Cuando los vecinos en la calle La Estrecha del barrio El Salvador de Medellín vieron que Rodrigo García tenía un panel solar en su techo le comenzaron a preguntar “Rodri, ¿eso qué es? ¿Eso te ha ayudado en la casa?”.
Él les comentó que tuvo meses en los que, gracias a ese sistema, solo pagaba entre “5.000 y 10.000 pesos en el recibo de luz”. Esa conversación sería la que más adelante haría realidad a la primera comunidad energética de Colombia en una calle ciega conocida como La Estrecha, del barrio El Salvador, en la comuna Buenos Aires de Medellín.
Al panel inicial de Rodrigo se sumaron otros 43 que convirtieron a 24 hogares en el piloto de este experimento de la Universidad EIA. Ahora, los mismos vecinos producen electricidad que es vendida a Empresas Públicas de Medellín (EPM) y las ganancias son distribuidas en la comunidad.
La mayoría de las casas de la cuadra están construidas con ladrillo bocadillo, el material que ha caracterizado a las comunas de Medellín desde los 70s con ese color anaranjado en las fachadas y en los tejados. La Estrecha es una calle empinada y se accede subiendo escaleras o rodeando la cuadra por atrás.
Andrés Felipe Castaño, el nuevo representante legal de la comunidad, tiene 37 años y ha vivido ahí desde hace 34 años. La Estrecha es una calle residencial, está alejada del comercio y del ruido de los buses y las motos que transitan por la calle principal del Salvador, un barrio estrato 3 de Medellín. Ahí se encuentran viviendas donde habitan mayoritariamente familias antioqueñas clase media que “en diciembre alegran la cuadra con la música, las velitas y las ollas de sancocho” como cuenta Andrés Felipe.
En la parte de atrás de la cuadra hay un mural representativo de la comuna pintado con los colores del Atlético Nacional y la frase “Eterna Locura: 15 años El Salvador”, aquí como en la mayoría de barrios residenciales de Medellín, la mitad de la calle está ocupada por los vehículos parqueados afuera de las casas y la otra mitad está libre para transitar.
El proyecto comenzó cuando el grupo de investigación Transactive Energy Colombia de la Universidad EIA ganó una convocatoria de la Real Academia de Ingeniería del Reino Unido con apoyo del University College London. Gracias a eso, recibieron un incentivo económico en 2019 de aproximadamente 100.000 libras (unos 520 millones de pesos).
Había una condición para llevar a cabo el proyecto: ese dinero no podía ser usado para comprar activos, solo podía ser usado para pagar a los investigadores del grupo, por lo que debían existir unos aliados empresariales que se hicieran cargo de esos costos. Fue por esto que EPM y otras dos firmas del sector, Erco Energía y NEU Energy, entraron a apoyarlo.
Estas empresas desempeñaron diversos roles. La compañía pública aportó el dinero inicialmente en modalidad de préstamo para comprar los activos, entre ellos, los 43 paneles solares. Erco es el representante legal de los sistemas generadores y NEU entró como comercializador de energía y creó una plataforma de “incentivos” donde la comunidad recibía las ganancias.
Sin embargo, para hacer realidad este proyecto tuvieron que superar varios inconvenientes. Juanita Giraldo, ingeniera ambiental e investigadora en Transactive Energy Colombia, dice que fueron “enseñanzas clave que más adelante serían fundamentales”. Entre esas está la selección de la comunidad.
El proyecto trabajó alrededor de ocho meses durante el 2020 con una organización de mujeres de la Comuna 13, pero el piloto no pudo funcionar en ese momento. En parte, por las limitaciones físicas de los encuentros en medio de la pandemia de covid-19, aunque también por la poca capacidad de toma de decisiones que algunas de las personas tenían en el hogar, debido a que vivían en casas arrendadas.
Esto era muy importante para el proyecto, porque se debían hacer modificaciones en la red eléctrica, además de instalaciones de paneles solares en algunos techos. En esa oportunidad, los propietarios no deseaban hacer estos cambios.
Por eso, en 2021, se replanteó la ubicación del proyecto. Fue ahí cuando entró en el juego Rodrigo García, el padre de un estudiante de maestría en energías alternativas de la EIA. Él dice que “le prestó el techo” a su hijo para que instalara un autogenerador a pequeña escala de energía solar.
