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Chequeo Múltiple
Al asumir la Presidencia de la República, Gustavo Petro dio un discurso de casi una hora en el que se comprometió a tener la paz y la mitigación de la crisis climática como prioridades de su gobierno, manejar una agenda de equidad de género y liderar un cambio de políticas económicas para reducir la pobreza y la desigualdad.
Algunas de sus promesas estuvieron sustentadas en datos chequeables: desde los tiempos dedicados por las mujeres al cuidado hasta las responsabilidades internacionales en la emisión de gases de efecto invernadero, pasando por las víctimas de las drogas en Estados Unidos. Por eso, Colombiacheck se unió con RedCheq y La Cola de la Rata para verificar el contenido de estas afirmaciones.
De siete frases, dos son verdaderas; otras dos, ‘verdaderas pero…’ y tres, cuestionables.
“Cuando comenzaba a contar la Comisión de la verdad, contó hasta la fecha 800.000 muertos por la violencia”.
Petro prometió que su gobierno cumplirá el Acuerdo Final de Paz que firmaron el Estado y la guerrilla de las FARC en 2016 y que seguirá “a rajatabla” las recomendaciones del informe final de la Comisión de la Verdad, creada justamente en virtud de lo pactado en ese entonces. Él mismo, como presidente electo, recibió el segundo el 28 de junio de 2022, cuando se revelaron los primeros capítulos.
Por eso, en su discurso de posesión, recordó que lo hallado por la entidad “nos cuenta de muertos, depende desde qué fecha comencemos a contar”. El mandatario dijo enseguida: “Cuando comenzaba a contar la Comisión de la verdad contó hasta la fecha 800.000 muertos por la violencia”.
La cifra es correcta, pero corresponde a un estimado que toma en cuenta el subregistro potencial y no a las víctimas que se pudieron contar, como lo detalló también Colombiacheck en “Cifras de muertos por la guerra no permiten ‘hablar de un genocidio en Colombia’, como tuiteó Petro”, un chequeo que hace parte del especial ‘Memorias del conflicto’. Además, no es “hasta la fecha” sino hasta 2018. Por eso, la frase es ‘verdadera pero…’.
El dato oficial que da el texto principal del informe, en el capítulo de ‘Hallazgos y recomendaciones’ (p. 140), es de 450.664 muertos de 1985 a 2018. Este surgió de un trabajo mancomunado de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV), la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y el Grupo de Análisis de Datos de Derechos Humanos (HRDAG, por sus siglas en inglés), una ONG no partidista.
Enseguida del número, viene la referencia al pie de página 113, donde se hace la aclaración que le da la razón al presidente:
“Este dato general de homicidios se refiere a diferentes tipologías como masacres, ejecuciones extrajudiciales, asesinatos selectivos y también incluye combatientes y/o civiles que murieron en el contexto de fuego cruzado. Por falta de datos de las bases de datos originales, no es posible desagregar el dato en las diferentes tipologías, por esta razón se utilizarán bases de datos específicas al abordar específicamente cada tipología. El proyecto JEP-CEV-HRDAG, además, al estimar el subregistro potencial, este número podría casi aumentar, llegando a alrededor de 800.000 víctimas”.
Petro también acierta en que no hay un solo cálculo y este depende de cuándo se comience a tomar el registro de los datos. Si bien estos comienzan en 1985, hay que tener en cuenta que el total del periodo analizado por la Comisión de la Verdad empieza en 1958, pero de los años más antiguos no hay la misma cantidad y calidad de información estadística.
La entidad revisó 112 bases de datos para establecer los homicidios, según explica la investigadora Andrea González Peña, profesora de la Universidad de los Andes y quien lideró el grupo de analítica de la CEV. Los mínimos para tener en cuenta los datos eran tener nombres completos de las víctimas y, de ser posible, su documento de identidad; hechos asociados con su fecha correspondiente y el departamento donde ocurrieron.
“Antes del 85, realmente antes del 90, la información era muy escasa. Había mucha información faltante, o sea que no cumple con estos requisitos. Por eso es que nosotros empezamos a trabajar más o menos con la información de 1985”, detalla la catedrática del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo (Cider).
La docente argumenta que “es un tema de la calidad de los datos”. En consecuencia, de la misma forma, se delimitaron diferentes periodos para distintos tipos de delitos.
En cuanto a la estimación del rango mayor, señaló que se utilizó la técnica estadística de captura y recaptura, que consiste en calcular poblaciones a partir de la toma de dos o más muestras sucesivas con la que se determina la proporción de individuos repetidos (personas en este caso) para establecer un total aproximado. El econometrista Walter Sosa Escudero lo explica en su libro ‘¿Qué es (y qué no es) la estadística?’ (González le compartió a Colombiacheck algunas páginas) y en un viejo hilo de Twitter.
