El debate alrededor del lenguaje inclusivo se volvió a encender a comienzos de febrero de 2021 luego de que se conociera en medios una sentencia de la Corte Constitucional que aclaró que usaría el masculino genérico para referirse en su providencia tanto a hombres como a mujeres.
A raíz de ello vimos en Colombiacheck que se dispararon tanto las búsquedas como las desinformaciones alrededor del lenguaje inclusivo (en su momento publicamos una verificación sobre una de ellas).
Por ello decidimos aclarar algunas ideas sobre este debate.
Es una forma de lenguaje que, de manera intencional, intenta evitar el sesgo hacia un grupo en particular al tiempo que pretende incluir equitativamente a todas las personas que hablan una lengua. Es decir, que en este caso se incluye tanto el lenguaje inclusivo para personas en condición de discapacidad, como el promovido por grupos de mujeres que buscan evitar el sesgo hacia mujeres y otras identidades de género y de sexo. En este explicador nos centraremos especialmente en el segundo grupo.
Y puede denominarse de otras formas: lenguaje inclusivo, no discriminatorio, con perspectiva de género o con inclusión de género. El punto es, como dice Modii, un espacio interactivo y dinámico que fomenta la igualdad, “comunicarnos de una manera que no represente una distinción asimétrica, desigual, excluyente o injusta entre mujeres, hombres y personas de género no binario”.
Este video de TKM explica bastante bien el tema y señala que el lenguaje inclusivo “surgió como una forma de hablar que sea más justa y que no excluya ni oprima a ningún grupo de la sociedad”:
Desmontar o deconstruir el androcentrismo lingüístico y expandir el binario de género para crear más opciones de género para distintos hablantes, de acuerdo con Juliana Martínez, profesora de género y sexualidad y estudios culturales de American University (Washington, D.C), y directora de investigaciones de Sentiido.
Androcentrismo de la lengua
El lenguaje es la capacidad que tiene la humanidad para expresar pensamientos y sentimientos por medio de la palabra.
El androcentrismo de la lengua es la construcción social, cultural y gramatical en la que ese lenguaje se expresa. Esta forma de expresión ha estado basada, en el caso del español, en lo que lingüísticamente se ha denominado como “el masculino genérico”.
En palabras de la Fundación del Español Urgente, Fundeu:
El masculino es el género no marcado, es decir, que «los sustantivos masculinos no solo se emplean para referirse a los individuos de ese sexo, sino también, en los contextos apropiados, para designar la clase que corresponde a todos los individuos de la especie sin distinción de sexos».
Esto quiere decir que la forma masculina de los sustantivos es la forma en la que se engloba a un grupo de hombres y mujeres, al tiempo que es la forma en la que se habla exclusivamente de los individuos del sexo masculino.
“Por eso, el servicio de consultas de la RAE explica que «los alumnos», en masculino, «es la única forma correcta de referirse a un grupo mixto, aunque el número de alumnas sea superior al de alumnos varones»”, explica la Fundeu.
Algunos grupos de personas, entre ellos algunos feminismos, manifiestan que el uso establecido del masculino genérico es una de las formas del sexismo. Porque “lo que no se nombra no existe”, dice la profesora Martínez replicando el refrán.
Y el sexismo, explica la investigadora de la American University, es un sistema de poder que distribuye de manera no equitativa los recursos, derechos y oportunidades según el binario de género (hombres y mujeres).
“Eso hace que el hombre haya sido tomado como el sujeto universal en la sociedad y en la lengua. Las cosas en la sociedad están diseñadas para los hombres, y el lenguaje también. El lenguaje es parte de creer que el hombre es el sujeto universal. Si nombramos un hombre todos estamos incluidos. Mientras que las mujeres son siempre vistas como excepciones, individuos, especificidades”, complementa Martínez, experta en estudios de género, sexualidad y cultura.
El binarismo de género
Actualmente desde unas corrientes de los estudios de género (tema que aclaramos en este explicador) se habla de las identidades de género no binarias, que incluyen a personas que no se autoperciben como hombres ni como mujeres y que pueden identificarse con un tercer género o ninguno.
