“Me han explicado que vapear hace menos daño que fumar”, suele ser la respuesta de varias personas que usan cigarrillos electrónicos cuando se les consulta las razones por las que consumen estos productos. A menudo, repiten un argumento que organizaciones que promueven los cigarrillos electrónicos y empresas que los venden difunden haciendo referencia a un estudio que concluyó que “vapear es 95% menos dañino que fumar”.
Pero ¿De dónde salió este dato?
Surgió en 2013. Un grupo de 12 investigadores convocados por el Comité Científico Independiente sobre Drogas (una organización no gubernamental inglesa llamada ahora Drug Science) se reunió en Londres para revisar los daños relativos de los productos de nicotina, incluidos los cigarrillos electrónicos. El grupo fue elegido y liderado por el profesor británico de neuropsicofarmacología David Nutt, fundador de la organización y cuyas opiniones sobre el uso y los riesgos asociados con ciertas sustancias son controvertidas.
El método adoptado para este ejercicio fue el de un análisis de decisión multicriterio. El propio panel eligió los 12 productos a evaluar, definió los criterios de riesgo (14 criterios de peligro o daño muy dispares) y clasificó los productos. Así, partiendo del supuesto de que los cigarrillos tradicionales presentan un riesgo del 100%, el grupo concluyó que los cigarrillos electrónicos representan sólo un 4% de riesgo.
Sin embargo, como señalaron los autores sobre las limitaciones de su propio trabajo publicado en la revista European Addiction Research en 2014, hubo una “falta de pruebas contundentes sobre los daños de la mayoría de los productos en la mayoría de los criterios que establecieron”. Además, “no existió ningún criterio formal para la contratación de los expertos que integraron el grupo”. En otras palabras, “las opiniones de un pequeño grupo de personas sin experiencia preespecificada en el control del tabaco se basaron en una ausencia casi total de evidencia de daño”, advirtió la revista The Lancet en una nota editorial en 2015.
Sobre el artículo liderado por Nutt, el profesor emérito de Salud Pública de la Universidad de Sidney (Australia) y especialista en control del tabaco, Simon Chapman, nos dijo lo siguiente: “En 40 años de vida académica en salud pública, no recuerdo haber leído nunca una advertencia tan devastadora de ‘en realidad, no tenemos evidencia’ sobre los fundamentos de una supuesta evaluación científica de riesgos”.
Pero el artículo de Nutt y sus coautores se ha convertido en la pieza de información errónea sobre vapeo más citada a nivel mundial: se repite que los cigarrillos electrónicos son un 95% menos dañinos que los cigarrillos tradicionales. El problema es que no es cierto.
El primero en citar el artículo de Nutt fue Public Health England (PHE), la antigua agencia nacional de salud pública del Reino Unido, en un informe de 2015. Pero fue incluso más allá de simplemente repetir el argumento, ya que lo destacó en un titular y lo consideró como una fuente más que válida para valorar los cigarrillos electrónicos. Esta forma de comunicación contribuyó en gran medida a la propagación del llamado “mito del 95%”.
Public Health England no mencionó las advertencias de limitaciones que realizaron sus autores y esto provocó una serie de críticas de la comunidad científica. Además, en su editorial de 2015, The Lancet planteó preocupaciones sobre los conflictos de intereses del estudio debido a que algunos investigadores que estuvieron involucrados en el desarrollo de la estimación tenían conexiones con las grandes tabacaleras. Estos conflictos se describieron con más detalle en la revista British Medical Journal en septiembre y noviembre de ese mismo año.
A pesar de ello, “el mito del 95%” se mantuvo en las comunicaciones de Public Health England. Se extendió también a la publicidad de los cigarrillos electrónicos. Para 2020, la estimación se convirtió en una desinformación viral y se sigue repitiendo con frecuencia.
En la actualidad, existe amplia evidencia de que la gama de productos de cigarrillos electrónicos disponibles es muy diferente a la de julio de 2013. Las diferencias son tales que, incluso si la estimación de hace una década fuera válida entonces, ya no puede aplicarse hoy. Además de utilizar diferentes materiales y bobinas calefactoras más numerosas, ahora muchos cigarrillos electrónicos pueden alcanzar una potencia de salida que supera la de la mayoría de los modelos de venta libre de 2013. Una mayor potencia aumenta los daños potenciales del uso de cigarrillos electrónicos porque se produce más aerosol que expone a los usuarios a mayores niveles de nicotina y otros tóxicos.
El artículo elaborado por David Nutt y su grupo fue financiado por Euroswiss Health y Lega Italiana Anti Fumo (LIAF). Ambas organizaciones tienen vínculos con la industria tabacalera. Euroswiss Health fue dirigida por el médico sudafricano, Delon Human, quien colaboró con British American Tobacco (BAT), una de las compañías tabacaleras más grandes del mundo. Asimismo, LIAF recibió financiamiento de Philip Morris, otra compañía tabacalera internacional.
En 2015, un artículo publicado por British Medical Journal, una de las revistas médicas más prestigiosas del mundo, señaló que al menos seis de los 12 autores del estudio (David Nutt, Lawrence Phillips, David Balfour, H. Valerie Curran, Martin Dockrell, Jonathan Foulds, Karl Fagerström, Kgosi Letlape, Anders Milton, Riccardo Polosa, John Ramsey y David Sweanor) eran defensores de los cigarrillos electrónicos, como parte de la estrategia de "reducción de daños" promovida por la industria tabacalera.
Karl Fagerstrom había trabajado antes como “consultor para la mayoría de las empresas interesadas en tratamientos para la dependencia del tabaco”. Mientras que Jonathan Foulds colaboraba con fabricantes de productos para dejar de fumar como Pfizer, GSK, Johnson & Johnson y Novartis. Riccardo Polosa era asesor científico principal de LIAF y consultor de Arbi Group Srl, un distribuidor de cigarrillos electrónicos.
En 2022, la Oficina para la Mejora y Disparidades en Salud del Reino Unido, que reemplazó a PHE tras un proceso de reestructuración, explicó lo siguiente en un reporte: “Somos conscientes de que resumir los riesgos relativos del vapeo frente al tabaquismo en una variedad de productos y comportamientos, y evaluarlos a través de múltiples biomarcadores, puede ser simplista e interpretarse de manera errónea”.
Esta oficina gubernamental dijo también que la estimación de que vapear es 95% menos perjudicial para la salud que fumar no significa que esta actividad esté libre de riesgos, especialmente para las personas que nunca han fumado. Sin embargo, aún defiende la postura de que los vapeadores sirven para las personas que ya tenían dependencia a los cigarrillos.
El “mito del 95%” se repite con tanta frecuencia que se acepta como un hecho. Los profesionales de la salud pública, los científicos y los médicos deberían explicar su procedencia poco confiable y su falta de validez en la actualidad.
“Tienen que señalar los numerosos cambios en los dispositivos y líquidos de los cigarrillos electrónicos, la acumulación de evidencia de daños potenciales, la mayor prevalencia de uso y la creciente evidencia de que el uso de cigarrillos electrónicos está asociado con el tabaquismo posterior”, recomiendan los investigadores del artículo “Invalidez de una estimación muy citada de los daños relativos de los cigarrillos electrónicos”, publicado en la revista American Public Health Association en 2020.
**Este artículo ha sido desarrollado como parte de un proyecto periodístico liderado por Salud con lupa con el financiamiento de Vital Strategies en nombre de Bloomberg Philanthropies. Su contenido es de responsabilidad exclusiva de los autores y bajo ninguna circunstancia debe considerarse que refleja las posiciones de los donantes.**