En esta vereda defienden la gastronomía, los licores autóctonos, la música y las fiestas, que son una mezcla de prácticas africanas y católicas. La comunidad practica la medicina tradicional, usando el conocimiento ancestral de plantas.
Dalia Mina, una de las tres promotoras de salud de la comunidad, tiene unas manos prodigiosas. Prepara los platos más exquisitos del Pacífico, contando que el sabor está en el amor que se le ponga a la cocina. La suya es una tacita de té, impecable y de platos, vasos y utensilios coloridos. Sobre la mesa sirve el tradicional tapao y rodajas apanadas de papa china, una especie de tubérculo entre la papa y la yuca, con un borde morado que la hace especial. A lo largo del río, los habitantes hacen trueques de pescado por papa china, la misma que secan al sol para transformarla en harina y con esta preparar mazamorras o tortas.
Estas son láminas de papa china, un tubérculo base en la alimentación de la comunidad. La ponen al sol para deshidratarla y con esta hacer harina para mazamorras.
Con la ortiga, una planta que genera escozor cuando roza la piel, también hacen tortillas. Las yurumanguireñas las convierten en un manjar. En las casas, cada familia prepara en botellas sus propios licores, que tienen como base el destilado de caña de azúcar así como variadas yerbas y condimentos. Las más famosas son el biche, el arrechón y el tumbacatre. “Cuando (estaba) la guerra nos querían prohibir los curados e imponernos la cerveza. Me negué, les respondí que no cambiábamos nuestro biche”, recuerda Jorge Aramburo o el Naka Mandinga.
Este es el tradicional tapao, un plato típico realizado con pescado y banano cocido. Es fuente de proteína y energía para comenzar el día.
En el comedor de Dalia, Junior Caicedo hace un recuento de las principales ceremonias de la comunidad. Junior es un adulto con alma de niño que pasa por la casa de “Mamá Dalia” casi todos los días. En Semana Santa, por ejemplo, así como hay procesiones y rezan en las estaciones, celebran el matachindé, una práctica que hace memoria de sus raíces afrincas. Hombres y mujeres toman hojas de colino y se disfrazan de matachines, usando máscaras mientras cantan y bailan. Matachindé es también el nombre de la agrupación musical que representó a Yurumanguí en el Petronio Álvarez, el Festival de Música del Pacífico que se celebra cada agosto.
Estas son las botellas en las que los yurumanguireños guardan sus licores artesanales, como el biche, el arrechón o el tumbacatre. El que está aquí es un biche que lleva por lo menos siete plantas. Cuando una mujer da a luz, le dan un sorbo para recuperar la energía.
Las festividades decembrinas comienzan a principios de ese mes con la celebración de La Purísima y luego con las Novenas del Divino Niño. “El 24 de diciembre los padrinos de los niños van a la iglesia y cantan arrullos hasta la medianoche cuando salen en procesión”, dice Caicedo. Los arrullos son cantos con letras hechas para los niños pero también a los santos, que relatan la cotidianidad, plegarias y alabanzas.
Entre el 26 y el 31 de diciembre la fiesta se prolonga. Junior se ríe recordando que el 28 además de ser el Día de los Inocentes es su fecha de cumpleaños. Y sí que es especial porque realizan las actividades entorno al día de Los más negritos. Los hombres se visten de mujer y viceversa, mientras los niños cantan: “Somos los más negritos de piripí y todos los años salimos a pedir”. En la noche, todas las mujeres se concentran en una casa y los hombres en otra. “El juego consiste en que si uno de los grupos pilla a7 alguien deambulando por las calles tiene que dar plata e invitar”, dice.
La carne de guagua, una especie de roedor gigante, es apetecida pero costosa. Los vecinos se la encargan entre sí para disfrutar de vez en cuando de este animal de monte.
En los cumpleaños, la comunidad le da serenata al homenajeado entre las cuatro y cinco de la mañana, le echan harina y le regalan un pastel. Y cuando alguien muere lo despiden por el río y en la casa, rezándole durante ocho días. Durante todo el año los pobladores disfrutan de su música, interpretada al son del bombo, el cununo, la marimba, las maracas y el guasá. Sueñan con que el manancillo, una canción original de Juntas de Yurumanguí, algún día sea patrimonio cultural del río (Escuche la canción del Grupo Matachín).
La medicina tradicional es otra de las aspiraciones de conservación de sus habitantes. Dos niñas, próximas a graduarse del colegio que funciona en San Antonio, saben que para realizar sus estudios universitarios deben salir de Yurumanguí, pero su idea es regresar y retribuir el conocimiento. A ambas les gustaría estudiar medicina y desarrollar una especie de ambulancia navegable para atender de manera gratuita a la población, usando prácticas y plantas ancestrales.