Colombia no es el único país que lleva años tomando acciones para hacer una transición energética que mitigue las consecuencias de la crisis climática en las próximas décadas. En la región y en el mundo, decenas de países caminan en la misma dirección, algunos con tropiezos y otros con aciertos, como lo mostró el más reciente Índice de Transición Energética hecho por el Foro Económico Mundial.
Para 2023, los cinco países mejor preparados para la transición energética fueron Suecia, Dinamarca, Finlandia, Suiza y Francia. En el otro extremo, los tres con peor calificación fueron Tanzania, Yemen y la República Democrática del Congo. En promedio, explica el foro, los puntajes mundiales aumentaron en 6%, una cifra positiva pero más pequeña que en los últimos años.
Este índice es un resultado basado en datos de cada país que permiten hacer una evaluación comparativa en términos de equidad de sistemas energéticos, sostenibilidad, seguridad y preparación de regulaciones y políticas ambientales. También contempla la infraestructura, innovación, pedagogía, financiamiento e inversiones en acciones encaminadas a favorecer una transición energética.
El puntaje final lo determinan principalmente los indicadores de desempeño del sistema energético y la preparación para la transición, tal como lo explican desde el Foro Económico Mundial (FEM). Para 2023, Colombia ocupó el puesto 35 en el índice, mientras que un año antes fue el 39, aunque en 2021 había estado 10 más arriba, en el 29.
Con este punto de partida, queremos explicar cómo van tres países de América Latina en sus caminos de transición energética: Brasil, Chile y México. Los dos primeros hicieron parte del top 20 en el índice, aunque aún faltan políticas y acciones para garantizar cumplir con los Acuerdos de París; mientras que México quedó casi 20 puestos por debajo de Colombia y ha mostrado un retroceso en transición energética en los últimos años.
Brasil es el actor más grande de Latinoamérica desde el punto de vista económico, energético y geopolítico.
De acuerdo con datos de la Agencia Internacional de Energía (IEA), es el mayor exportador de petróleo de Centro y Suramérica. También fue el décimo mayor productor de barriles del mundo en 2022, según el centro de análisis de datos CEIC. Incluso se prevé que el petróleo sea la materia prima que más exportará en 2024, seguido por la soya.
Aún así, Brasil está en el puesto 12 y es el país latinoamericano que más arriba aparece en el escalafón del Foro Económico. Según el informe, el Gigante Suramericano coincide con China en un notable avance por un impulso en la capacidad instalada de energía renovable.
Este impulso es evidente con los resultados previos del mismo indicador. Por ejemplo, en 2019, Brasil ocupaba el puesto 46, más de 10 posiciones abajo que Colombia.
“El compromiso de largo aliento con la energía hidroeléctrica y los biocombustibles, combinado con pasos importantes en energía solar, ha puesto al país en camino de volverse un líder. Su enfoque en planificar e instrumentos políticos, así como el fortalecimiento institucional, ha creado un ecosistema adecuado para un impulso en transición energética”, explica el FEM.
De acuerdo con información de la Agencia Internacional de Energías Renovables, Irena, las dos fuentes más representativas de energía de Brasil en 2022 fueron el carbón, que representó un 37% del suministro nacional, y los biocombustibles y residuos, que generaron un 32%.
Además, en generación eléctrica las fuentes eólicas y la solares también han comenzado a consolidarse dentro de la matriz del país. Según la misma entidad, cada una de estas fuentes suplió el 14% de la capacidad eléctrica renovable en ese mismo año, casi un 30% del total. De acuerdo con el centro de pensamiento Ember, el país generó, por primera vez, más de un cuarto de su electricidad solo con estas dos fuentes en julio de 2023.
El 91% de la electricidad proviene del viento, el sol y el agua. Por esto, Irena ubica a Brasil en el tercer puesto en capacidad eléctrica instalada con energías renovables, solo detrás de China y Estados Unidos.
A pesar de todos sus avances, este gigante tiene metas importantes de cara a los Objetivos de Desarrollo Sostenible y a la Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC), que son las metas que fijan los países para cumplir con los Acuerdos de París sobre cambio climático.