El binarismo de género, de acuerdo con Martínez, implica que todas las personas tenemos que caber en dos cajas: Hombre o Mujer; Masculino o Femenino. Pero, “lo que hace el lenguaje inclusivo es buscar maneras, crear maneras, de que las personas que no se identifican dentro de ese binario puedan nombrarse a sí mismas”.
Nuevamente: “Lo que no se nombra, no existe”. Sobre este tema, Mercedes Bengoechea, sociolingüista española y catedrática de filología Inglesa, dijo en 2011:
La identidad se establece a través de símbolos: cómo nos vestimos, cómo nos movemos. Pero, sobre todo, a través del lenguaje: cómo se nos llama, qué se dice de nosotras y nosotros, cómo se nos ve, cómo nos presentamos en público y en privado, cómo nos explicamos y se explican nuestros actos, cómo se nos interpreta. El lenguaje no se limita a condicionar, sino que establece de una manera decisiva la representación mental que la gente tiene de las personas y de los grupos. Percibimos, evaluamos, conocemos, reconocemos... a través de imágenes mentales que crea la lengua. Nuestra identidad se construye mediante el nombre que la sociedad nos asigna, mediante la utilización de ese nombre por las gentes de nuestro alrededor, y mediante lo que se dice del grupo del que formamos parte.
“Porque si uno no puede nombrarse a sí mismo, no puede existir. Se trata de crear una condición de posibilidad lingüística y social de existir más allá del binario de género. Es nombrar que hay más géneros y que todas las personas tenemos derecho a nombrarnos”, aclara Martínez.
Para algunas lingüistas feministas, además, el lenguaje sexista promueve la superioridad masculina, a través del masculino genérico, el uso del pronombre masculino singular como el predeterminado para referirse a una persona de género desconocido, como ocurría con el “he” en inglés, ahora suplantado por “them” (que en español ha sido traducido como “elles”).
Pero además, por el uso de marcadores de género innecesarios que dan por hecho que ciertas profesiones son propias de un género específico, como ingeniero o médico.
De modo que el hombre se convierte en el estándar y quienes no se identifican como hombres son relegados a un nivel inferior. Como decía Martínez, lo que está por fuera es tratado como excepción (aún cuando las mujeres conforman la mayoría en términos de población).
Un asunto de poder
Para Martínez hay unas ansiedades alrededor de la lengua que generan ciertas reacciones y resistencias muy fuertes a hablar en términos de inclusión. Y esto ocurre porque el lenguaje inclusivo cuestiona lo que tradicionalmente se considera natural y deseable.
El binarismo de género se toma como lo normal es que haya dos opciones, no más, y que en el centro esté el hombre. Y “a lo que la gente está reaccionando es a la ruptura de las estructuras de poder; no a la innovación lingüística. Porque el lenguaje, especialmente en Colombia, es una de las maneras más fuertes para sostener jerarquías de clase y de poder”, de acuerdo con la docente.
En estas discusiones siempre se involucra a la Real Academia de la lengua Española, quien en varias ocasiones ha enunciado que no es necesario utilizar un lenguaje inclusivo dado que el masculino genérico permite englobar, como ya dijimos, todas las expresiones sin distinción de sexos.
¿Qué hace la RAE?
Pablo González, doctor en lingüística de la Universidad de la Ciudad Nueva York (The City University of New York - CUNY), señala que la RAE juega una función prescriptivista, en contraste al descriptivismo.
Mientras que el descriptivismo se concentra en entender cómo la gente usa el lenguaje, el prescriptivismo señala que hay una forma correcta de decir las cosas. “El prescriptivismo es en general una fuerza reactiva y reaccionaria, que quiere que las cosas se queden quietas”, dice González, “pero la naturaleza misma del lenguaje es cambiar”.
“Es observable hablando con el abuelo que no habla igual que uno”, agrega González, y dice que la lengua se adapta a su entorno y cambia con velocidad.
El español colombiano, por ejemplo, hoy en día cuenta con muchas palabras en inglés que no tenía hace 20 años. Pero la RAE no reconoce esos cambios. No reconoce “youtuber” por ejemplo. Pero el verbo, dice González, no lo empezamos a usar porque la academia dice.