De modo que Petro hizo una afirmación ‘verdadera pero…’ al presentar la cifra de 800.000 muertos por el conflicto armado calculada por la Comisión de la Verdad como un conteo “hasta la fecha”, cuando en realidad es una estimación de 1985 a 2018. El dato oficial que efectivamente arrojó el cruce de bases de datos con nombres propios y demás datos individuales fue de 450.664 víctimas. En todo caso, una barbaridad.
“70.000 norteamericanos muertos por sobredosis cada año por drogas, que ninguna se produce en América Latina”.
El pasado 7 de agosto, el presidente Gustavo Petro enfatizó en que la guerra contra las drogas fracasó y en que ve como una medida urgente el convocar una convención internacional en la que se abra una discusión sobre ello. Además, afirmó que, cada año, las drogas dejan 70.000 norteamericanos muertos por sobredosis, y además agregó que esas drogas no se producen en América Latina.
Al revisar las cifras de fallecimientos por sobredosis en Estados Unidos, encontramos que el dato aproximado de 70.000 muertes anuales corresponde a las víctimas de opioides sintéticos (fentanilo).
La Organización Mundial de la Salud explica que las sustancias psicoactivas son diversos compuestos naturales o sintéticos, que actúan sobre el sistema nervioso generando alteraciones en las funciones que regulan pensamientos, emociones y el comportamiento. Estas sustancias pueden tener un carácter recreativo (alcohol o estimulantes), farmacológico (tranquilizantes o analgésicos opiáceos) o de uso general, (como los solventes industriales).
Las estadísticas oficiales del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos indican que el fentanilo, una droga local obtenida ilícitamente, mezclado con heroína u otras drogas, es el principal causante del número de muertes por sobredosis. La entidad tiene un registro en línea de tiempo (1999-2019) del Índice de Muertes por Sobredosis en ese país, que revelan que los opioides, entre los fallecimientos por sobredosis, son la mayor causa de muertes.
En esa cifra coinciden los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), que afirma que, entre 1999 y 2019, más de medio millón de personas murieron a causa de una sobredosis con opioides. Esta cifra en ese momento representó un 70 % del total de muertes por exceso de consumo.
La crisis de los opioides en los Estados Unidos ha tenido un comportamiento de incremento de muertes por sobredosis desde 2017. Así lo detallan los CDC. Además, apuntan de nuevo al fentanilo como el causante principal de la tragedia.
Según el NIDA, el índice de muertes por sobredosis en 2017 fue de 72.000; en 2018, de 68.557; en 2019 bajó a 50.963 y en 2020, volvió a ascender a 69.710.
En 2021 murieron 142.135 personas por sobredosis. De ese número, 71.238 fueron por opioides sintéticos (fentanilo), 32.856 por psicoestimulantes (metanfetaminas), 24.538 por cocaína y 13.503 por drogas naturales semi-sintético (recetado).
Comportamiento de muerte por sobredosis 2021 Fuente: Centros para el Control y la Prevención de Estados Unidos
Según los CDC, los opioides son una droga de origen natural que tiene variaciones semisintéticas y sintéticas (fentanilo). Los opiáceos se refiere a los opioides naturales, como la morfina y la codeína.
Un grave problema de salud pública en los Estados Unidos
Según la Organización Panamericana de la Salud, el consumo abusivo de drogas, tanto legales como ilegales en los Estados Unidos se ha convertido en un grave problema de salud pública. Prueba de ello es todo lo relacionado al uso de medicamentos sujetos a prescripción médica con fines no médicos.
El consumo de fármacos opioides con fines no médicos cada vez suscita más preocupación tanto en profesionales de la salud pública en América del Norte, los CDC y las autoridades americanas encargadas de hacer cumplir la ley, como la Administración de Control de Drogas (DEA). Según afirman, ese uso indiscriminado ha desencadenado el incremento de casos de consumo, que tiene efectos directos en la vida e integridad de quienes las usan.
Las estimaciones a nivel mundial de la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC) señalan que entre 26 y 36 millones de personas usan opioides. La mitad de ellos (entre 13 y 21 millones) consume opiáceos, principalmente heroína, y el resto abusa de fármacos opioides. Esta misma organización, en su informe “La creciente complejidad de los opioides”, asegura que los mayores niveles de uso de opioides se encuentran en América del Norte. En el caso particular de fentanilo y heroína, el consumo se concentra en los Estados Unidos y Canadá.
El Informe sobre la oferta de drogas en las Américas de la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas (CICAD) y la Organización de los Estados Americanos (OEA) coincide en que los opioides sintéticos siguen siendo en gran medida una preocupación para América del Norte; sin embargo, los datos cualitativos plantean que la preocupación por el fentanilo y sus usos para adulterar la heroína están generando consecuencias irreversibles en sus consumidores, incluso la muerte.
