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Miércoles, 26 Junio 2024

Huitotos caníbales: un extinto ritual tergiversado por la cauchería aún es sacado de contexto en X

Por José Felipe Sarmiento Abella y Viviana Toro Gutiérrez

Una cuenta que dice hacer divulgación histórica ha difundido varias veces un incierto caso de antropofagia del siglo XIX, lo que alimenta un antiguo estigma contra los pueblos amazónicos.

3 DATOS CLAVE:

  1. La cuenta @colombia_hist ha publicado varias veces en X un supuesto dato histórico que relaciona a un pueblo indígena con el canibalismo: “El hermano de Rafael Reyes, Néstor Reyes exportador de quina, fue devorado por los antropófagos huitotos en el Amazonas en 1884”.
  2. Aunque en esa época la antropofagia hacía parte de la cultura de algunos clanes clasificados como huitotos (un conjunto diverso en el que incluso se hablan múltiples dialectos), no era una práctica generalizada sino limitada a ritos específicos que ya están proscritos. Su gastronomía se basa más en las plantas.
  3. La incierta historia de la muerte de Néstor Reyes en esas supuestas circunstancias sale de las memorias de su hermano Rafael, expresidente de Colombia, que están marcadas por la narrativa de “salvajismo” que caucheros como ellos promovieron sobre los habitantes de la Amazonía para poder esclavizarlos. Repetirla sin ese contexto alimenta esos estigmas racistas que persisten siglo y medio más tarde.

La cuenta Historia de Colombia (@colombia_hist) publicó en X un mensaje en el que dice: “El hermano de Rafael Reyes, Néstor Reyes exportador de quina, fue devorado por los antropófagos huitotos en el Amazonas en 1884”.

Como se puede comprobar con una búsqueda en X de la frase exacta, ese usuario ha repetido esto al menos en siete ocasiones desde el 29 de marzo de 2015 hasta el pasado 25 de abril, cuando hizo la publicación más reciente al respecto y con la que consiguió 23.700 reproducciones. Además, la afirmación fue retomada en 2017 por Historias del Tundama, un medio de comunicación cultural de Santa Rosa de Viterbo, Boyacá, lugar de nacimiento del mencionado expresidente conservador, Rafael Reyes Prieto (1904-1909).

Sin embargo, el dato ha sido cuestionado en múltiples comentarios por el señalamiento de canibalismo contra el pueblo amazónico.

Hay que tener en cuenta que el perfil @colombia_hist fue creado en el antiguo Twitter por un ingeniero electrónico llamado Juan Carlos Parra, como una afición que surgió de un “ataque de nacionalismo”. Él mismo lo contó así en una entrevista de 2021 con el medio caribeño Panorama Cultural. Sus publicaciones no aclaran cuáles son sus fuentes.

Por eso, Colombiacheck y el proyecto de divulgación @muycondimentada, de la historiadora Viviana Toro Gutiérrez, nos unimos para explicar la evidencia sobre las costumbres de este grupo indígena que habita en la Amazonía. ¿Cuál era el verdadero lugar de la atropofagia en su cultura?, ¿por qué difundir contenido sin contexto al respecto alienta una narrativa estigmatizante? y ¿qué se sabe realmente sobre la desaparición de Néstor Reyes?

La diversidad de los huitotos

La población huitoto es muy diversa. Al fin y al cabo, este es un nombre impuesto desde afuera, por colonizadores y antropólogos que por siglos clasificaron en un mismo conjunto a pueblos con diferentes tradiciones y hasta dialectos, como aclaran los líderes Norma y Elio Buinaje, pertenecientes al clan Garza Blanca de La Chorrera, Amazonas.

Ambos le explicaron a Colombiacheck por aparte que, a diferencia de otros clanes, son hablantes del m+n+ka (también escrito mɨ nɨka, por ejemplo, en el portal de lenguas de Colombia del Instituto Caro y Cuervo). Elio lo detalla así:

“No se sabe cuál es nuestro nombre verdadero. Al final, somos reconocidos por el Estado colombiano con ese nombre, pero entre el pueblo huitoto hay muchas variedades: hay huitoto m+n+ka, hay huitoto nɨpode… Existía huitoto murui, que ahorita se están independizando como pueblo murui [...]; ellos hablan el búe”.

El nombre oficial, según los Buinaje, hace referencia a una especie de hormiga carnívora. No obstante, incluso su escritura en español tiene variantes como uitoto, witoto o güitoto, de las que dan cuenta un documento disponible en la web del Ministerio de Cultura y la página sobre este pueblo en el sitio de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), que lo reconoce principalmente con otro distinto, muina murui, que significa “hijos del tabaco, la coca y la yuca dulce”.

La diversidad existente entre quienes se consideran huitotos no es de extrañar si se tiene en cuenta su distribución geográfica. No solo habitan en una gran extensión de la Amazonía colombiana, con presencia en tres departamentos (Caquetá, Putumayo y Amazonas), sino también en Perú, donde el respectivo Ministerio de Cultura los llama murui-muinanɨ.