En palabras de Giraldo, “Rodrigo fue un buen embajador del proyecto porque explicó a sus vecinos cómo funcionaban los paneles”. Por eso, algunos le dijeron que, si había una segunda parte, ellos estaban interesados en participar.
Rodrigo comenzó la convocatoria por mensajes de WhatsApp con los vecinos y la universidad comenzó a pegar afiches en la calle donde anunciaban un primer encuentro informativo para quienes desearan participar del proyecto.
A la primera reunión, asistieron 30 hogares y algunos se sentían escépticos porque no entendían cómo podían ahorrar dinero en la factura de energía con paneles solares, Andrés Felipe cuenta que “los vecinos ganaron confianza y comenzaron a creer en el proyecto cuando Rodrigo explicó que era algo de la universidad de su hijo”.
Para participar en el piloto, los vecinos asistieron a varias charlas y talleres donde les explicaban temas como la historia de la energía eléctrica y el funcionamiento de la energía solar. Treinta hogares aceptaron participar en el piloto por la promesa de que ahorrarían en la factura de servicios y no tendrían que dar dinero para pertenecer a la iniciativa, aunque en el camino el número disminuiría a 24, esto porque no todos cumplían con los requisitos.
Actualmente en Colombia existen dos formas de Generación Distribuida con energía solar: la primera es con un autogenerador a pequeña escala y la segunda es con un generador distribuido.
El autogenerador a pequeña escala está pensado para que un usuario pueda atender sus necesidades y si sobra energía pueda vender el excedente, a diferencia del generador distribuido que no es para autoconsumo, sino que produce la energía para luego venderla en su totalidad a la red.
La Estrecha funciona gracias a dos generadores distribuidos, debido a que de esta forma podían ser equitativos entre los 24 hogares para la entrega de los beneficios, además esa figura fue reglamentada en el mismo año en el que comenzó el proyecto y desde el grupo de investigadores notaron que no había ningún generador distribuido registrado en Colombia por lo que vieron la oportunidad de un “reto” para entender qué pasaba con ese modelo que no había sido usado todavía en el país.
Los dos generadores distribuidos de la Comunidad Solar producen en promedio 1.700 kWh/mes. La Unidad de Planeación Minero Energética UPME, una unidad administrativa especial del Ministerio de Minas y Energía, asegura que el consumo mensual de electricidad de un hogar colombiano promedio es de 157 kWh/mes, eso significa que La Estrecha podría suplir las necesidades energéticas de casi 11 hogares.
Erco Energía es el representante legal de ambos generadores distribuidos, por ende, eran los encargados de vender la energía a EPM quien tenía la obligación legal de comprarla al precio de la bolsa. Las ganancias por la venta de la energía eran transferidas a NEU Energy, quienes transformaban el dinero en tokens, o sea, en una representación digital de ese dinero.
Los tokens eran distribuidos de forma equitativa entre los miembros de la comunidad, quienes más adelante podrían usarlos para pagar sus facturas de energía.
Un token costaba 1.000 pesos, por ende, si la factura llegaba a 50.000 pesos y una familia tenía 20 tokens, solo tenían que pagar 30.000 pesos en total. El objetivo era que todos los hogares de la comunidad pudieran disminuir al menos el 10% del precio del recibo, sin embargo, hubo hogares que lograron librar el 40% y hasta el 100% de la factura.
Este porcentaje de ahorro dependía del consumo de cada hogar. Siguiendo el ejemplo anterior, si en un hogar la factura de energía llegaba por $50.000 y el beneficio de ese mes eran 20 tokens, el hogar disminuía el 40% del gasto de la factura de electricidad, pero si en el mismo mes en otro hogar la factura llegaba por $80.000, la disminución del gasto era del 25% de la factura.
La ingeniera ambiental Juanita Giraldo dice que la comunidad hizo varios esfuerzos, como cambiar de medidores de energía análogos a inteligentes, esto fue posible gracias a los recursos brindados por EPM. Los nuevos equipos permitían que a través de la plataforma de NEU las personas pudiesen hacer seguimiento al consumo de energía de sus hogares, lo que posibilitó la identificación de picos o anomalías en el consumo eléctrico.