Para 2030, el país se ha fijado reducir sus emisiones de GEI en 53,1% comparado con 2005. También al final de esta década, Brasil apunta a reducir la deforestación a cero, como ha establecido en su Plan de Acción y Prevención para el Control de la deforestación en el Amazonas Legal 2023-2027.
Para alcanzar estos objetivos, en julio de 2023, el país anunció que se uniría a la Iniciativa por una Descarbonización Profunda (Unido), la coalición más grande de entidades públicas y organizaciones del sector privado para descarbonizar industrias como las del acero, el cemento y los petroquímicos.
El país también cuenta con una Política Agrícola de Adaptación Climática y Bajas Emisiones de Carbón, conocida como el ABC+, prevista para 10 años, con la que espera tener 72,6 millones de hectáreas con prácticas agrícolas de bajas emisiones y sostenibles.
Las metas del país en energías renovables, de acuerdo con su Plan Nacional de Energía 2050, suponen mantener una participación de energías renovables en alrededor de 45% de la matriz energética. Sin embargo, para 2030 Brasil pronostica que el petróleo y el gas natural representarán el mismo porcentaje de la matriz.
Aún así, según un análisis de la IAE, el país está apuntando también a estar a la vanguardia en la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías limpias de producción energética, sobre todo con el hidrógeno.
Por eso, en agosto de 2023 el país presentó su Programa Nacional de Hidrógeno (PNH2), con el que esperan comenzar hacer plantas pilotos de esta fuente en 2025. Para 2030, el programa espera que Brasil sea el “mayor competidor en producción global de hidrógeno”.
A pesar de los logros del país y de estas apuestas por nuevas tecnologías y descarbonización de sectores industriales que destacan entidades como el FEM e Irena, la organización Climate Action Tracker califica como insuficientes las metas trazadas en los NDC y los esfuerzos en política pública para alcanzar la meta de los Acuerdos de París. “No está encaminado a cumplir sus objetivos de 2025 o 2030 y necesitará adoptar políticas adicionales para reducir emisiones”, evalúa.
De hecho, los esfuerzos de este país con la descarbonización de su economía siguen siendo insuficientes en sus planes de transición, según analiza Human Rights Watch (HRW). Si bien el presidente Lula ha hablado de la necesidad planetaria de buscar una economía menos dependiente de los combustibles fósiles, sostienen, “falló en su posición durante la conferencia climática más importante del mundo [la COP28] en tomar el paso crítico y necesario para volverse un líder climático: unirse al movimiento global para dejar de usar combustibles fósiles en serio”.
Por ejemplo, el expresidente de Petrobras, la estatal petrolera más grande de Brasil, confirmó en agosto de 2023 que los planes de la empresa incluyen explotar petróleo en muy cerca de la desembocadura del río Amazonas. En el mismo sentido se ha manifestado la recién nombrada nueva presidenta de Petrobras, Magda Chambriard: “Los esfuerzos de exploración de esta empresa deben mantenerse, deben acelerarse”, dijo.
Por primera vez, Chile hace parte de los 20 países con mejores puntajes en transición energética, justo en esa posición. El Foro Económico le reconoce un aumento en la puntuación (subió 10 puestos con respecto a 2023) que se debe a una capacidad aumentada de energías renovables, las cuales también reducen las importaciones de fósiles al país.
Esto es algo que el FEM viene señalando desde comienzos de 2023, debido principalmente a un consenso político que ha permitido a distintos gobiernos avanzar en políticas nacionales de transición energética (como la Estrategia de Transición Justa en el sector Energía) y al fortalecimiento de las alianzas público-privadas.
De acuerdo con el reporte, Chile genera el 35% de su electricidad de fuentes solares y eólicas. Desde 2021, estas superan al carbón. “Hace una década, nadie habría imaginado que más de un tercio de la energía de Chile provendría del sol y el viento antes de 2030”, dijo a Euronews el exministro de ambiente Marcelo Mena.
