Tras el asesinato de Sara Millerey González Borja, mujer trans brutalmente golpeada y arrojada a una quebrada en Bello, Antioquia, comenzaron a circular publicaciones en redes sociales que no solo la malgenerizan y se refieren a ella con el nombre anterior a su transición sino que, sin ninguna evidencia, afirman que estaba robando cuando fue torturada hasta la agonía.
El texto viral niega que el ataque haya sido transfóbico y, en cambio, dice que se trató de “justicia social”, acusando a los “defensores” de la víctima de ocultar los supuestos antecedentes de los que no da ninguna prueba. Para ganar credibilidad, la mayoría de publicaciones usan el logo de Semana o el título de una nota publicada en ese medio, pero allí tampoco aparece nada similar.
El señalamiento infundado y revictimizante se ha difundido sobre todo en cuentas de usuarios de derecha, algunos declarados cristianos o libertarios. Varios de ellos se caracterizan por compartir contenidos desinformadores, discriminatorios y de odio no solo contra la población LGBTIQ+ sino también misóginos y racistas.
Mientras avanza la investigación sobre el crimen, del que se cumple un mes este fin de semana, en este explicador presentamos lo que realmente se sabe sobre Sara Millerey y qué pistas tienen las autoridades sobre su asesinato; el contexto de violencia contra las personas trans en el país y Antioquia, y los discursos de odio que la promueven.
En el mensaje viral, su autora reclama: “Y no acepto que me vayan a tachar de homofóbica, pues si fuesen unos ladrones varoniles y no transexuales todos hubieran aplaudido (hasta el hecho de arrojarles gasolina y prenderlos vivos) y les habían dado me encanta a la publicación” (sic). Lo hace luego de prometer “el pedazo que le faltaba al cuento” y asegurar:
“Este delincuente capturado por la comunidad atracando a una pareja de la tercera edad, ya lo tenían en la mira porque los atracos eran violentos y le dieron como a cualquier ladron que agarran con las manos en la masa, solo que en este caso ocultaron ‘este pequeño detalle’ y salieron defensores de su causa por considerarlo un crimen por intolerancia sexual, cuando fue un crimen de ‘justicia social’ ya la gente que lo conocía estaba mamada de sus violentos atracos” (sic).
Varios de los difusores lo acompañaron con mensajes que le dan credibilidad, basándose en que hay que oír las “versiones no oficiales”. Incluso hay quien se refiere a Sara Millerey como una “rata”, un término usual para deshumanizar a delincuentes.
El 10 de abril, el usuario Armando Capito (@ArmandoCapito), quien se identifica en X como “cristiano paleolibertario” y “embajador libertario”, publicó una captura de pantalla de un comentario en Facebook con ese texto. Lo acompañó con un mensaje en el que usó el ‘nombre muerto’ (previo a transicionar) para referirse a ella en masculino y el correspondiente a su identidad como un supuesto alias.
“Veremos si los medios de difusión del sistema y las mafias comunistas, titiriteros del lobby LGBT, dicen la verdad una vez salga a la luz la investigación” (sic), agregó. También puso el pantallazo de una imagen de Semana en el que una foto de González lleva el título: “Momento crítico: Se descubre el motivo por el cual nadie socorrió a Sara Millerey mientras se aferraba a las ramas en la quebrada”.
Igualmente, fue difundido en Instagram por Adolfo Mario Castro (@djadolfomario), un DJ y locutor de Valledupar. En su perfil hay otras publicaciones discriminatorias contra la población LGBTIQ+, misóginas y serofóbicas, así como difusión de contenido de Impacto 24/7, una cuenta desinformadora que se hace pasar como medio de noticias.
Ese mismo día, el fundador del portal Periodismo Sin Fronteras y presidente del supuesto partido político Nueva República, Ricardo Puentes Melo (@ricardopuentesm); al igual que Adriana Martínez (@Adrianaveterin2), quien relaciona su perfil con la página de Facebook ‘Fvck Mamertos’, y ‘DESTRUCTOR II De Mamertos’ (@waldoalarconho1) publicaron un pantallazo con el mismo texto en X. También lo acompañaron con una foto de Sara Millerey a la que le pusieron el logo de Semana, aunque sin enlazar un contenido específico de ese medio.