Además este informe agrega que la información sobre el fentanilo provino sólo de América del Norte. “El tráfico ilícito de fentanilo y otros opioides hacia Canadá y los Estados Unidos ha provocado una epidemia de consecuencias fatales”, advierte.
Las rutas del fentanilo
En Estados Unidos existen 5 rutas identificadas del fentanilo: China con escala en Alaska; China con escala en Canadá; desde China directamente a Estados Unidos; China con escala en México e India con escala en México.
En enero de 2022, el fiscal general de Alaska denunció, en una carta al Secretario de Estado, la Ruta del Fentanilo como una estrategia de expansión del mercado de drogas sintéticas, lo que encendió las alarmas de la DEA en relación al país con mayor fabricación del fentanilo: China, sobre todo en Wuhan, que es seguido muy de cerca por la India. La droga la reciben, entre otros, los carteles del narcotráfico mexicanos para enviar los cargamentos por mar y por tierra con destino a Estados Unidos.
#DEA #LA recognizes the first ever #NationalFentanylAwarenessDay & encourages you to spread awareness about the dangers of #fentanyl in an effort to save lives. Nearly 107,000 people have died in the U.S. from drug caused deaths & each number represents a loved one. #JustKNOW pic.twitter.com/H3yY7LIgzb
— DEALosAngeles (@DEALOSANGELES) May 10, 2022
La DEA afirma que el fentanilo es sumamente adictivo y un negocio bastante rentable para los traficantes.
Para el antropólogo y especialista en estudios de paz Luis Felipe Botero el tratamiento a ese flagelo debe reconfigurarse de manera unánime en favor de esfuerzos integrales que permitan superar esta crisis de muertes que pueden ser evitables. “Es necesario cambiar la visión. El gobierno norteamericano necesita desnarcotizar las intoxicadas relaciones con los consumidores. Solo así logrará la reducción del daño. Pero antes se necesita cambiar los encuadres a la crisis y así crear nuevas estrategias anticonsumo más globales”, dice.
Por lo anterior en Colcheck calificamos como ‘verdadera pero…’ la afirmación del presidente Petro porque se acerca a la cifra de 71.238 personas muertas por sobredosis de opioides sintéticos en 2021, pero no incluye las 33.856 muertes por metanfetaminas, que también cumplen con la condición de no ser fabricadas en América Latina. Ambas sustancias son producidas en su mayoría en países del continente asiatico (China, India, Filipinas, Tailandia y Myanmar). Entre tanto, la cocaína produjo 24.538 fallecimientos.
“El 10% de la población colombiana tiene el 70% de la riqueza, es un despropósito y una verdadera amoralidad”.
Tras consultar expertos y estudios al respecto, RedCheq califica la afirmación de Petro como discutible porque no encontramos datos nacionales sobre el asunto y las fuentes internacionales tienen cálculos que en algunos casos coinciden con lo que dice el presidente, pero en otros no. Esto, en el sistema de calificaciones de Colombiacheck, equivale a cuestionable.
Le preguntamos al equipo de prensa del mandatario de qué fuente sacó él las cifras, pero hasta el momento de publicar esta nota no había respuesta. No obstante, hallamos que el jefe de Estado ya se había referido al mismo tema el 27 de enero, durante su campaña presidencial, cuando trinó que “el 10% de la población colombiana tiene el 70% de la riqueza y deciden que se hace en el Estado. Por eso se perpetúa la pobreza, el desempleo y la desigualdad. ¿No es hora que el 90% de la población cambie esto?” (sic).
En el trino, Petro adjuntó una nota del diario El Espectador titulada: “En Colombia, el 10 % de la población tiene el 70 % de la riqueza: Thomas Piketty”, en la que se citan datos del World Inequality Lab (WIL), una organización dedicada a monitorear la distribución de los ingresos globales.
Según la nota, “parte de sus conclusiones (de Piketty) es que, en países como Colombia, el 10 % de la población concentra entre el 70 % y 80 % de la riqueza, mientras que el 50 % inferior apenas posee cerca del 1 %”.
El 10% de la población colombiana tiene el 70% de la riqueza y deciden que se hace en el Estado. Por eso se perpetua la.pobreza, el desempleo y la desigualdad.
— Gustavo Petro (@petrogustavo) January 27, 2022
¿No es hora que el 90% de la población cambie esto?https://t.co/EY411uVYgi
Buscamos entonces información en fuentes oficiales sobre la concentración de la riqueza. Sin embargo, no encontramos datos al respecto y expertos consultados coincidieron en que esto se debe en parte a la dificultad de definir y medir esta variable, el tamaño del mercado colombiano y el acceso a ciertos datos, como la distribución de la propiedad de la tierra y su valor.