En 2024, este porcentaje puede ser mayor pues, según lo ha contado la Asociación Chilena de Energías Renovables y Almacenamiento (Acera), durante el primer trimestre de este año “la participación de energías renovables no convencionales (ERNC) en la generación eléctrica aportó un 40,7%, mientras que la hidroeléctrica aportó el 25,4% restante”.
Aún así, Chile enfrenta retos importantes en su camino a la descarbonización. De acuerdo con el IEA, la matriz energética del país se abastece en casi un 60% de petróleo y carbón. Además, depende en un 76% de las importaciones de combustibles fósiles para satisfacer esta demanda interna, según el Informe Balance Nacional de Energía 2020.
En ese momento, Chile emitió 55.825 kilotoneladas de dióxido de carbono equivalente según el Quinto Informe Bienal de Actualización ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático. Esto es menos del 1% de las emisiones globales el mismo año, según el Banco Mundial. Los principales causantes son la quema de combustibles fósiles y la falta de absorción de CO2 de tierras forestales.
Con esto en mente, el país ha planteado varios objetivos en su Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC). Para este año Chile se plantea lograr la neutralidad en carbono. Para lograrlo, ha trazado una hoja de ruta y mecanismos jurídicos en su Ley Marco de Cambio Climático.
Con miras a ese objetivo, desde 2019 ha planteado cerrar todas sus centrales eléctricas a base de carbón para 2040 y reemplazarlas por centrales que utilicen fuentes renovables. Para el 2030, se propone reducir sus emisiones a 95.000 kilotoneladas de dióxido de carbono equivalente.
También, en una actualización de los NDC, Chile amplió sus compromisos en dos frentes: aumentar las áreas protegidas hasta alcanzar un 30% en 2030 y revertir la tendencia nacional de aumento de emisiones de metano desde 2025.
A esto se le suman otros objetivos planteados en la Estrategia Climática de Largo Plazo 2050. Por ejemplo, a 2030 Chile espera que el 80% de la generación eléctrica provenga de fuentes renovables y para 2040 lograr que el 20% de los combustibles sea hidrógeno verde, así como tener el 100% de la flota de transporte con cero emisiones.
Hasta julio de 2023, el país había alcanzado un 31% eléctrico de la flota de buses nacionales. Es decir, 2.000 unidades.
Además, al igual que Brasil, Chile ha fijado su vista en el hidrógeno verde, pues algunas investigaciones sostienen que, por sus condiciones geográficas y de recursos naturales renovables, podría producir este energético a bajo costo. Por eso, desde 2020 tiene una Estrategia Nacional para esta fuente renovable que propone, por ejemplo, incorporarla a sectores como la minería.
A 2030, el país espera ser productor líder mundial y venderlo al mejor precio, una apuesta en la que ha invertido más de 50 millones de dólares desde 2022.
A diferencia de Brasil, para la organización Climate Action Tracker, los objetivos y políticas públicas planteadas por este país están en concordancia para alcanzar el fin de no aumentar la temperatura global en más de 1,5% respecto a la era preindustrial. Aunque la calificación total de la organización es también “insuficiente” y advierte que su robusto marco legal debe cumplirse para alcanzar sus metas, argumentan que el país está cumpliendo con sus objetivos sobre el uso de la tierra.
A diferencia de Brasil y Chile, México tuvo en 2023 un índice de transición energética más bajo que el de Colombia. Aunque logró una subida en 11 posiciones con respecto a 2022, quedó en la 57.
Nuevamente, los datos de la EIA muestran que la matriz energética mexicana depende en 83% del petróleo y gas natural, el porcentaje más alto entre estos tres países. Además, su generación eléctrica también se basa en casi 57% en gas natural. El carbón y el petróleo suman otro 20%, lo mismo que el agua, el sol, el viento y la generación nuclear juntas.
“La fuente más grande de energía limpia de México es la solar (6%). A pesar del alto potencial de viento y sol, su uso combinado en la matriz eléctrica es 12%, menor que el promedio global, que es 13%”, sostienen en el centro de pensamiento Ember.
Además, el país ha retrocedido en aspectos como la generación hidráulica de electricidad, que en 2023 fue el 22% del total, una caída de 4 y 5 puntos con respecto a los dos años anteriores, según reporta Reuters.