Esto es clave, porque lo que es cierto para un clan o incluso para quienes hablan cierto dialecto, no necesariamente se puede generalizar para el resto. Es más, Norma Buinaje menciona que, en los relatos de sus antepasados que componen su memoria oral, hay registro de antiguas guerras entre unos y otros.

Un ritual “enterrado” décadas atrás

Esos enfrentamientos entre distintos grupos eran, justamente, el principal contexto en el que algunos de ellos tenían rituales en los que estaba presente la antropofagia. Al menos, este era el caso del clan Garza Blanca, según las historias que los Buinaje han escuchado de sus abuelos. “Cada clan tenía su propio reglamento, pero había casos similares”, explica Norma.

En todo caso, tampoco era una práctica generalizada sino restringida a los “brujos” que tenían el poder para hacerla. En general, advierte la líder, podía ser un acto de “venganza” y que demostraba la derrota de un enemigo o el castigo a una persona que hubiera hecho un daño grave a la comunidad.

También existía un antiguo rito de paso para algunos niños al cumplir siete años en el que debían tragar un pedazo de carne humana y vomitarla intacta. Norma describe el rito como una especie de “estudio” que se hacía para identificar a quienes podían formarse para integrar las nuevas generaciones de “brujos”, de modo que “quien lo hacía era el líder”.

Sin embargo, esto se refiere a una tradición que desapareció hace décadas. “No lo hicieron mis padres conmigo. Era algo prohibido. Solo lo hacían los brujos y era en venganza”, recuerda Norma. Además, señala que “esta nueva generación ya no tiene que tocar eso” porque sus propias autoridades “lo enterraron bajo la tierra, bajo el agua”.

Los tiempos en los que la práctica aún era común se remontan, según la líder, a cerca de un siglo atrás. Ese contexto es clave.

Canibalismo y propaganda cauchera

A finales del siglo XIX y principios del XX, los pueblos indígenas de la Amazonía sufrieron la explotación y toda clase de maltratos por cuenta de la “fiebre del caucho”. El látex natural del árbol que llora, descubierto en tiempos prehispánicos por los habitantes nativos de esa región, se había convertido entonces en un insumo fundamental para las industrias de Europa y Estados Unidos, en especial la automotriz.

Quienes lideraron esta empresa, como la famosa Casa Arana y la de los hermanos Reyes en cuestión, crearon toda una narrativa alrededor del miedo a la selva y a sus habitantes llamándolos “salvajes”, con el fin de evitar miradas indeseadas sobre sus prácticas violentas. Los colonos quedaban así como los “civilizadores”. El antropólogo Michael Taussig lo cuenta en ‘Chamanismo, colonialismo y el hombre salvaje: Un estudio sobre el terror y la curación’, a partir de relatos de viajeros de la época.

Uno de estos fue el sacerdote franciscano Gaspar de Pinell, más tarde vicario apostólico de Caquetá, quien contó que los hermanos Arana incluso produjeron una película en la que se mostraba cómo, supuestamente, esas regiones “estaban pobladas únicamente por caníbales”. Según el monje capuchino, fue debido a los “esfuerzos” de los colonos, que los indígenas se habían convertido en “elementos útiles de trabajo”.

Por otro lado, el ingeniero estadounidense Walter Hardenburg fue testigo de primera mano de las torturas y demás atrocidades contra la población huitoto, que denunció en artículos de revista y en su libro ‘El Paraíso del diablo’ (1912). De allí, Taussig extrae la siguiente cita, que describe la estrategia de propaganda cauchera:

“En efecto, para asustar a la gente e impedir así que penetren en la región, la compañía ha puesto a circular los relatos más espeluznantes sobre la ferocidad y el canibalismo de estos indios indefensos, a quienes otros viajeros, además de mí y Perkins, han encontrado tímidos, pacíficos, amables, industriosos y humildes”.

El diplomático irlandés Roger Casement confirmó estas denuncias en un famoso informe para el Parlamento del Reino Unido conocido como el ‘Libro azul’. El 19 de marzo de 1911, en una carta al canciller británico de la época, sir Edward Grey, el investigador escribió sobre la antropofagia de algunos pueblos nativos una versión que concuerda con lo que recuerdan los Buinaje:

“Las guerras entre familias de un mismo clan nunca eran sangrientas y, a mi parecer, es un hecho que el indio amazónico le tiene aversión a derramar sangre y es explosivo más que cruel. Los prisioneros tomados en esas guerras podían ser, y sin la menor duda lo eran, comidos o comidos en parte. En ese sentido, los caníbales amazónicos no parecen haber matado para comer, como es el caso de muchas razas primitivas, sino que a veces, o tal vez con frecuencia, comían parcialmente a aquellos que mataban. Más de un viajero por la América del Sur Tropical dejó registradas sus impresiones sobre cómo las víctimas no estaban aterrorizadas ante la idea de ser comidos y, en algunos casos, consideraban que era un final honorable” (carta No. 9, págs. 76-77).

Esta comunicación también aparece en el informe ‘Putumayo: la vorágine de las caucherías’, publicado en 2014 por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), en el que se exploran las raíces de los conflictos en la región en ese periodo de explotación y esclavización. Esta obra estatal se refiere al canibalismo como uno de los imaginarios construidos desde los Andes sobre la Amazonía y sus habitantes.