De esta manera, si un hogar veía que los martes a las 7:00 p.m. consumía más energía, las personas podían verificar qué estaba pasando y si podían corregirlo. Para que este sistema funcionara la comunidad también debía mudarse del pago físico al pago electrónico a través de la misma plataforma.
Para que el modelo del piloto funcionara la comunidad tuvo que cambiar de comercializador de energía, así que los 24 hogares ya no le compraban la electricidad a EPM sino a NEU Energy, esto significó un problema para la comunidad porque EPM cobra por mes vencido y NEU cobraba por mes vigente, por lo que el primer mes de esa transición los miembros de la comunidad tuvieron dos facturas por pagar, una de cada comercializador.
Andrés Felipe Castaño dice que esta fue una de las situaciones que debió ser aclarada con los miembros de la comunidad porque creían que el proyecto les estaba generando doble gasto, cuando en realidad, solo era un pago atrasado que era necesario para quedar a paz y salvo con EPM.
En diciembre de 2023 el proyecto de investigación terminó oficialmente , por lo que la universidad directamente ya no trabaja con la comunidad. Debido a esto, los 24 vecinos de la Estrecha debían formalmente constituirse como persona jurídica y Andrés Felipe Castaño Castaño asumió el puesto de representante legal, ahora se llaman Comunidad Solar La Estrecha y están negociando con EPM la compra de los equipos.
Castaño dice que desde el grupo de investigadores los siguen apoyando porque, de alguna forma, “ellos ven el proyecto como un hijo” al que tratan de acompañar y de asesorar en este nuevo proceso de independencia, el cual la comunidad describe como “el verdadero comienzo de las dificultades”, porque ahora se encuentran solos frente a los trámites y los eventuales costos.
EPM al ser una empresa del distrito de Medellín organizada bajo la figura de “empresa industrial y comercial del Estado” no puede hacer donaciones, así que si la comunidad quería seguir con el proyecto sí o sí debían comprar los activos.
Empresas Públicas ofreció inicialmente un precio pero algunos de los vecinos al ver que era algo elevado para sus condiciones financieras decidieron, en palabras de Rodrigo García, “como buenos paisas regatear” y pasaron una contraoferta que fue aprobada el 24 de junio. A partir de ese momento tienen 30 días para poder comprar oficialmente los paneles.
Andrés Felipe dice que es un gasto en el que todos los vecinos estuvieron de acuerdo y por el que han tratado de ahorrar porque la plata la recogerían “haciendo una vaca”. Los paneles solares tienen en promedio 25 años útiles de vida, y ellos calculan que estos pueden durar al menos 22 años más por lo que “vale la pena que todos hagan el esfuerzo de aportar la plata”.
Rodrigo García dice que en general todos los vecinos se sienten muy orgullosos y contentos porque son la primera comunidad energética de Colombia, sin embargo, critica que algunos políticos se han querido llevar créditos del proyecto cuando no estuvieron apoyándolos en realidad.
Andrés Felipe suma a esto diciendo que “las organizaciones vienen y se toman la foto con nosotros acá y con los paneles solares, sin embargo, cuando les pedimos ayuda nos dicen que busquemos a alguien más, por ejemplo, hace poco estuvo la Gobernación de Antioquia con la ONU en el barrio y cuando les pedimos apoyo nos dijeron que fuéramos a Ecopetrol que allá nos ayudaban más fácil”.
La comunidad solar en su búsqueda de independencia encontró otro reto: ahora tenían un problema con la medición inteligente y es que los nuevos contadores de NEU calculaban la energía reactiva, que en Colombia aún no está regulada para las comunidades energéticas. La única regulación existente al respecto es para los grandes productores de energía.
Giraldo explica la energía reactiva con un ejemplo: “imagina que tienes un vaso de cerveza y este tiene espuma, la energía reactiva es la espuma, técnicamente es cerveza, pero solo ocupa espacio porque la forma en la que se presenta no es útil”.
La energía reactiva se ve principalmente en las grandes industrias y es importante porque progresivamente daña la calidad de las redes eléctricas, en los hogares también se puede encontrar debido a electrodomésticos viejos, pero en una escala mucho menor.