Y en ese sentido es que vale la pena tomar con cuidado lo que dice la academia, pues aclara González, en Latinoamérica y Colombia tenemos la tendencia a entender que la academia hace la lengua. Cuando la realidad es que la lengua española precede a la academia. Para el momento en que fue fundada la RAE ya se hablaba español y la lengua no depende de una academia.
La academia de la lengua española ha sido señalada en varias ocasiones, además, de ser, no solo machista y sexista, sino también colonialista y clasista.
Desde su fundación, en 1713, hasta el 19 de mayo de 2019, ha habido un total de 485 académicos en la RAE. Actualmente entre los 46 miembros números, solo hay cinco mujeres. Y entre los 29 directores que ha contado la academia en toda su historia, hasta ahora, no ha habido una mujer. Toda esta información se puede consultar en su página web.
“La academia solo tiene influencia si se la dejamos tener”, dice González.
“El uso de palabras con desinencia de género neutro o no binario no es reconocida por la RAE”, señala la Fundeu, “aunque en los últimos años su uso ha ido creciendo en grupos asociados al feminismo, las diversidades sexuales y de género, y en personas más jóvenes”.
La RAE ha señalado que “se recomienda no emplear en textos generales [la x o el @]”. Y la Fundeu ha dicho que “tal y como señala el Diccionario panhispánico de dudas, este uso es innecesario (el masculino, como género no marcado, puede emplearse para englobar el masculino y el femenino) e inadecuado”.
La posición en general es que dentro el masculino genérico cabe todo.
Ahora bien, la pregunta que sigue es:
¿Y su posición debe tomarse como regla?
No. “La RAE no tiene autoridad alguna sobre el lenguaje. La RAE es un ente que publica un diccionario y representa una ideología. Pero el español es de quien lo habla. Nadie puede regular un lenguaje. El lenguaje está en la cabeza de sus hablantes”, dice González.
La misma Fundeu reconoce: “Los hablantes, al final, son quienes siempre deciden”.
“¿Por qué creemos que podemos regular la lengua?, es un fenómeno natural que ocurre en las comunidades de gente. Decirnos cómo usar la lengua es decirnos cómo pensar”, dice Pablo González.
Y si queremos cambiar el lenguaje, se puede cambiar. Por supuesto, una sola persona no logrará un efecto representativo, ni a la velocidad que considere necesaria. Pero cuando lo hacen grupos de personas, es más fácil.
Bengoechea ha dicho que la lengua es una institución más, como otras, y por tanto, una construcción social, sujeta a mejoras y modificaciones.
En las Jornadas sobre micromachismos realizadas en 2014, señaló la necesidad de “reivindicar los usos que se conocen como ‘lenguaje no sexista’. Para las mujeres son necesarios como instrumento de afirmación del Yo femenino, y, para los hombres, como fórmula de reconocimiento de la alteridad, de la diferencia; sin fórmulas anti-sexistas, las mujeres desaparecemos en la lengua y los hombres acaban olvidando nuestra existencia”.
La Organización para las Naciones Unidas publicó unas orientaciones para el empleo de un lenguaje inclusivo en cuanto al género en español que ofrecen “una serie de estrategias para que el personal de las Naciones Unidas emplee un lenguaje inclusivo en cuanto al género”. Sin embargo, las tres estrategias sugeridas pueden ser usadas por cualquier persona que esté interesada en evitar los sesgos de género:
El gobierno de Colombia, por su parte, ha realizado dos publicaciones en torno al lenguaje inclusivo.
Una, tomada de la Resolución 1904 de 2017 expedida por el Ministerio de Salud y Protección Social, para hablar de la población con discapacidad. Para este caso, dice la comunicación de Función Pública, “al hablar de comunicación inclusiva se hace referencia a la forma como son presentados los contenidos y hablar de comunicación accesible se alude a que el formato en que son presentados dichos contenidos permita que las personas con discapacidad accedan a ellos”.
Y presenta términos a utilizar en las informaciones relacionadas con las personas con discapacidad:
La otra publicación es una serie de recomendaciones para ser incluyente desde el lenguaje de la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer.