“El problema es cómo se define la riqueza porque esto incluye varias cosas como la vivienda, si se es propietario; la tierra, las empresas, algunas son privadas, otras del Estado y hay que ponerles un valor. Además, ¿cómo se calculan riquezas que son incalculables como la educación? Hay que tomar en cuenta también que, para algunas personas, las industrias como la creativa o tecnológica son su fuente de riqueza”, explicó el economista Jorge Restrepo, de la Universidad Javeriana.
Ante la falta de información local, recurrimos a los datos de la plataforma WIL, la cual precisa que para 2021 en Colombia el 10% de la población concentraba el 64,8% de la riqueza, tras una disminución de 11,7 puntos con respecto a 2009, cuando alcanzó su pico más alto (76,5%). Además, que fue en 2011 cuando exactamente este grupo poblacional acumuló el 70 por ciento, tal como dijo el presidente. Es decir, hace 11 años.
En la misma base de datos se indica que la mitad más pobre de los colombianos solo tenía hasta el año pasado el 3,9% de la riqueza nacional, un número que ha sido constante desde el 2015 y no ha registrado grandes variaciones.
Sobre la elaboración de estos datos, el economista Óscar Barrera, investigador de WIL, explicó que son construidos a partir de encuestas del DANE, pero la desigualdad de ingreso y riqueza se subestima en Colombia. “La razón fundamental es que en las encuestas, de forma sistemática, los grupos más ricos tienden a subreportar el ingreso y riqueza. Nuestros ajustes, justamente, usan como referente las declaraciones de renta para corregir el desbalance”, aclaró.
El profesor de Stanford University Javier Mejía Cubillos también coincidó en estas limitantes. “Lo que trata de hacer es usar las diferentes fuentes de información que hay, estimar la mayor parte de la distribución con encuestas de hogares, y complementar con inferencias a partir de datos tributarios; de esa forma, trata de homogenizar y generar estimativos tan comparables como se pueda”, indicó y agregó que en este análisis falta la captura de datos como la distribución de la tierra, que en el caso colombiano es importante.
Por otro lado, Credit Suisse Group, una empresa suiza de servicios financieros, en un reporte del año pasado confirmaba que en Colombia el 10% de la población poseía el 71,6% de la riqueza, una concentración que solo está por detrás de la de Estados Unidos (75,8%) dentro del contexto de América.
Esto significa que esta franja poblacional acumuló más riqueza que la que tenía previo a la pandemia en 2019, cuando poseía el 64%, de acuerdo con el informe correspondiente a ese año.
A pesar de que no fue la fuente que usó Petro, de acuerdo con su trino, la cifra se acerca más a lo que dijo. El dato de WIL, en cambio, es más distante en su última actualización. Por tanto, hay diferentes cálculos que no coinciden entre sí ni de forma exacta con la afirmación, por lo que esta es cuestionable.
“Las mujeres dedican el triple o cuádruple de horas a las tareas de cuidado”.
Petro también se refirió a algunos temas de desigualdad de género, y aseguró que buscaría una paridad para evitar que las mujeres tengan que dedicar mucho más tiempo en tareas del cuidado, en comparación con los hombres.
“No podemos seguir permitiendo que las mujeres tengan menos oportunidades laborales y que ganen menos que los hombres, que tengan que dedicar el triple o cuádruple de horas a las tareas del cuidado, que estén menos representadas en nuestras instituciones”, dijo.
En esta afirmación, el dato más concreto y por tanto verificable es el del tiempo dedicado al cuidado. Al chequearlo, encontramos que la frase es cuestionable, pues los reportes de estas actividades de cuidado y trabajo no remunerado registran que el tiempo que dedican las mujeres es más del doble que los hombres, pero no cerca del triple y menos del cuádruple. Es decir que exageró en las cuentas.
Además, esta no es la primera vez que Petro hace esta afirmación. En su programa de gobierno (página 10) como candidato a la Presidencia por el Pacto Histórico, también hizo referencia a la cantidad de horas que dedican las mujeres a las tareas de cuidado no remunerado y que serían 3 veces más que las de los hombres.
Según el estudio “Tiempo de cuidados: las cifras de la desigualdad”, publicado en 2020 por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) y ONU Mujeres, los cuidados que se realizan al interior de los hogares pueden ser de directos, indirectos o pasivos. Los primeros involucran relaciones interpersonales, los segundos no y los terceros implican estar al pendiente de personas que requieren de atención, pero pueden llevarse a cabo en simultánea con otras actividades.
En Colombia, las actividades de cuidados directos e indirectos constituyen el “Trabajo
doméstico y de cuidado no remunerado” (TDCNR) que integra la Cuenta Satélite de Economía del Cuidado (CSEC). Esto se compone de seis funcionalidades: suministro de alimentos, mantenimiento de vestuario, limpieza y mantenimiento del hogar, compras y administración del hogar, cuidados y apoyo de personas, y voluntariado.
