje que acompañó con una ilustración según la cual esa droga produce cero muertes y las bebidas alcohólicas, en cambio, matan a 40.276 personas cada año.
El meme no da ningún contexto, más allá de un texto pequeño a favor del autocultivo en la parte de abajo. No dice la fuente de los datos. Colombiacheck encontró que es un afiche viejo y extranjero, que sus cifras están alejadas de la escasa información pública que hay al respecto en el país y que, además, admiten interpretaciones que no corresponden del todo con la evidencia científica, a pesar de que esta sí indica que el cannabis es más seguro que el alcohol. Por tanto, calificamos la imagen como falsa.
Los números citados ni siquiera están en la exposición de motivos de la iniciativa de reforma constitucional para permitir la regulación del consumo adulto de cannabis que fue firmada por Miranda y otros 20 congresistas de cinco partidos, encabezados por los representantes liberales Juan Fernando Reyes Kuri (Valle) y Juan Carlos Losada (Bogotá). En cambio, por medio de Google, es posible comprobar que las mismas estadísticas llevan años circulando en distintos países, incluida Colombia.
Uno de los hijos del expresidente Juan Manuel Santos, Martín, publicó un trino con el mismo gráfico en septiembre de 2018. Aunque lo eliminó, en su momento fue reseñado por medios de comunicación que lo insertaron en sus notas. Estas confirman que contenía los mismos datos y que Santos Rodríguez lo acompañó con un mensaje que decía: “Lo que mata es la ignorancia”, igual al título del gráfico que compartió la representante por Bogotá el pasado 19 de julio.
Al hacer la búsqueda inversa de la imagen, aparecen sobre todo viejas entradas de blog de Colombia, Argentina y España. El resultado más antiguo es un mensaje publicado en Twitter el 25 de julio de 2012 por el entonces senador chileno Fulvio Rossi que, dos semanas después, presentó un fallido proyecto para despenalizar el autocultivo de cannabis en su país. “Me mandaron este afiche. Lo comparto”, escribió.
De modo que el meme se originó en Chile hace ocho años, pues se refiere al debate sobre el autocultivo que se estaba dando allá en ese momento. A pesar de esto, el origen de las cifras tampoco era claro en ese país. Mucho menos lo es ahora en Colombia.
Como supuesta fuente de los datos, la jefa de prensa de la congresista bogotana le envió a Colombiacheck la Estrategia Nacional de Respuesta Integral frente al Consumo de Alcohol en Colombia, elaborada por el Ministerio de Salud y la Universidad Nacional, que fue publicada en 2013. Pero las estadísticas de la imagen viral tampoco están ahí.
La única mención a la marihuana dice que esta droga es la segunda sustancia con más reportes de consumo reciente por parte de pacientes atendidos en urgencias, con 1,1 por ciento. La primera es el alcohol, con 12,2 por ciento.
El documento también dice que al licor se le atribuye el 6,2 por ciento de todas las muertes de hombres en el mundo y 1,1 por ciento en el caso de las mujeres. Con base en un estudio de 2002, agrega que la proporción de decesos asociados a la bebida en América Latina es 5,4 por ciento. Esto equivale a unas 200.000 personas al año en toda la región (incluyendo el Caribe), con base en las estadísticas de mortalidad que lleva la División de Población de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Los datos sobre Colombia son menos claros. MinSalud cita las consideraciones del Decreto 120 de 2010, que tomó medidas para prevenir el consumo de alcohol en el país, donde se refieren a las personas que estaban bajo sus efectos al morir en distintas circunstancias: “Así ocurría en el 57,14 por ciento de los fallecidos en accidente laboral, en el 38,75 por ciento de los muertos en accidentes de tránsito, en el 33,33 por ciento de muertos en otros accidentes y en el 44,44 por ciento de los fallecidos por homicidio”.
Aplicando esas proporciones a las muertes por esas mismas causas en el informe Forensis más reciente del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, que es el de 2018, las cifras serían: 182 muertes bajo los efectos del alcohol por accidentes laborales, 2.666 en eventos de transporte, 1.025 en otros accidentes y 5.177 homicidios. Para 2019, con base en el boletín estadístico de diciembre, serían 5.168 asesinatos y 2.592 casos por accidentes de transporte (los demás no están discriminados entre laborales y otros).
El texto del Ministerio también le atribuye al decreto el haber informado sobre una tasa de 35 por ciento de personas que se suicidaron tras haber consumido bebidas alcohólicas, pero ese dato en realidad no aparece allí. Sin embargo, al calcular el porcentaje sobre los datos de suicidio de Medicina Legal, habrían sido 924 personas en 2018 y 894 en 2019.