“En Colombia la Corte Constitucional en la Sentencia C-804 de 2006, dice que debemos ser incluyentes desde el lenguaje y señala que: ‘...que hablar de niño, adulto, hombres... es un lenguaje que perpetua la discriminación contra las mujeres, por lo tanto el lenguaje que evidencie lo femenino y haga visibles a las mujeres será armónico con la dignidad humana y el principio de igualdad’”, señala la consejería (y de esta misma sentencia hablamos en este chequeo).
Algunas recomendaciones de esta página para utilizar el lenguaje incluyente son:
Finalmente, señala la consejería, “ser incluyentes, también desde el lenguaje, significa ser conscientes de que las palabras, imágenes o acciones, reproducen roles y estereotipos de género que la sociedad ha impuesto a las mujeres y los hombres”.
Tal vez lo que causa más resistencia del lenguaje inclusivo es el cambio en la “o” de los sustantivos por otros símbolos, como el “@”, la “x” o la “e”. Pero se puede usar un lenguaje inclusivo sin hacer uso de estas expresiones.
En español, inicialmente se popularizó el uso del “@”, y más adelante, el de la “x”. Sin embargo, esto sólo funcionaba para el lenguaje escrito, pues no es muy claro cómo decir en voz alta, por ejemplo “lxs chicxs” o “l@s colombian@s”.
El uso de la “e” permitiría solucionar los problemas de pronunciación y su uso en la expresión oral. Lo que ha dado paso a usar expresiones como “todes”, “nosotres” o “elles”.
Pero además, permite evitar el desdoblamiento del género (“señoras y señores”, “colombianos y colombianas”, “niños y niñas”) y cumplir con el criterio de la economía del lenguaje; respondiendo a exigencias de los puristas del lenguaje.
Quienes critican el uso de la “e” señalan que de esta manera se estaría “deformando el lenguaje”. Algo que para Pablo González no existe. “Es imposible por una definición misma de términos”.
Pero en cualquier caso, hay otras formas en las que se puede usar un lenguaje más inclusivo usando palabras y expresiones que ya hacen parte del diccionario y de lo que considera la RAE como correcto.
La Fundeu recoge estos recursos:
Modii en su apartado de “Lenguaje no sexista”, reúne muchos más.
Es opcional
Finalmente el lenguaje inclusivo no es una obligación ni una imposición de un grupo a otro (como sí lo ha sido el masculino genérico). Es un llamado a incluir.
Y es un debate que se ha dado en otros idiomas. Por poner dos ejemplos, en 2015, el sueco sumó el término hen como pronombre no binario por la Academia Sueca. Y en el inglés, el uso de them como pronombre singular es la versión más popularizada de un pronombre neutro.
“El lenguaje inclusivo acabará con el idioma”
Las lenguas solo se acaban cuando la gente deja de hablarlas. Y las que no cambian son las muertas, porque son las que nadie habla, aclara Juliana Martínez.
Los hablantes cambiamos la lengua constantemente porque la función de la lengua es satisfacer las necesidades de los hablantes. Para crear y comunicar el mundo en el que vivimos y queremos vivir. Por eso cambia y por eso no hablamos actualmente de la misma forma en que se expresaba Miguel de Cervantes Saavedra.
“El cambio no amenaza la lengua. El cambio energiza y revitaliza la lengua. Le da vida”, señala González.
“Ahora entonces hay que decir ‘la carra’ para referirse a ‘el carro’”
Alrededor de este debate se suele caer en la caricaturización. Pero “que una lengua tenga un género gramatical no la hace sexista. Lo que la hace sexista es que ese género, ese binario de género, se le imponga a las palabras con las cuales las personas se nombran a sí mismas o a otros grupos de personas”, señala Martínez.
El sol y la luna seguirán siendo nombradas de la misma forma en que lo hacemos hoy (o puede que no, pero no por cuenta del lenguaje inclusivo). Las demandas de un lenguaje más incluyente están en nombrar y visibilizar a las personas sin imponer una forma de hacerlo.
“El lenguaje inclusivo que todos deberíamos aprender es el lenguaje de señas”
No hay que elegir un lenguaje por encima del otro si de lo que se trata es de promover la inclusión, la igualdad y el respeto por el otro.
Los derechos no compiten entre sí. Se apoyan y se refuerzan en la medida en que se juntan.