Al respecto, la Ley 1413 del 2010 tiene como objeto “incluir la economía del cuidado conformada por el trabajo de hogar no remunerado en el Sistema de Cuentas Nacionales, con el objeto de medir la contribución de la mujer al desarrollo económico y social del país y como herramienta fundamental para la definición e implementación de políticas públicas”. En su artículo tercero clasifica las actividades del hogar y de cuidado no remunerado como:
De acuerdo con el último informe de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT), elaborada por el DANE entre septiembre de 2020 y agosto de 2021, a nivel nacional, las mujeres dedicaron en promedio 7 horas y 46 minutos al día en actividades de trabajo no remunerado, mientras que los hombres invirtieron 3 horas y 6 minutos. Es decir que, durante ese periodo, las mujeres invirtieron 2,51 veces más tiempo que los hombres en estas actividades.
Este informe explica que a nivel nacional, para el periodo que va de septiembre de 2020 a agosto de 2021, los hombres registraron una participación de 53,3% en actividades de trabajo remunerado y las mujeres, de 29,9%. Mientras tanto, para el trabajo no remunerado, la participación de los hombres fue de 63,4% y la de las mujeres de 90,4%, lo que sigue evidenciando una brecha importante en el tareas del cuidado y el hogar.
Así mismo, la entidad agrega que en las actividades de trabajo no remunerado las personas de 60 a 75 años son las que más participan (81%). Según la clasificación laboral, el 96,1% de las mujeres están desocupadas.
En un chequeo anterior realizado en colaboración con RedCheq, sobre algunas afirmaciones de género del entonces candidato presidencial Gustavo Petro y su contendiente en segunda vuelta, Rodolfo Hernández, la profesora de economía de la Universidad Javeriana, Paula Herrera Idárraga, explicó que “el gran valor que tiene la Enut es que es un levantamiento de información sobre lo que hace una persona en un día de referencia, y pregunta por todas las actividades que no son remuneradas, como preparar comida, planchar la ropa, hacer diligencias”.
La docente universitaria señaló que “si Colombia genera políticas que reconozcan este trabajo, los resultados van a ser muy positivos en variables económicas como el PIB (Producto Interno Bruto)”. Además agregó que “la brecha de género que existe en el mundo laboral y profesional se explica en buena medida por el tiempo que las mujeres están dedicadas a estas labores sin remuneración”.
Al respecto, el documento “Mujeres y hombres: brechas de género”, publicado en 2020 por ONU Mujeres, el DANE y a la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer, señala que en Colombia, el valor económico del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado (TDCNR) asciende a 186.000 millones de pesos, del cual, el 77% es aportado por el trabajo de las mujeres.
Según este informe, las mujeres dedican más del doble del tiempo que los hombres a actividades domésticas y de cuidado no remuneradas (2,1 veces: 7 horas con 14 minutos de las mujeres, frente a 3 horas con 25 minutos por parte de los hombres). Además, el 89,5% de las mujeres realizan al menos alguna actividad doméstica o de cuidados por la que no reciben pago.
En Colombiacheck también consultamos el ‘Simulador del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado’, desarrollado por el DANE y la ONG Internacional Oxfam como un ejercicio reflexivo y de reconocimiento con el cual las personas pueden calcular el tiempo y el aporte que hacen a su hogar y al país con el trabajo doméstico y de cuidado que realizan diariamente sin remuneración.
Este simulador divide las actividades de cuidado en:
De acuerdo con sus cifras, en promedio, las mujeres colombianas dedican más del doble del tiempo que los hombres al trabajo no remunerado del hogar y la comunidad, pues registran que las mujeres invierten en total 52 horas semanales de trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, mientras que los hombres solo 22 horas semanales. En este sentido, las mujeres invierten 7 horas con 43 minutos en tareas de cuidado, que son 2,4 veces más que las 3 horas con 14 minutos de los hombres.
Teniendo en cuenta los datos del ENUT, el informe del DANE y el simulador del trabajo doméstico, las mujeres dedican dos veces y media más tiempo en estas actividades que los hombres, una cifra que no llega a la dada por el presidente Petro. Con estos elementos, calificamos como cuestionable la frase dicha por el presidente electo Gustavo Petro, en la que afirma que “las mujeres dedican el triple o cuádruple de horas a las tareas de cuidado”.
“La ciencia ha anunciado la extinción posible de la especie humana en apenas uno o dos siglos por los efectos en la salud que traería la crisis climática. Uno o dos siglos nos quedan”.
La Cola de la Rata solicitó al equipo de prensa del presidente consultarle en qué fuentes se basó para tal afirmación, pero hasta el momento de publicación de esta nota no ha habido respuesta.
A partir de la revisión de documentos y de los aportes de especialistas en cambio climático, Redcheq califica esta afirmación como discutible porque, aunque expertos alrededor del mundo han alertado sobre los efectos del cambio climático en la extinción humana, hay quienes también consideran en el análisis la capacidad de resistencia y adaptación de la especie y, en todo caso, advierten que hay que tener cuidado con pronósticos del periodo de tiempo en el que esto ocurriría.