Las sumas para cada año son muy inferiores a lo que dice el meme. Aunque faltarían las muertes por intoxicación etílica o enfermedades asociadas al licor, como la cirrosis o ciertos cánceres, la estrategia de MinSalud no contiene cifras al respecto. Así que es imposible que los datos compartidos por Miranda hayan salido de ahí.
Forensis, por su parte, contiene los datos de algunas muertes violentas que se relacionan con el alcohol por las circunstancias o el lugar en que ocurrieron. Así, 329 de los 11.650 homicidios que hubo en Colombia en 2018 fueron en sitios de esparcimiento con expendio de bebidas alcohólicas, igual que tres de los 2.642 suicidios. Sin embargo, esto no implica una relación causal en estos casos ni la descarta en los demás.
Entre tanto, solamente una de las 1.343 muertes accidentales de hombres sobre las que existen datos circunstanciales ocurrió en estado de embriaguez, frente a ninguna de las mujeres. Pero esta embriaguez, de acuerdo con el mismo informe, no siempre es alcohólica. La guía del Instituto de Medicina Legal para determinar la existencia de esa condición dice que también puede ser causada por otras sustancias o incluso por la mezcla de estas con licor.
Los datos específicos sobre la relación del consumo de marihuana u otras drogas con diferentes causas de muerte son todavía más esquivos. En la Política Integral para la Prevención y Atención del Consumo de Sustancias Psicoactivas solo dice que 4 por ciento de las muertes en el mundo se le pueden atribuir al alcohol, o sea entre 2 y 2,4 millones al año con base en las estadísticas de la ONU. El mismo dato para otras drogas está ausente.
La Estrategia Nacional para la Promoción de la Salud, la Prevención y la Atención del Consumo de Sustancias Psicoactivas 2014-2021 tampoco da mayores datos. Señala a Medicina Legal como la entidad responsable de llevar las estadísticas al respecto, pero ni en sus observatorios ni en sus publicaciones hay cifras detalladas sobre la mortalidad asociada a cada droga por diferentes causas.
El jefe de prensa nos remitió al Instituto Nacional de Salud (INS), pero esa información tampoco se especifica en sus boletines sobre intoxicaciones, que incluyen todos los casos, no solo los mortales. Tampoco está en los estudios publicados en el Informe Quincenal Epidemiológico Nacional (IQEN) de 2013 a 2018, el último año en el que salió, a pesar de que hubo artículos dedicados a las intoxicaciones y sobre mortalidad por diferentes causas, donde los psicoactivos se agrupan sin discriminar cada sustancia.
Pese a todo lo anterior, la pregunta por la relación entre muertes por distintas causas y consumo de marihuana se puede responder de manera más general.
La doctora Paola Cubillos, integrante de la junta directiva de la Asociación Médica Colombiana de Cannabis Medicinal e investigadora experta en esa sustancia, empieza por aclarar que “esto es mucho más complejo que lo que cualquier político puede decir en tres líneas de un tuit”. Hasta donde se sabe, es prácticamente imposible que la marihuana mate por sí sola pero sí puede contribuir a otras causas.
La epidemióloga y bioestadista María Isabel Gutiérrez, investigadora de la Universidad del Valle y doctora en salud mental con énfasis en uso de sustancias psicoactivas, responde que la cantidad de muertes relacionadas con el consumo de marihuana “definitivamente no es cero”. Aunque confirma que esta droga es menos dañina que el alcohol, también advierte que “todo en exceso es malo”.
La Bolsa de Datos Globales de Salud (GHDx, por sus siglas en inglés) del Instituto de Métricas y Evaluación en Salud de la Universidad de Washington da cuenta de 340.000 muertes anuales por abuso de sustancias en el mundo. Poco más de la mitad se debe a desórdenes con el alcohol y el resto es la suma de otras drogas, donde la mayor cuota les corresponde de lejos a los opioides, con más de 100.000 casos, mientras que el cannabis no tiene ningún registro.
El médico César Augusto Giraldo, pionero de la ciencia forense en Medellín y profesor de la Universidad CES, ratifica que “en la literatura científica no hay descripción de muertes por sobredosis de marihuana”. Su afirmación coincide con la información del Instituto Nacional para el Abuso de Drogas de Estados Unidos. En contraste, la intoxicación por alcohol mata a seis personas diarias solo en ese país, según sus Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
Giraldo es autor de Medicina forense (Temis, 2009), un libro citado varias veces en la exposición de motivos del proyecto de acto legislativo sobre el cannabis. Por ejemplo, es una de las fuentes a pie de página en donde la sustentación de la iniciativa dice que el uso de la marihuana “no lleva [al] síndrome de abstinencia, no suele inducir tolerancia, [ni] decantar en muerte por sobredosis o ser un factor de enfermedades degenerativas”, en contraste con el tabaco y el alcohol.
