En la primera parte de este explicador, contamos que el precio que vemos en las facturas de energía se calcula con dos componentes: el consumo de los usuarios y el precio de la energía en el mercado. También dijimos que el consumo depende exclusivamente de los hábitos de las personas, mientras que el precio de la energía depende de factores externos. Sin embargo, existe una manera en la que su precio puede bajar y con la que cualquier persona puede ayudar: la transición energética.
Alrededor del 70% de la energía eléctrica en Colombia se genera a partir del agua, lo cual lo hace especialmente vulnerable a las temporadas de sequía. No solamente por el riesgo de racionamiento eléctrico, sino porque ante la escasez de agua, las centrales termoeléctricas deben respaldar la generación de electricidad.
Esto implica no solo mayores emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), sino un aumento en el precio que pagan todos los usuarios por su energía eléctrica, pues la generación térmica es generalmente más costosa que la generación hidráulica o con fuentes no convencionales de energía renovables (FNCER), como el sol, el viento o la biomasa.
“Cuando intervienen las térmicas, el kilovatio-hora día se incrementa basado en que ha sido necesaria una intervención con gas, combustóleo o carbón. Estos insumos generan un incremento puntual, durante algunos días. Que al final se disipa en el costo al consumidor final”, explica Benjamín Garavito, director ejecutivo de la Fundación Xua Energy.
Esto fue precisamente lo que pasó en abril de 2024, cuando el país generó el 47% de su energía con plantas térmicas, lo cual aumentó el precio de la energía en 22,68%, de acuerdo con XM, la empresa que regula el mercado de energía mayorista en Colombia.
En esta segunda parte hacemos sumas y restas del costo de la energía generada con distintos tipos de fuentes, explicamos por qué las fuentes renovables de energía son cada vez más económicas y, finalmente, qué podrían hacer las personas para sumarse a la transición y reducir el precio que pagan por su energía.
Mientras que, en marzo, el precio promedio ponderado de la energía fue de 622,31 pesos por kilovatio hora ($/kWh), en abril la energía costó $763,48 por kWh. Incluso, el 3 de este mes el precio diario en bolsa superó los 1.200 pesos. Lo mismo sucedió entre septiembre y octubre de 2023, cuando el precio promedio fue de más de 1.000 pesos kWh ante el pronóstico de la llegada del fenómeno El Niño.
Esto quiere decir que cada kilovatio que se consumió durante abril de 2024 o durante septiembre y octubre de 2023 fue más caro que los meses anteriores, lo cual se ve reflejado en el recibo de energía que llega a las casas.
Esto ocurre porque el precio de la energía “está relacionado directamente con el tipo de fuente de generación, la disponibilidad de los recursos hidráulicos, solares y eólicos, y el costo y disponibilidad de los combustibles”, según explica XM.
Para ponerlo en perspectiva, el precio ponderado de la energía generada por proyectos eólicos en tierra fue de 0,035 dólares por kilovatio hora en 2022, alrededor de 130 pesos colombianos, según un estudio de los costos de la energía renovable hecho por la Agencia Internacional de las Energías Renovables, IRENA. En el caso de la energía solar, su precio ponderado fue de 0,049 dólares o 190 pesos.
Aunque dijimos ponderados, estos valores son en realidad una métrica internacional para calcular el costo de inversión de generación de energía con distintas fuentes y tecnologías, que se conoce como costo nivelado de la energía o LCOE, por sus siglás en inglés. Esta medida se utiliza para analizar si los proyectos de generación son o no rentables y, entre otras, tiene en cuenta el costo de los combustibles, la tecnología que se utiliza y hasta las condiciones geográficas del proyecto.
Este abaratamiento de la generación con fuentes renovables también se evidencia en la gráfica de precios. Desde el 20 de abril de 2024, se evidencia una disminución de más del 80 % en el precio de oferta de energía en bolsa que, según XM, se dio “por los recursos de generación hidráulicos”. Es decir que, entre más limpia sea la fuente de generación de energía, el precio de la electricidad que pagamos será más económico.
Esto también lo han demostrado países como Dinamarca, que en 2017 logró suplir más del 100% de su demanda energética con energía eólica, lo que provocó precios de hasta -70 euros en el mercado diario. Un valor negativo implica que a los usuarios no solo no se les cobra por la electricidad generada, sino que se les paga por esto. Algo similar ocurrió a mitad de 2023 en Alemania, cuando la energía tuvo precios negativos durante una jornada de mercado.
La principal razón de su alto precio es la materia prima que necesitan para funcionar. Una central termoeléctrica utiliza carbón, gas, petróleo u otros combustibles líquidos para calentar y evaporar agua. Este vapor hirviente y a muy alta presión es lo que hace funcionar sus turbinas de generación de electricidad. Una vez se utiliza, el vapor de agua se almacena en un condensador para volver a utilizarse en otro ciclo de generación.
Hay otro tipo de termoeléctricas que se conocen como de ciclo combinado. Esto quiere decir que tienen dos clases de turbinas: una que genera energía con vapor de agua, tal como en una térmica convencional, y otra turbina que aprovecha los gases resultantes de la evaporación del agua para también generar energía de esta manera.
El presidente, Gustavo Petro, ha manifestado en varias oportunidades su intención de eliminar las termoeléctricas de la matriz energética de Colombia. De hecho, en 2023 el país se adhirió a dos alianzas internacionales para dejar de utilizar carbón y gas: la Powering Past Coal Alliance (Alianza para energizar más allá del carbón o - PPCA) y la Beyond Oil and Gas Alliance (Alianza Más Allá del Petróleo y el Gas - BOGA).
