Ojalá los reportajes periodísticos a profundidad (de esos que priorizan el contexto y la complejidad de los temas por encima del número de caracteres y clics) se compartieran tan masivamente en redes sociales como ocurre con las falsas cadenas de WhatsApp, la fotografía salida de contexto o modificada, o el audio alarmista que apela a las emociones (como la indignación y el medio) y ni siquiera tiene autoría. ¡Qué mundo sería, ¿no?! ¡Qué debates brotarían!