Giraldo explica que debido a que en la industria la ignoraban el gobierno decidió ser más exigente y aumentar las penalizaciones, así que ahora “se multiplica la tarifa según el tiempo que lleve generando”.
Por ejemplo, si tú hoy pagas 10.000 pesos de penalización, en un año ya son 120.000 pesos. Este valor es significativo para la comunidad debido a que aún no reciben las ganancias suficientes para resolver estos costos.
Para solucionar el problema, los 24 hogares de la Comunidad Solar nuevamente tuvieron que migrar de comercializadora y se trasladaron de NEU a EPM. También abandonaron los medidores inteligentes por los análogos, lo que generó que el sistema de puntos ya no fuese viable. Ahora las ganancias de la comunidad no llegan en “tokens” sino en pesos colombianos y son entregadas por EPM.
La comunidad decidió hacer otra modificación al acuerdo inicial. En el piloto los 24 hogares se repartían los beneficios en partes iguales, pero ahora que son independientes, 5 vecinos reciben más beneficios, estos son los 3 hogares que soportan en sus techos los paneles y las 2 casas que tienen en sus fachadas los transformadores. Estos hogares reciben el doble, o sea, si en un mes por casa les tocan 10.000 pesos, ellos reciben 20.000.
Ahora la comunidad también debe contemplar nuevos rubros de gastos, que van desde los nuevos costos por ser persona jurídica, los gastos de mantenimiento y limpieza de los paneles solares que deben ser manipulados por personas que tengan curso de alturas y la protección de los equipos a situaciones externas como los nidos de palomas.
La Comunidad Solar de La Estrecha fue el primer proyecto de su tipo en Colombia. Giraldo dice que “abrir el camino fue complicado. Como la regulación acababa de salir nadie estaba preparado, todos trabajamos con la regulación en la mano tratando de interpretar qué se podía y qué no”. También agrega que “cuando el gobierno Petro quiso comenzar a regular las comunidades energéticas nosotros ya teníamos la tarea hecha”.
Al respecto EPM dice que el proyecto cumple con la normatividad colombiana y que efectivamente tuvieron algunas dificultades en la conexión del primer generador distribuido a la red del operador, porque muchos procesos y documentos aún no estaban maduros, sin embargo, eso no fue un obstáculo para comenzar con la comunidad solar.
Andrés Felipe Castaño, el representante legal de la comunidad, dice que todavía es muy difícil tener claridad en los procesos, por ejemplo, EPM les cobra actualmente una tarifa por la lectura de los contadores y ellos aún no están seguros de si esta debe ser cobrada o no. Este tipo de inconvenientes los tratan de solucionar de la mano de Juanita Giraldo, quien sigue apoyando a la comunidad en su camino a la independencia.
De la experiencia de la Comunidad Solar se destaca la importancia de la participación comunitaria en este tipo de proyectos energéticos alternativos. El hecho de que los vecinos tuvieran un grado de cercanía o un interés genuino en el tema fue clave para el éxito del piloto, debido a todo el trabajo y las transformaciones que eventualmente les implicó.
Desde sus inicios, la participación activa de la comunidad fue crucial para construir compromisos y proyectarse a lo largo del tiempo, independientemente de si contaban con el apoyo público o privado. La colaboración entre los residentes fortaleció el sentido de comunidad mejorando la relación entre los vecinos y también ayudando a superar obstáculos para así garantizar el funcionamiento del sistema energético.
La capacitación técnica fue un aspecto fundamental que, sin el apoyo de la EIA y de los aliados del sector económico, no se habría logrado. Este es un criterio importante a tener en cuenta si se quiere replicar este tipo de iniciativa en otras partes del país, ya que permite a la comunidad no sólo operar el sistema de manera eficiente, sino también identificar y corregir anomalías en el consumo, optimizando el uso de los recursos y asegurando la sostenibilidad del proyecto.
Estas lecciones proporcionan un antecedente valioso para futuras comunidades energéticas en Colombia, demostrando que con organización, educación y participación comunitaria, es posible democratizar las energías renovables y construir modelos sostenibles de generación de energía.
*Esta nota se produjo como parte del proyecto Verdades y Mentiras de la transición energética justa en Colombia, realizado con el apoyo de Transforma.