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Verdadero pero...
Hace un par de semanas, el senador y excandidato presidencial Gustavo Petro, visitó el Valle del Cauca como parte de la gira que ha emprendido por diferentes regiones del país para impulsar su movimiento político.
En días previos, los cañicultores habían desarrollado quemas de caña controlada en el departamento, razón por la cual el senador aprovechó en su discurso para mencionar el tema.
En su cuenta de Twitter quedó el registro de una de sus afirmaciones a la cual, Colombiacheck le puso el ojo.
Cuando queman la caña, lo hacen para evaporar el agua, abaratar los costos de transporte de la caña y su transformación en etanol que es un combustible para carros.
— Gustavo Petro (@petrogustavo) 16 de septiembre de 2018
Acaban con el agua del Valle para producir complementos para la gasolina.
En Zarzal, norte del Valle del Cauca pic.twitter.com/LE9EgX09hV
Hablamos con un par de expertos de la Universidad del Valle, consultamos cifras de la Asociación de Cultivadores de Caña de Azúcar y documentos de Cenicaña, y llegamos a la conclusión de que la afirmación de Petro es Aproximada.
Víctor Manuel Patiño, en su libro Esbozo histórico sobre la caña de azúcar, de acuerdo con una publicación hecha por Cenicaña, escribió que la caña llegó a Colombia en 1538. Según Patiño, a mediados del siglo XV la caña comenzó a ser cultivada de manera sistemática en el país. Para el año 1920 ya se producía azúcar en el Valle del Cauca.
Ya entrados en el siglo XXI, la caña comenzó a ser utilizada también para producir etanol, exactamente en el año 2005, según datos de Asocaña.
“El etanol es un compuesto químico que se puede obtener de cualquier material vegetal que se pueda transformar a través de la fermentación”, afirma Juan Pablo Silva, ingeniero químico con maestría en ingeniería sanitaria y ambiental.
Este compuesto puede ser utilizado como combustible (biocombustible) y para su transformación en Colombia hay siete destilerías, de acuerdo con Asocaña; seis están ubicadas en el valle geográfico del río Cauca (departamentos de Valle, Cauca y Risaralda) y una en el Meta.
“La producción de bioetanol en el valle del río Cauca es una producción dual, es decir, la caña cosechada se muele en el ingenio e ingresa primero a la fábrica de azúcar y en este proceso, los jugos y mieles que resultan se envían como materia prima para la destilería”, dice Asocaña en respuesta a un cuestionario enviado por Colombiacheck.
“No se puede diferenciar la caña que se utiliza para alcohol y para azúcar. Si se realiza una equivalencia, se puede interpretar que el 15% de la caña de la región del valle del río Cauca se utiliza para la producción de bioetanol”.
El ingeniero Silva le contó a Colombiacheck que la quema de caña de azúcar en el Valle del Cauca se hace desde los años 70, de acuerdo con una investigación realizada por Carlos Madriñán. “No es un proceso prolongado, dura aproximadamente una hora y se hace de manera controlada”, aclara Silva.
Según el informe de sostenibilidad 2017-2018 de Asocaña, “los ingenios azucareros son los únicos autorizados para realizar quemas controladas del cultivo de la caña, para lo cual cuentan con permisos de emisiones de cada Corporación”. Aunque se sabe que existe una grave problemática relacionada con los incendios criminales a los cañaduzales, ocasionados por manos ajenas a la agroindustria.
La quema se utiliza tanto para transformar la caña en etanol, como para la producción de azúcar, pues es un proceso que ocurre en el cultivo. Si la caña es utilizada para hacer azúcar o etanol se decide en un proceso posterior a la quema.
Y los motivos por los cuales se realiza son tres, según Mario Pérez, doctor en economía ecológica:
El trabajo de corte de la caña se sigue haciendo de forma manual y, debido a que la planta tiene un follaje cortante, valga la redundancia, termina cortando a quienes desarrollan esta labor. Al quemarla, hay una reducción significativa de la maleza y, por lo tanto, el trabajo se hace más práctico.
Además, culturalmente se sabe que en esas plantaciones hay serpientes, arañas e insectos que pueden afectar a los trabajadores. Con la quema, todas las plagas salen de la zona.