Esto no quiere decir que sea una droga inofensiva. Los mismos CDC advierten que de todas formas existe un riesgo de envenenamiento cuando el cannabis se consume en comestibles o bebidas, pues la dosis es más difícil de controlar y los efectos tardan más en aparecer que al fumar, por lo que la persona puede ingerir cantidades peligrosas antes de darse cuenta. Esto es particularmente grave para los niños, pues ha habido casos en los que han requerido atención de urgencias por intoxicaciones serias al confundir estos productos con golosinas aptas para ellos.
La doctora Cubillos agrega que la forma en la que se metaboliza el principal componente activo de la marihuana, el tetrahidrocannabinol (THC), potencia su capacidad de llegar al cerebro cuando se ingiere en lugar de fumarlo. Este cambio se produce al pasar por el hígado, que lo procesa diferente.
Un estudio de 2004 calculó la tasa de seguridad de varias drogas con base en sus dosis efectivas y letales. Mientras el alcohol obtuvo 10 puntos, la marihuana sacó más de 1.000 y resultó ser la más segura de todas en las condiciones y supuestos que se tuvieron en cuenta: que cada sustancia hubiera sido administrada sin combinarla con otras y que los individuos (humanos o animales) no hubieran desarrollado tolerancia previa, entre otras.
No obstante, como lo explica la investigadora Cubillos, la marihuana tiene contraindicaciones incluso cuando su uso es medicinal, que ya es legal en Colombia. En YouTube está el video completo de su intervención en un seminario al respecto, organizado por la Clínica las Américas en agosto de 2019.
La misma especialista aclara que mucha de la literatura científica sobre posibles efectos secundarios está basada en reportes de casos por consumo “recreativo”, porque la prohibición dificulta hacer estudios al respecto. Así lo manifestó la Asociación Americana del Corazón en una declaración del pasado 5 de agosto, sobre la necesidad de flexibilizar las políticas federales contra la marihuana en Estados Unidos.
La razón de este pronunciamiento es, precisamente, que el consumo de cannabis va en aumento en ese país. Entre tanto, hay evidencia preliminar sobre sus posibles implicaciones negativas en el sistema circulatorio de los consumidores. “Podría estar vinculado con un mayor riesgo de infartos, fibrilación atrial [una especie de arritmia] y fallas cardíacas”, escribió la organización médica estadounidense. Por eso, insistió en la necesidad de indagar más.
La misma institución reportó, en diciembre pasado, dos estudios que se suman a la evidencia de que el consumo de cannabis también está asociado con un aumento en el riesgo de accidentes cerebrovasculares como isquemias y hemorragias en consumidores de diferentes edades, en especial jóvenes que usan esa sustancia con frecuencia. Lo que falta establecer en este caso es de qué manera se produce la relación entre ambas cosas.
A propósito de estos problemas, también hay que tener cuidado con la manera en la que el THC interactúa con algunos medicamentos. En particular, la doctora Cubillos señala que esta droga potencia el efecto anticoagulante de la warfarina y que esto “podría generar problemas” en los pacientes que la toman. También puede retrasar los resultados positivos de la inmunoterapia basada en nivolumab para tratar ciertos tipos de cánceres.
Un comité especializado de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos llegó a consenso en 2017 sobre estos y otros posibles efectos de la marihuana para la salud. Además, encontró evidencia sustancial de su asociación con problemas respiratorios, sobre todo la bronquitis crónica en personas que la han fumado por mucho tiempo, y psiquiátricos, como el desarrollo de esquizofrenia en usuarios frecuentes, entre otros.
“El daño pulmonar agudo que está descrito en consumidores eventuales o consuetudinarios puede ser más rápido con la marihuana”, afirma el neumólogo e internista Gonzalo Prada Martínez, con base en un número del New England Journal of Medicine publicado en marzo pasado. Allí aparece un reporte de 98 pacientes (dos muertos) con afecciones respiratorias al parecer derivadas del uso de cigarrillos electrónicos en Illinois y Wisconsin. Tres de cada cuatro de esas personas los habían utilizado con cannabinoides.
El artículo incluso motivó una editorial en la misma revista sobre el riesgo que estos aparatos representan, con independencia de la sustancia en su interior. Un pronunciamiento que se suma a el de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de Estados Unidos, que ya había recomendado “no utilizar productos de vapeo que contienen THC” desde el año pasado, porque ya había más de 1.000 reportes de casos similares en el país, incluyendo algunas muertes.
Por el lado de la salud mental, la doctora Cubillos recuerda que el cannabidiol (CBD) es un derivado que se puede usar en tratamientos antipsicóticos y antidepresivos. En contraste, el consumo sin control puede dificultar las recuperaciones y, sobre todo, no son claras sus implicaciones para personas con ansiedad o depresión, entre otros trastornos de base. Esta es una de las conclusiones en una revisión de literatura científica al respecto de 2017.
