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Este artículo fue publicado originalmente por Maldita Ciencia de Maldita.es el 13 de julio de 2020. Este contenido es reproducido aquí como parte de #CoronaVirusFacts, un esfuerzo global liderado por la International Fact-Checking Network, IFCN (de la cual Colombiacheck es miembro), para combatir la desinformación al respecto del brote de coronavirus en el mundo.
Nos habéis hecho llegar un mensaje que está circulando en cadenas de WhatsApp en el que se pide añadir una cucharada de cloro a cada desagüe de los inodoros, lavabos, bañeras, duchas, lavavajillas. Este mensaje es muy parecido a otro del cual ya hablamos sobre la lejía. Echar sustancias como la lejía, que contiene cloro, por los desagües es un “atentado medioambiental”, como dice la Sociedad Española de Microbiología. Además, el agua que llega a los hogares ya ha pasado por tratamientos que eliminan o inactivan el virus. Os explicamos que sabemos.
El elemento cloro es la base de los blanqueadores más utilizados, por ejemplo, la solución de hipoclorito de sodio, que es lo que llamamos normalmente “lejía”.
Ya explicamos que la lejía ha demostrado ser un producto efectivo para desinfectar las superficies en las que pueda haber coronavirus u otros microorganismos. Aquí os explicamos la forma de hacerlo. “Si se quiere desinfectar el inodoro, se puede echar media taza pequeña al agua y dejar actuar media hora. De hecho, es aconsejable este tipo de higiene en domicilios donde viven enfermos diagnosticados”, señalaba la Sociedad Española de Microbiología a Maldita Ciencia.
Sin embargo, una cosa es desinfectar el inodoro cuando sea necesario y otra echar una taza de lejía concentrada por el lavabo, la bañera, la ducha, el fregadero, el inodoro o hasta el lavavajillas, cada vez que se usan, como pide el mensaje. La Sociedad Española de Microbiología lo califica como “un atentado medioambiental”. La lejía sin diluir es muy agresiva y debe diluirse en agua para su uso.
La Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA) explica que la lejía o hipoclorito de sodio tiene efectos muy tóxicos y duraderos para los organismos acuáticos.
El maldito químico Franco Vairoletti, que nos ha prestado sus superpoderes, señala que “el mensaje es muy similar al de la lejía”. Y precisa: “En este se habla del cloro. Seguramente el mensaje se refiera a desinfectantes que funcionan liberando cloro activo en solución. Estos desinfectantes son los que se conocen generalmente como lejía, lavandina, solución de cloro, etc. y su ingrediente activo suele ser el hipoclorito de sodio, aunque existen otros compuestos de cloro que pueden cumplir la misma función”.
Por lo tanto, añade: “Cuando el mensaje se refiere a ‘agregar una cucharada de cloro’ se refiere a alguno de estos productos, así que solo sería un cambio de nombre, en lo demás el mensaje es idéntico. Es común que en algunos países se denomine como ‘cloro’ a las soluciones mencionadas. El mensaje no puede estar refiriéndose al cloro como tal (es decir, a la molécula de Cl2) porque esta molécula es un gas, muy peligroso por su toxicidad, por ser corrosivo e irritante”.
Por su parte, Carlos Gutiérrez Jiménez, maldito que trabaja en una depuradora de aguas residuales, coincide en que los consejos dados para el uso de la lejía por los desagües servirían para el cloro "puesto que es el mismo compuesto, con la salvedad de que en el caso del cloro es más peligroso y nocivo para el medio porque su concentración es más pura”. Y añade que no es habitual encontrar cloro (hipoclorito sódico) en las tiendas o en el circuito habitual de los consumidores.
Con respeto a la peligrosidad de echar lejía por nuestros desagües para supuestamente desinfectarlas, “todo lo que venga después de la premisa falsa ‘el virus está creciendo y multiplicándose en las aguas residuales’ puede ser descartado directamente”, según nos explica el también maldito Joaquín Ruiz, biólogo especialista en genética, microbiología y virología, que también nos ha prestado sus superpoderes.
“Un virus solo se multiplica en el interior de su organismo huésped. Sin él, es una partícula inerte, como un granito de arena en versión muchísimo más pequeña. ¿A alguien se le ocurriría pensar que la arena se reproduce sola?", dice.
Y añade que los elementos a tratar para eliminar el virus son personas y superficies de contacto. En conclusión, “tratar aguas fecales o residuales es como tratar el techo de una habitación: ¿puede haber virus? Sí. ¿Tenemos probabilidades de entrar en contacto con él? Cero, o muy pocas”, afirma.
El mensaje difundido en WhatsApp indica que “las autoridades holandesas han descubierto que el virus está creciendo y multiplicándose en el sistema de aguas residuales”.
Gertjan Medema, del instituto de investigación del agua KWR, ha analizado con su equipo las aguas residuales de los Países Bajos. Según indicaba a Maldita Ciencia, el mensaje difundido referido a la lejía “no tiene sentido”. Si bien es cierto que su equipo ha encontrado trazas del SARS-CoV-2 en aguas residuales de este país, a día de hoy no hay evidencias de que el virus pueda crecer ni multiplicarse en el agua. “Solo puede multiplicarse en nuestras células”, explica Medema.
Tampoco se ha demostrado que las trazas encontradas tengan capacidad infectiva: “Hemos encontrado el ARN del virus en las aguas residuales, pero no el virus infeccioso. Incluso en las heces de personas con COVID-19 es casi imposible encontrar virus infecciosos”. E insiste en que “en ninguno de los países que sufren la pandemia hay una señal de que las personas (incluidos los trabajadores de alcantarillado) se contagien a través de la exposición a las aguas residuales”.
Tal y como explica a Maldita Ciencia de Víctor Jiménez Cid, catedrático del departamento de Microbiología y Parasitología en la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Sociedad Española de Microbiología, “el virus se multiplica en la mucosa del intestino y por tanto se detecta en buena cantidad en heces y acabará en las aguas residuales, pero la transmisión fecal no está demostrada como una vía importante en la epidemia de COVID-19 u otros coronavirus”, dice. Y recuerda que “la respiratoria es la predominante. En las aguas residuales se puede detectar virus, pero sobre todo sus restos (RNA de virus inactivado, no infeccioso), y eso es lo que se ha propuesto como un método sensible para detectar precozmente la presencia del virus en una comunidad. Es improbable que se elimine una dosis infectiva importante en heces porque el virus es muy sensible a las sales biliares, producidos durante la digestión, por lo que no es probable que se eliminen por heces muchos virus infectivos”.
El texto también indica que “incluso las personas que estaban confinadas en sus casas cogieron el virus”. Como ya os contamos aquí, el agua que llega a los hogares pasa antes pasa por un proceso de potabilización que elimina o inactiva el virus, según los CDC.
Además, añade Jiménez, “el agua que consumimos ya viene clorada por el sistema de abastecimiento, salvo en zonas rurales remotas, donde se suele advertir que el agua no está tratada. El agua del grifo, y por ende, de inodoros, lavabos, bañeras, duchas, lavavajillas ya tiene una dosis de cloro que garantiza su calidad microbiológica, a dosis que matan los virus patógenos, coronavirus incluido”, como viene explicado en este documento, insiste.
Para redactar este artículo, nos han ayudado los malditos Franco Vairoletti, químico, Joaquín Ruíz, biólogo especialista en genética, microbiología y virología, y Carlos Gutiérrez Jiménez, que trabaja en una depuradora de aguas residuales.