A estos tres usuarios los hemos verificado varias veces por difundir otras desinformaciones con narrativas discriminatorias contra las personas trans y otras poblaciones con orientaciones sexuales, identidades o expresiones de género disidentes (1, 2, 3, 4, 5). De hecho, los mencionamos en la investigación “Desinformadores se lucran con la narrativa transfóbica que la oposición usa contra Petro”, dada la relación de muchos de esos contenidos con rumores que han circulado para atacar al presidente.
Otros usuarios en X que publicaron el mismo pantallazo son Caroladino (@dicalaca18), ‘John Wick’ (@ExRealJohn) y ‘Jorge Nitales’ (@pepeyuca3). Los dos últimos, bajo el anonimato, también comparten publicaciones misóginas y LGBTI-fóbicas en sus perfiles de forma constante.
La captura de pantalla viral es de un texto compartido en Facebook por el usuario Felipe Rojas, quien se identifica como político y vicepresidente del supuesto partido Nueva República de Puentes. En su perfil tiene el enlace de www.nuevarepublica.co, pero el vínculo está roto. Además, según algunas de sus publicaciones, reside en España.
A su vez, él le atribuye la autoría a Joha Bernal, aunque eliminó la etiqueta que había puesto inicialmente al perfil de esa usuaria, como se ve en el historial de cambios de la publicación. Además, al buscar en Facebook con la etiqueta #ladoblemoralnovaconmigo, que aparece al final del escrito, encontramos que otras cuentas también lo relacionan con esa persona.
Sin embargo, ella indica en sus redes que vive en Bogotá. De hecho, promociona dos negocios de productos y servicios estéticos que, según lo que aparece allí mismo, solo tienen presencia en la capital del país y en el vecino municipio de Soacha. No hay evidencias de algún vínculo suyo con Bello, Medellín o Antioquia como para tener conocimiento de los antecedentes que le habría atribuido a Sara.
Sara Millerey González inició su transición a los 15 años y eligió su nombre porque le encantaban las “mirellas”, como se le llama a la escarcha en dialecto paisa. Una amiga suya le contó a El País, de España, que la mujer era trabajadora sexual desde los 17 años y que, desde entonces, enfrentó una adicción a las drogas, lo que la llevó a vivir en la calle en distintos periodos.
“Dice que no sabe si la mataron por ser una mujer trans, por mendigar, por su adicción, o por ser trabajadora sexual. Todo esto la hacía particularmente vulnerable”, explica el medio de comunicación.
En varios cuadernos que guarda su mamá, Sandra Borja, Sara escribía sobre sus vivencias, oraciones, rituales y hechizos. En uno de ellos dejó una “Oración para romper adicciones” y, en muchos de sus textos, la muerte aparece como un tema recurrente.
Algunas frases incluidas en el reportaje de El País dan a entender que sentía su vida amenazada, aunque no identifique por quién: “preocupada grandemente por pasarme algo malo”, “que sean defraudados y humillados los que desean mi muerte”, “sea para mi el valor para vencer los muchos y demasiados peligros terrenales que me rodean”.
Sara Millerey, de 32 años, fue encontrada el pasado 4 de abril gravemente herida en la quebrada La García. Le habían fracturado los brazos y piernas antes de arrojarla al agua, mientras algunas personas la grababan con sus celulares.
Ella alcanzó a aferrarse a unas ramas y pedir ayuda. Dos transeúntes que pasaban por el lugar se metieron a la quebrada y lograron rescatarla. Fue trasladada al hospital La María, en Medellín, donde falleció al día siguiente.
La investigación sobre el homicidio de Sara Millerey se encuentra en etapa de indagación y la información recolectada es materia de reserva. Por lo tanto, aún no se pueden confirmar ni descartar los motivos del crimen.