“Como el sexto mayor exportador de carbón, la decisión de Colombia de unirse a la PPCA representa un hito en el abandono mundial del carbón”, sostienen en la alianza.
Aún así, los proyectos de generación con energías renovables apenas contribuyen con alrededor del 3% de la oferta total de energía, a pesar de que la meta a 2022 era alcanzar un 12% generado con estas fuentes.
En 2023, Colombia tuvo 32 nuevos proyectos de generación de energía, de los cuales 25 fueron solares, cuatro hidráulicos y tres térmicos, que sumaron 1.142 megavatios nuevos a la capacidad instalada nacional, de acuerdo con XM.
De acuerdo con el informe Transiciones energéticas del mundo, hecho por la IRENA, el costo general de proyectos fotovoltáicos cayó en un 85% entre 2010 y 2022. Mientras que, en 2010, el costo nivelado de la energía de parques fotovoltaicos era 710% más caro que el costo más bajo de energía producida con combustibles fósiles, ahora la energía solar es 29% más económica que las soluciones más baratas de generación con fósiles. Lo mismo también ha ocurrido con la generación eólica.
Esto está directamente relacionado con el crecimiento exponencial global de la inversión en proyectos de generación de energía que utilizan estas dos fuentes. En 2023, de acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (IEA), la capacidad de generación con renovables creció más del 50% con respecto a 2022. En gran parte, esto ha sido gracias a la apuesta de China sobre estas fuentes renovables.
Esto también implica que el crecimiento de nuevos proyectos de generación con fuentes no renovables ha decaído notablemente durante dos décadas, como muestra el informe ‘Renewable capacity highlights’, hecho por Irena en 2022.
“A largo plazo, la transición energética puede conducir a ahorros considerables en términos de costos operativos y de mantenimiento”, explican en Transforma. Por ejemplo, un cambio sustancial en la generación y consumo de energía eléctrica, puede reducir el gasto de Colombia para generar energía térmica.
Esto no solamente implica abandonar las centrales termoeléctricas de manera gradual y responsable, sino ampliar las opciones de generación con otras fuentes, mejorar la eficiencia energética y democratizar la generación de energía. Así lo cree Garavito, de Xua Energy, para quien adaptar una vivienda para que su energía dependa mayoritariamente del sol sería “un paso concreto en diversificación, o tener opciones energéticas (híbridas) para los hogares, industrias y poblaciones enteras. De tal manera que no dependerían, teóricamente, de una entidad pública o privada que les dé la energía, lo que puede causar que el precio del kilovatio-hora por día se reduzca muchísimo”, afirma.
De hecho, poner paneles solares en los techos de las casas disminuye el costo de la energía que el usuario paga, al convertirse en un pequeño generador de electricidad. Esto ya se demostró en 2023 con la comunidad paisa La Solar en Medellín, tal como contamos en el explicador “¿La transición energética es un capricho político o un ‘compromiso de todos’?”.
Si bien la inversión inicial en estas tecnologías acarrea costos (al ser un gasto similar a la que se hace al comprar un vehículo o una casa), en teoría no habría un incremento en el recibo que pagamos por la energía. “La idea es que con estas nuevas tecnologías haya ahorro en el consumo, por lo que no debería haber un cambio significativo en la factura. Lo que pase en la factura depende de las estrategias de financiación elegidas y debe discutirse en los procesos de transición, por lo cual actualmente no tenemos certeza sobre los efectos”, apunta María Angélica Farfán, directora del Laboratorio de Sostenibilidad Empresarial de la Universidad Javeriana y coautora del informe ‘El desafío de la Transición energética, lo que usted necesita saber’.
Pero los paneles solares no son la única opción para participar en la transición energética y abaratar el precio de la energía que pagamos. Otra opción es reemplazar las estufas de gas actuales por estufas de inducción, consideradas una de las tecnologías más eficientes para cocinar. De acuerdo con un análisis del Instituto de Investigación sobre Energía Eléctrica (EPRI, en inglés) hecho en 2014 para el Consejo Estadounidense para una Economía Eficiente Energéticamente, estas estufas transfieren el 90% de la energía a la comida, mientras que los sistemas a gas solo transfieren el 40%.
Esta electrificación es una de las acciones contempladas por el gobierno nacional para mejorar la eficiencia energética y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. También se contemplan estrategias como las bombas de calor y los distritos energéticos, que mejoran la regulación de temperatura en espacios pequeños o en comunidades, respectivamente.
Además, Colombia contempla fondos especiales para favorecer la transición, como el Fondo de Energías No Convencionales y Gestión Eficiente de la Energía, Fenoge, pensado para financiar, gestionar y ejecutar planes, proyectos y programas para mejorar la eficiencia energética y el uso de Fuentes No Convencionales de Energía en Colombia; o el Fondo de Apoyo Financiero para la Energización de las Zonas Rurales Interconectadas, FAER, que permite a entes territoriales, en unión con comercializadoras de energía, gestionar “planes, programas y proyectos de inversión priorizados para la construcción e instalación de la nueva infraestructura eléctrica”.
*Esta nota se produjo como parte del proyecto Verdades y Mentiras de la transición energética justa en Colombia, realizado con el apoyo de Transforma.