Los efectos de lo anterior sobre la mortalidad se pueden resumir más o menos igual. “La evidencia sugiere que el uso terapéutico de cannabis no aumenta el riesgo de daño a sí mismo o a otros”, dice el documento científico. Mientras tanto, es “moderada” en lo que se refiere a una posible mayor tendencia a la ideación y los intentos suicidas entre usuarios más intensos, de acuerdo con la calificación de las Academias estadounidenses.
En cuanto a otras muertes violentas, hay evidencia científica sustancial que relaciona al cannabis con un incremento en las probabilidades de sufrir accidentes de tránsito, especialmente choques fatales, aunque todavía no es concluyente. Los efectos de la droga varían mucho de una persona a otra pero, según lo que se ha demostrado hasta el momento, tienden a dificultar las tareas que se hacen de manera más automática y que son necesarias para conducir de forma segura. Por ejemplo, aumentan los tiempos de respuesta ante los estímulos y el zigzagueo entre carriles.
Contrario al alcohol, que inhibe la atención y la capacidad de tomar decisiones más racionales, la marihuana deja espacio para comportamientos que pueden compensar los riesgos, como reducir la velocidad. Pero esto no necesariamente es suficiente para evitar desenlaces mortales.
De hecho, el peor escenario posible es la combinación de ambas sustancias, incluso en dosis que podrían ser insignificantes por separado. No obstante, el consumo de cannabis podría estar reemplazando el de alcohol, al menos en partes de Estados Unidos donde está aprobado el uso medicinal del primero, pues una investigación encontró una reducción en los accidentes de tránsito en los que al menos un conductor había bebido, en el consumo de licor en general, sobre todo entre adultos jóvenes, e incluso en el precio de la marihuana.
Por otro lado, un estudio publicado en junio pasado encontró una asociación entre la aprobación de leyes de marihuana recreacional y un aumento en las muertes por accidentes de tránsito en Colorado pero no en Washington, los dos primeros estados del país norteamericano en permitir este uso del cannabis, frente a sus respectivos controles sintéticos (modelos de lo que hubiera ocurrido allí mismo sin la aprobación de esa nueva norma, con base en una combinación de los datos de otros estados parecidos donde se mantenía la prohibición).
Esta otra investigación concluye que la diferencia se puede deber a factores relacionados con la regulación, su implementación o el contexto local de cada caso. El autor principal del artículo desarrollado por varias instituciones en Nueva York es el epidemiólogo colombiano Julián Santaella Tenorio, quien señala que “Colorado tiene una industria más grande [alrededor del cannabis], lo que puede llevar a que haya mayor disponibilidad”. De acuerdo con el texto, allá hay más del triple de tiendas al por menor de esa sustancia por cada 100.000 adultos en comparación con el estado de Washington.
En todo caso, sí existe la posibilidad de morir en un accidente por mezclar cannabis y gasolina.
En términos de violencia, la doctora Gutiérrez argumenta que el cannabis por lo general no produce la agresividad que sí se asocia con el alcohol. En cambio, señala que la legalización podría traer beneficios como la disminución de economías ilegales gracias al autocultivo y efectos positivos sobre poblaciones vulnerables afectadas por los conflictos actuales alrededor de la producción, el tráfico, la comercialización e incluso el consumo de la droga.
Cubillos coincide en la comparación con el alcohol, aunque duda del posible impacto en la reducción de la criminalidad, pues también depende de otros factores. “El mercado negro continúa funcionando en Canadá a pesar de la legalización del consumo adulto”, explica. Sin embargo, advierte beneficios en la eliminación de antecedentes judiciales por consumo que “le hacían más daño al proyecto de vida de los jóvenes que la misma droga”.
En términos generales, un estudio de 2010 encontró que el alcohol era la droga más dañina en el Reino Unido con 72 puntos en una escala sobre 100, contra 20 de la marihuana. Una de las grandes diferencias entre las dos está en la mortalidad, como se puede ver en la reproducción de uno de sus gráficos que hizo el diario The Economist. La investigación incluyó muertes específicas por la sustancia, que en el cannabis dieron cero, y relacionadas a ella por otras causas.
Otros factores analizados fueron la dependencia, la criminalidad y los costos ambientales, sociales y económicos. En todos, los puntajes del alcohol son más altos que los del cannabis.
Existiendo tantas comparaciones con base en evidencia científica en ese mismo sentido, la representante Miranda promovió en sus redes el proyecto de legalización con un meme de origen difuso que contiene información falsa y sin fuentes.