En el sistema de Colombiacheck, esta falta de consenso implica que la afirmación es cuestionable.
“El cambio climático podría desencadenar directamente otros riesgos catastróficos, como un conflicto internacional, o exacerbar la propagación de enfermedades infecciosas y el riesgo de contagio. Estos podrían ser potentes multiplicadores de amenazas extremas”, detalla el artículo “Climate Endgame: Exploring catastrophic climate change scenarios”, publicado en la revista académica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS). El artículo recuerda, además, que “el pulso de carbono actual está ocurriendo a una velocidad geológica sin precedentes y, para fines de siglo, puede superar los umbrales que desencadenaron extinciones masivas anteriores”.
El mismo artículo exhibe, entre las investigaciones existentes que han abordado cómo el cambio climático podría conducir a la extinción humana o a una catástrofe global, al libro Our Final Warning, el cual “concluye que un aumento de la temperatura global de 6 °C ‘pone en peligro incluso la supervivencia de los humanos como especie’”.
“Si no hacemos algo ahora, definitivamente sí vamos a llegar a un nivel donde el calentamiento es tanto que va a ser incontrolable y va, obviamente, a llevar a la extinción de la especie humana”, sostiene también Erika Amaya, economista con experiencia en temas ambientales e integrante de la dirección de cambio climático y gestión del riesgo del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. Amaya también explica:
“Ese cambio climático básicamente se produce por los desequilibrios que le generamos a los ecosistemas, que tendrían la capacidad de equilibrarse, de hacer sus funciones, si nosotros no tuviéramos tanta presión sobre ellos, que los supiéramos usar, que hubiera un equilibrio de uso; no es que no se use, pero como no hay ese equilibrio, hay exceso de consumo, exceso de producción, entonces eso hace que efectivamente el planeta entre en un nivel de estrés supremamente alto”.
En este sentido, “vamos a perder animales, vamos a perder ríos, vamos a perder muchas cosas, pero, ¿quién es el que va a perder definitivamente? Pues el ser humano, que es el que está habitando y dependiendo del aire, del agua, de todos los recursos de ese ecosistema”, concluye.
El Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), es un órgano de las Naciones Unidas que evalúa y contrasta los conocimientos científicos existentes sobre el tema en cuestión. En el resumen para los formuladores de políticas de su sexto informe publicado este 2022, exponen que al corto plazo (2021-2040), de alcanzarse los 1,5 °C, el calentamiento global “provocaría aumentos inevitables de múltiples peligros climáticos y presentaría múltiples riesgos para los ecosistemas y los seres humanos”, considerando que “el nivel de riesgo dependerá de las tendencias simultáneas a corto plazo en vulnerabilidad, exposición, nivel de desarrollo socioeconómico y adaptación”. Mientras, a mediano plazo (2041- 2100), con un calentamiento de 2 °C “los riesgos para la seguridad alimentaria debido al cambio climático serán más severos, lo que provocará desnutrición y deficiencias de micronutrientes”.
En general, el informe alerta sobre que “los cambios proyectados en el ciclo del agua, la calidad del agua, los cambios en la criosfera, las sequías y las inundaciones tendrán un impacto negativo en los sistemas naturales y humanos”. En relación con esto, “se prevé que los riesgos de enfermedades transmitidas por los alimentos, el agua y los vectores sensibles al clima aumenten en todos los niveles de calentamiento”. Además que este cambio climático “combinado con factores no climáticos, provocará la pérdida y degradación de gran parte de los bosques del mundo (nivel de confianza alto), los arrecifes de coral y los humedales costeros bajos”.
De igual manera, el informe recalca que “la vulnerabilidad humana futura continuará concentrándose donde las capacidades de los gobiernos locales, municipales y nacionales, las comunidades y el sector privado son menos capaces de proporcionar infraestructuras y servicios básicos” y que “bajo todos los escenarios climáticos y socioeconómicos, las ciudades y asentamientos bajos, las islas pequeñas, las comunidades árticas, las comunidades indígenas remotas y las comunidades deltaicas enfrentarán graves interrupciones para 2100 y, en muchos casos, tan pronto como para 2050”. Sin embargo, no se estima ni la extinción humana, ni un tiempo para la posible extinción.
Miguel Ángel Amézquita, magíster en ciencia ambientales y especialista en cambio climático, explica que “pensar que la humanidad o la especie humana va a extinguirse como se están extinguiendo otras especies, no es del todo descabellado”, pero “hay que tener mesura a la hora de pensar en pronósticos de uno, dos, tres, o cuatro siglos porque realmente la especie humana ha demostrado en el tiempo, y hablo en el tiempo de la escala humana, que ha sido capaz de resistir cambios en el clima, ha sido capaz de resistir catástrofes de orden global” por lo cual “será muy difícil, que la especie se extinga totalmente”, considera.