Siguiendo con el punto anterior, pero ahora desde la perspectiva de productividad, se ha demostrado que un cortero tiene un mayor rendimiento en el proceso cuando la caña ya está quemada.
“Cuando se realiza el corte sin quemar la caña, un cortero tiene un rendimiento de dos a tres toneladas diarias, mientras que si se quema obtiene un rendimiento de entre cinco y seis toneladas”, según el artículo ‘Los sistemas de corte mecanizado de caña de azúcar’, de Daniel Galvis Mantilla, para la revista Tecnicaña.
Con la quema, al interior de la caña se favorece el proceso de extracción y fabricación de azúcares, “particularmente de la sacarosa y por eso hay un mayor rendimiento por cada caña”, dice Silva.
Sin embargo, debido a que se ha encontrado que la quema de caña produce graves impactos al medioambiente y a la salud de los habitantes de las zonas aledañas a los cañaduzales, en los últimos años ha disminuido el número de hectáreas cosechadas bajo quemas controladas.
*Fuente: Asocaña
En su trino, Petro dijo que, “cuando queman la caña, lo hacen para evaporar el agua”, pero esto no es del todo cierto. Como ya explicamos, la quema no se “hace para” evaporar el agua. En todo caso, según Silva, la planta no absorbe todo el líquido que se le aplica, aunque sí es un cultivo que consume una alta cantidad de agua, como ya lo expondremos.
Sí es cierto que se “abaratan los costos de transporte” porque, ya que la planta tiene menos follaje, ocupa menos espacio en el vehículo que la transporta y porque un trabajador puede cargar más tallos.
También, como ya fue dicho, la caña no se quema únicamente para “su transformación en etanol”, también para la producción de azúcar.
Pero tiene razón el senador en su opinión final (“acaban con el agua del Valle para producir complementos para la gasolina”), al advertir sobre el daño al medioambiente que está generando la producción de etanol a través de la transformación de la caña de azúcar. Tanto por los efectos ya mencionados generados por la quema, como por el alto consumo de agua que requiere el cultivo.
La caña de azúcar es un cultivo que usa agua de manera intensiva. “La caña es concentradora de agua”, afirma el profesor Pérez, quien explica que, por cada hectárea de caña, se consumen alrededor de 10.700 metros cúbicos de agua. Mientras que cultivos como la soya o el maíz requieren de 3.500 metros cúbicos de agua por cada hectárea sembrada.
Por otro lado, de acuerdo con los dos profesores de la Universidad del Valle, en la región se están generando conflictos sociales por el uso y consumo de agua. Según Pérez, entre el 65 y el 69% del agua concesionada es para uso de la caña de azúcar. Y si hablamos del agua subterránea, el porcentaje asciende hasta el 87%, lo que quiere decir que para el consumo humano y otros sectores productivos, solo se puede usar entre el 35 y el 31% en el primer caso y menos del 15% en el segundo.
Ahora bien, desde que se empezó a implementar la producción de etanol, los cultivos de caña han aumentado en el valle del río Cauca. Entre los años 2003, 2004 y 2005 (previo al descubrimiento del etanol), el área sembrada en caña estaba entre 197.000 y 198.000 hectáreas.
A partir de 2006, se llegó a 200.000 hectáreas, con un aumento progresivo en los años siguientes hasta llegar a las 243.000 que hay hoy, según Asocaña.
Pero, al mismo tiempo, se observa que desde el año 2006, la producción total de azúcar ha venido sufriendo una disminución a pesar de haber más área cultivada.
*Fuente: Recopilación de informes anuales de Asocaña con aspectos generales del sector azucarero colombiano. Realizado por Juan Pablo Silva.
De modo que en general el cultivo de la caña con el aumento estrepitoso que ha sufrido en los últimos años para su transformación en etanol, está utilizando más suelo y más agua, lo que, al mismo tiempo, disminuye la disponibilidad y calidad del recurso hídrico para otros usuarios. “Eso genera una mayor presión sobre el líquido y es allí donde vienen las dinámicas relacionadas con el agua”, concluye Silva.