La Alcaldía de Bello informó, a través de un comunicado publicado el 10 de abril, que se conformó un grupo especial de investigación entre la Fiscalía, la Policía y la Secretaría de Seguridad y Convivencia Ciudadana. Este analizó las cámaras de seguridad ubicadas cerca del sitio de los hechos para dar con las personas que participaron en el ataque.
Además, aclara que Sara Millerey “no tenía amenazas previas ni antecedentes de violencia” y solicita “prudencia frente a distintos señalamientos y conjeturas que se hacen sobre las motivaciones de este caso”. Aunque esto contrasta, por ejemplo, con los pasajes de sus diarios publicados en El País.
El comunicado también señala que se estaría buscando esclarecer si los asesinos obstaculizaron el auxilio. “Algunas versiones indican que las personas que hicieron esto, que presuntamente pertenecen a organizaciones delincuenciales, impedían que en ese momento que alguien de la comunidad tratara de rescatarla de las aguas”, había dicho el secretario de Seguridad, José Rolando Serrano, un día antes en diálogo con Blu Radio.
Una versión similar dio un allegado a Sara al periódico El Colombiano. “Había unos manes parados, también con el celular grabando lo que le sucedía, y decían que no la ayudaran. Entonces hubo temor a intervenir por miedo a que los encendieran a bala“, contó.
Estos testimonios fueron citados en la nota de la revista Semana cuyo pantallazo circula con algunos de los mensajes que buscan revictimizar a Sara Millerey. El artículo no menciona que el motivo por el que no la ayudaron haya sido porque era una delincuente, como se da a entender en las publicaciones que sacan de contexto el titular para apoyar ese señalamiento sin pruebas reales.
En otro comunicado, la Alcaldía de Bello informó el 15 de abril sobre los avances de las investigaciones adelantadas por el Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) de la Fiscalía General de la Nación, con el apoyo de la administración municipal, la Estación de Policía de Bello, la Dirección de Investigación Criminal (Dijín) y la Seccional de Investigación Judicial (Sijín).
En ese momento, gracias a la información de fuentes humanas, operativos, allanamientos en la zona y la revisión de cámaras de seguridad públicas y privadas, se logró establecer una lista preliminar de entre cuatro y cinco personas que habrían participado en este atroz crimen. “En este momento, se trabaja en la trazabilidad de la información obtenida para confirmar sus identidades y avanzar en su judicialización”, dice el comunicado.
El 30 de abril, la Policía y el CTI capturaron en Bello a Juan Camilo Muñoz Gaviria, conocido como alias ‘Teta’, uno de los presuntos responsables del crimen. El hombre, según las autoridades, es integrante de la banda delincuencial El Mesa, que opera en esa región antioqueña.
El presunto asesino sería acusado de los delitos de homicidio agravado y tortura. Es decir que, por el momento, no contemplan procesarlo por feminicidio, que sería lo correspondiente si se comprueba que mató a Sara Millerey “por su condición de ser mujer o por motivos de su identidad de género”, según la definición del Código Penal.
Según un reportaje de El Colombiano, la banda El Mesa está ligada al microtráfico, la explotación sexual, la extorsión y los hurtos. Aunque se originó en Bello, ha extendido su presencia incluso a Bogotá, Soacha y Tunja.
Según la Corporación Caribe Afirmativo, organización defensora de los derechos de la población LGBTIQ+, a corte 24 de abril de 2025 se han registrado 32 asesinatos de personas pertenecientes a esa población en el país y 16 de ellas eran trans. De estos casos, seis ocurrieron en Antioquia.
Colombia Diversa, otra institución que hace activismo en defensa de las personas disidentes de la cisheteronorma, reporta datos similares: 33 homicidios hasta la misma fecha, de los cuales 13 eran personas trans (11 mujeres y dos hombres).
“Estas cifras son muy preliminares porque eso es solo lo que ha salido en prensa y nos falta cruzar con fuentes oficiales. Usualmente a esta fecha históricamente se han presentado 10 o 12 casos por mes, pero no es que haya bajado sino que no hay cifras consolidadas aún”, aclara la directora de esta última, Marcela Sánchez.