“Sí habrían unas consecuencias muy graves si no hacemos nada y seguramente podríamos llegar a pensar que la población humana se reduzca drásticamente, a unos niveles incluso que pueda poner en riesgo la permanencia de la especie, pero creo que la especie humana podrá enfrentar el fenómeno de cambio climático”, explica Amézquita. Y detalla que la velocidad del cambio climático supera el ritmo de las acciones climáticas para mitigarlo, por lo que “eso nos lleva un escenario de crisis climática, de una crisis incluso civilizatoria que pone en riesgo la especie humana y sobre todo a los más vulnerables de esa especie humana”, similar a lo expuesto por IPCC.
Amézquita también ilustra que “ya tenemos mucha más ocurrencia de enfermedades cancerígenas en la piel, (...) morbilidad por enfermedades relacionadas con infecciones respiratorias agudas” e incluso “al tener mayor aumento de temperatura y mayor humedad las condiciones de proliferación de virus bacterias y otros organismos se está multiplicando”.
Finalmente, el artículo Climate Endgame es claro al puntualizar que “el cambio climático podría exacerbar las vulnerabilidades y causar múltiples tensiones indirectas (como daños económicos, pérdida de tierras e inseguridad alimentaria y del agua) que se fusionan en fallas sincrónicas en todo el sistema”. Pero, en general, no hay consenso para determinar una extinción y no hay suficiente evidencia que defina un periodo para que esto suceda. De hecho, por este mismo motivo insta a la realización de investigaciones sobre “el cambio climático catastrófico” que se centren, entre otros puntos, en la “exploración de las vías desencadenadas por el clima hacia la morbilidad y la mortalidad masivas” y “comprender la dinámica y los impactos del cambio climático extremo a largo plazo”.
Por tanto, aunque la extinción de la humanidad por la crisis climática sí es un escenario posible que se plantea la ciencia, Petro hace una afirmación cuestionable al atribuirle un plazo específico sobre el que no hay tal consenso.
“No somos nosotros los que emitimos los gases de efecto invernadero. Son los ricos del mundo quienes lo hacen”.
El cuidado del medio ambiente frente a la crisis climática fue un asunto central en el discurso de posesión del presidente Gustavo Petro. Por ello salió a relucir la posición de Colombia dentro de la responsabilidad de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en las que, según el mandatario, nuestro país no tiene participación significativa.
En noviembre de 2021, en “Las afirmaciones cuestionables de Duque en la COP26 de Glasgow”, Colombiacheck verificó una frase del hoy expresidente Iván Duque relativa a dicha participación: “Colombia representa el 0,6% de las emisiones de gases de efecto invernadero, pero Colombia es uno de los 20 países más amenazados por la crisis climática”. Las estimaciones del Inventario Nacional de GEI y de la Tercera Comunicación del Cambio Climático, documentos oficiales elaborados en cumplimiento de los compromisos del país con la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), arrojaron que Colombia representa el 0,4% de las emisiones a nivel mundial.
En consonancia con lo ilustrado en la gráfica, según estimaciones de la base de datos de emisiones para la investigación atmosférica mundial (Edgar, por sus siglas en inglés), iniciativa de la Comisión Europea de Liderazgo Político, las mayores emisiones de GEI en el planeta provienen de China (32,48%), Estados Unidos (12,61%), la Unión Europea (7,29%), India (6,71%), Rusia (4,66%) y Japón (2,95%). Según esta medición, Colombia produce el 0,25%.
Cruzamos estas estimaciones con los datos de los 20 países con mayor Producto Interno Bruto (PIB) del mundo, según la base de datos del Banco Mundial. Además, incluimos a Colombia en la gráfica para dimensionar su ubicación en términos de riqueza y responsabilidad en las emisiones de GEI.
Si bien los datos más recientes de emisiones se encuentran en el Informe del inventario nacional de gases efecto invernadero 1990-2018 y carbono negro 2010-2018 de Colombia, este no incluye una relación aproximada de participación en la emisiones de GEI a nivel global, como sí la incluía la Tercera Comunicación del Cambio Climático. Establecer esta proporción es complicado, en la medida en que los países no están coordinados para reportar sus emisiones.
Ahora bien, aunque la participación de las potencias económicas en las emisiones de GEI le darían la razón al presidente Petro, el carácter global de la crisis climática implica pensar más allá de fronteras territoriales e incluir las relaciones sociales, los métodos de producción de las industrias, al margen de los compromisos que suscribe cada Estado. Así nos lo explicaron los expertos de Camino Hacia Carbono Neutral (CHCN), iniciativa dedicada al impulso de alternativas para la reducción de las emisiones de GEI:
"Asumir el porcentaje de cada país como un indicador de compromiso para luchar contra el cambio climático, no ha tenido, ni tendrá mucho sentido. Lo importante es actuar efectivamente para conseguir territorios sostenibles, sustentables, equitativos y carbono neutral. Si bien en la actualidad Colombia no representa ni siquiera el 1% de las emisiones globales de GEI, sí es urgente transitar hacia alternativas sustentables y acelerar el proceso de regeneración y conservación de los ecosistemas, pues el país ahora se ubica en el listado de los más vulnerables ante los efectos de la crisis climática".