En cuanto a emisiones, según el Ministerio de Ambiente, el país aporta un 1,3% del total de gases de efecto invernadero en el mundo. En su Tercer Informe Bienal de Actualización ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, se calcula que en 2019 el país emitió 534.688,6 gigatoneladas de CO2 equivalente. Las principales fuentes de estas emisiones provienen de los sectores de energía, agricultura e industria, que aportan el 63%, 19% y 10% respectivamente.
Aún así, desde 2012 el país formuló una de las primeras leyes para enfrentar el cambio climático de la región, si bien esta no establecía metas concretas. Por eso, en 2018 y 2020 fue modificada para incluir algunos de los objetivos de la NDC, posterior al Acuerdo de París.
El principal objetivo de mitigación planteado en la actualización de 2022 de los NDC es reducir la emisión de gases de efecto invernadero en 35% para 2030. Para el mismo año, aspiran reducir en 51% las emisiones de carbono negro, también conocido como hollín y que es un componente de la cotaminación del aire.
En relación con la deforestación, los objetivos del país se trazaron en la Estrategia Nacional de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los Bosques 2017-2030, en la que proyectan alcanzar el cero neto de deforestación a 2030. A esto se suma la intención de crear 2 millones nuevos de Áreas Nacionales Protegidas, “1 millón de hectáreas en Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación, y 40.785 de restauración”, como se cuenta en la actualización de los NDC.
Además de los NDC, el país también cuenta con instrumentos como el Programa Nacional Estratégico de Energía y Cambio Climático y la Estrategia Nacional de Energía 2014-2028. Aunque estos documentos no establecen objetivos específicos, su principal meta es mejorar el acceso a energía y ampliar las redes de transmisión, además de fortalecer la Comisión Federal de Electricidad y garantizar la soberanía nacional sobre hidrocarburos y otras fuentes de energía.
A pesar de ser pionero en estos y otros instrumentos legales, el país ha tomado decisiones cuestionadas en los últimos años. En 2023, por ejemplo, la Comisión Reguladora de Energía cambió los parámetros de medición de emisiones para contar como energía limpia la electricidad generada con plantas cogeneradoras, a pesar de que estás aún utilizan combustibles fósiles.
“El gobierno se ha centrado en brindar garantías a la explotación petrolera y al uso del gas como combustible de generación eléctrica”, apunta Giovanni Pabón, director de energía de Transforma.
A esto se le suma la cancelación de proyectos de transmisión eléctrica de parques eólicos, por ejemplo, en el estado de Oaxaca y lo que el analista de riesgos políticos Nathaniel Parish llama “una actitud hostil” del presidente Andrés Manuel López Obrador hacia la energía solar. Esto ha provocado una caída en las inversiones en proyectos de energía renovable desde 2019.
Según el análisis de Climate Action Tracker, el rumbo mexicano es “críticamente insuficiente” para cumplir con sus objetivos climáticos y de transición energética. “Si todos los países siguieran la aproximación de México, el aumento de temperatura [global] podría alcanzar los 3 grados Celsius para 2030”, sentencia la organización.
Esta también advierte que el mandato del presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador, ha tomado decisiones que afectan el cumplimiento de estas metas, como el cierre en 2021 del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC). El diario The New York Times reportó en 2022 que la apuesta de este gobierno había cambiado las energías renovables por el petróleo.
Este escenario ha provocado que, desde la sociedad civil, se planteen objetivos más ambiciosos para lograr cumplir las metas de desarrollo sostenible y el Acuerdo de París, como quedó consignado en una propuesta de nuevos NDC.
Aún así, el país tiene proyectos para alcanzar sus metas en generación renovable. En 2023 inauguró la primera fase de la que se calcula será la central fotovoltaica más grande de América Latina, en Puerto Peñasco, estado de Sonora. Cuando termine su construcción en 2027, se espera que genere 1.000 megavatios de energía con sus 278.000 paneles solares.
*Esta nota se produjo como parte del proyecto Verdades y Mentiras de la transición energética justa en Colombia, realizado con el apoyo de Transforma.