Para ella, el caso de Sara Millerey podría estar relacionado con su identidad de género, pues efectivamente su perfil reúne varias características que se relacionan con mayores riesgos de violencias, tal como le dijeron sus familiares y amistades a la prensa. La trabajadora social y activista lo explica de esta forma:
“Hemos encontrado que hay un perfilamiento: si son migrantes, afrodescendientes, trabajadoras sexuales, habitantes de calle o consumidores de sustancias psicoactivas, son una presa más fácil. Estos factores de vulnerabilidad se combinan, especialmente porque se tiende a percibir que las personas trans no tienen familia (…) En Colombia hay una larga historia de crímenes selectivos, lo que llaman ‘limpieza social’, cometidos por grupos armados ilegales contra personas que no cumplen con ciertas normas”.
Por su parte, Wilson Castañeda, director de Caribe Afirmativo, agrega que Sara Millerey era reconocida como mujer trans por su familia y entorno social, por lo que las autoridades deberían investigar si su asesinato estuvo motivado esto. “En Colombia, la norma establece que, ante el asesinato de una persona LGBTIQ+, la primera hipótesis debe ser si hubo relación directa con su identidad o expresión de género”, advierte.
El politólogo también denuncia que los altos niveles de homofobia y transfobia en el país generan narrativas que culpabilizan a las víctimas: “Hay una criminalización de las personas LGBTIQ+. Se nos percibe como delincuentes sin dignidad humana, por lo que somos merecedores de todo tipo de violencia. Esas narrativas afectan, porque reproducen el desprecio hacia nosotros que alimenta esa violencia”.
Sánchez coincide:
“Sobre la comunidad trans circulan muchos prejuicios negativos. Cuando alguien dice ‘trans’, muchos piensan en robo, grosería, delincuencia. Esos estereotipos no describen, sino que justifican la violencia. Lo más grave es que envían un mensaje generalizado: todas las personas trans son así. En esa medida ponen en riesgo a todas las personas trans basados en el odio y el prejuicio”.
Castañeda agrega que “la mayoría de estas violencias permanecen en la impunidad”. De hecho, en un comunicado de noviembre de 2024, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) denunció que, en estos casos, “pocos agresores son sancionados debido a la falta de acciones efectivas por parte de los Estados”.
Las narrativas que criminalizan sin pruebas a Sara Millerey buscan escudarse en una idea de “justicia” a mano propia que ha estado detrás de miles de crímenes en el país. “No golpeamos hasta la muerte a una persona que amamos y que queremos que recapacite y aprenda una lección, sino a alguien que odiamos y que consideramos que no es nuestro igual”, reflexionaba al respecto el filósofo Iván Mojica en un artículo de 2021 para Razón Pública.
Linchamientos como este o similares reúnen varias conductas delictivas, como las que autoridades y organizaciones defensoras de derechos humanos han señalado en este caso (tortura y homicidio o feminicidio), con penas incluso de 50 años de prisión. No caben en la idea de “defensa propia” por más que la víctima sea culpable de un robo u otro delito, pues violan las garantías fundamentales del debido proceso judicial que se establece en el Artículo 29 de la Constitución.
Así lo señalan, por ejemplo, un artículo de investigación académica de 2023 y una tesis en derecho de 2018 publicados en el repositorio de la Universidad Libre.
Como lo señala Sánchez, de Colombia Diversa, estas narrativas se relacionan con la peligrosa idea de “limpieza social”. El informe que hizo el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) en 2015 sobre este fenómeno señala que es una forma de exterminio que se disfraza de “justicia” con base en estigmas y, en la práctica, ejecuta la pena de muerte (prohibida en Colombia), contra “personas ubicadas en el espacio marginal de la sociedad”.
Este es el trasfondo de las publicaciones que revictimizan a Sara Milerey. La señalan de ladrona sin pruebas, simplemente por ser ella, una mujer trans, empobrecida, trabajadora sexual y con uso problemático de sustancias. Intentan así explicar o incluso justificar el crimen, decir que “se lo merecía”, negando que los motive el odio por su identidad, a la vez que la niegan e irrespetan su nombre para humillarla, incluso después de haber sido brutalmente asesinada.