Ahora bien, si al hablar de “los ricos del mundo” Gustavo Petro se refierese a personas naturales, también estaría en lo cierto. El informe “Combatir la desigualdad de las emisiones de carbono”, publicado en 2020 por Oxfam International en alianza con el Instituto del Medio Ambiente de Estocolmo (SEI), expone que la responsabilidad de emisiones de GEI del 1% con mayor adquisición económica de población mundial, es el doble de las emisiones GEI de más de 3.000 millones de personas que, aproximadamente, conforman el 50% más pobre.
Así pues, la evidencia científica respalda la afirmación del presidente Petro, bien sea que en su frase se refiriera a las potencias mundiales en materia económica o que aludiera a la porción más acomodada de la humanidad. En ambos casos, la participación de estos en el cómputo global de emisiones de GEI es mucho más significativa que la de economías pequeñas como la colombiana. Por esta razón, calificamos lo dicho en la posesión sobre este aspecto como verdadero.
“Tenemos la mayor esponja de absorción de estos gases [de efecto invernadero] después de los océanos: la selva amazónica”.
Con respecto a la bandera de lucha contra la crisis climática presentada por el presidente Gustavo Petro durante su discurso de posesión, el mandatario incluso dejó sobre la mesa la propuesta al Fondo Monetario Internacional (FMI) de intercambiar deuda a cambio de acciones de cuidado ambiental y mitigación del calentamiento global, una iniciativa respaldada por modelos como este, publicado en 2021 por el Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico.
En ese sentido, el patrimonio protagónico del país es la selva amazónica, cuya importancia ambiental se ha revaluado de la concepción de “pulmón del planeta”, anteriormente famosa por la supuesta producción masiva de oxígeno en la zona, al plano de la absorción de gases de efecto invernadero (GEI). Se estima que entre 10% y 20% se absorbe gracias a la cobertura vegetal de la Amazonía, por lo cual es cierto que es una importante “esponja”, como se planteó en el discurso.
Es cierto también que por encima están los océanos. Durante la última década, se ha estimado entre el 25% y el 30% de los GEI en la atmósfera es absorbido a través de reacciones químicas con el agua, fotosíntesis de algas y microalgas y procesos de las especies marinas como corales, moluscos y plancton. Hecho que, si bien contribuye a frenar ligeramente la velocidad de la crisis climática, preocupa a los académicos dado que la absorción de estos gases produce acidificación en el océano, fenómeno que afectaría a numerosas especies marinas y sus hábitats.
Acidificación del PH en aguas del Océano Pacífico respecto al crecimiento de CO2 atmosférico entre 1960 y 2010.
Si bien la absorción de GEI en la Amazonía no tiene hasta ahora contraindicaciones conocidas, como sí en los océanos, la cobertura boscosa enfrenta sus propios desafíos. Los expertos de Camino Hacia Carbono Neutral (CHCN), iniciativa dedicada al impulso de alternativas para la reducción de las emisiones de GEI, así lo explican:
"Es evidente que la selva amazónica, como el ecosistema tropical más grande del planeta, representa, tal vez, el bioma que mejor atención debería recibir como aliado en el proceso de descarbonización planetaria. En este sentido, es posible afirmar que el planteamiento es correcto. Sin embargo, valdría la pena evaluar las afectaciones que ha tenido el territorio amazónico, a causa de, por ejemplo, la ampliación de la frontera agropecuaria y la consecuente deforestación, así como el problema de la plantación de monocultivos de alto impacto".
Las afectaciones mencionadas por CHCN serán un desafío crucial en la agenda de Gustavo Petro contra la crisis climática. Como verificamos dentro del especial “4 años de Duque”, el fenómeno de la deforestación creció en el anterior cuatrienio, con una sensible afectación en el corredor andino-amazónico. Esto se evidencia en el reciente informe de actualización de cifras oficiales de monitoreo de bosque natural y deforestación para el año 2021, presentado por el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam).
Focos principales de deforestación en Colombia para 2021.
Así pues, tal como aseguró en su discurso el presidente Gustavo Petro, los océanos representan el mayor porcentaje de absorción de GEI en la atmósfera, seguidos por la selva Amazónica, amenazada en territorio colombiano por praderización, ganadería extensiva y siembra de cultivos de uso ilícito, entre otros. Por este motivo damos a su frase la calificación de verdadera.