La publicación también incluye el relato original de Aquileo Tovar, un huitoto mestizo, sobre la historia de las caucherías. Este autor cuenta cómo, por ejemplo, uno de los primeros explotadores, Crisóstomo Hernández, se internó río abajo desde los alrededores de Florencia tras cometer un asesinato y fue hospedado con amabilidad por dos naciones huitotas que lo recibieron siendo un completo extraño para ellas:

“A sus miradas el gran cielo gris salpicado de millones de estrellas que consolaban su espíritu de civilizado en la selva en medio de caníbales que hasta el momento no había recibido daño” (p. 61).

Norma Buinaje resume esos tiempos así: “La época del caucho sembró mucho miedo. Fue muy doloroso”.

Una dieta más vegetal que cárnica

En ‘La conquista de la Huitocia’, su obra recogida en el informe del CNMH, Tovar también da cuenta de la alimentación de los pueblos huitotos. Explica, por ejemplo, que su base son los tubérculos como la yuca, con la que hacen casabe y envueltos; también ñame y yota. Además, menciona frutas como el cachipay (chontaduro), el caimarón (uva de árbol) y la piña. Como condimento, el ají reemplaza a la sal.

No hay ninguna mención a la carne humana como parte de la dieta habitual:

“De carnes todo animal cuadrúpedo; comen micos, aves, ranas, caimán (babilla). De peces todos los peces pequeños de escamas, de los géneros de los bagres de los ríos caudalosos. El bagre de buen tamaño no lo comen, dicen que es de descendencia humana, porque en sus creencias el hombre salió de las aguas” (p. 71).

De nuevo, aquí es importante resaltar que puede haber variaciones entre diferentes grupos de quienes se han conocido como huitotos. Así, Norma Buinaje asegura que el mico no hace parte de la gastronomía, por lo menos en su clan, aunque coincide en la importancia de tubérculos y frutas. Elio, por su parte, señala un caldo de hojas de yuca como su plato típico y otras preparaciones sobre todo con pescado.

 

Además, la líder Buinaje señala que, aunque se consumen algunas carnes, las de ciertos animales también están reservadas a las personas adultas mayores. Entre estas, menciona las de danta, res y cerdo.

El final incierto de Néstor Reyes

La versión sobre la muerte de Néstor Reyes como supuesta víctima de huitotos caníbales salió de las memorias de su hermano expresidente (págs. 174-176). Según su relato, el joven desapareció tras partir, impulsado por la búsqueda de caucho, en una expedición por territorio huitoto con seis hombres más, entre ellos cuatro bogas indígenas.

En noviembre de 1881, cuando el joven empresario ya había tardado más del mes en el que se había propuesto regresar, empezaron a buscarlo porque sus dos compañeros blancos llegaron con el aviso de que él se había ido a cazar una mañana y no había vuelto en tres días. Desde ese momento, el prejuicio manifiesto era el temor de “que los antropófagos huitotes lo hubieran aprisionado”.

Luego de una semana recorriendo la selva, Rafael y sus hombres se encontraron con los cuatro indígenas que partieron con Néstor. Uno de ellos les informó que había aparecido: “Solo hemos encontrado en una playa sus huesos y parte de sus vestidos; los huitotes se lo comieron”.

El futuro mandatario fue hasta el lugar del hallazgo para comprobarlo y darles sepultura a los restos, que tiempo después serían trasladados a Bogotá. Sin embargo, él mismo reconoce en las citadas memorias que nunca pudo averiguar más sobre esas supuestas circunstancias del fallecimiento: “No pudimos obtener otros informes en relación con nuestro hermano, sino los que nos dieron sus compañeros”. De ahí en adelante, especula sobre cómo se pudo perder y sobre el supuesto encuentro con los antropófagos.

Así, realmente es poco o nada lo que se sabe sobre la muerte de Néstor. Una biografía del exmandatario en el portal histórico de Presidencia de la República simplemente dice que “se perdió en las selvas del Amazonas”.

En ‘Rafael Reyes: Caudillo, aventurero y dictador’ (Intermedio, 2002), el historiador Eduardo Lemaitre tampoco se aventura a dar como definitiva la versión del canibalismo, sino que concluye esta parte del relato con la pregunta abierta sobre lo que @colombia_hist da como una certeza sin contexto:

“Días y semanas enteras pasa entonces Reyes en el corazón de la selva, buscando al hermano desaparecido. [...] Hasta que un día, en una playa solitaria se encuentran, junto con algunos huesos calcinados, ciertas prendas de vestir que incuestionablemente demostraban haber pertenecido al desgraciado Néstor Reyes. ¿Había sido devorado por los antropófagos?” (p. 90).

Y es que las memorias del expresidente, inevitablemente, están atravesadas por los mismos estigmas que caracterizaron a la propaganda cauchera ya descrita. Los empresarios se presentan como la parte civilizada contrapuesta a la idea del “salvajismo” con la que se relaciona a la población nativa.

Por ejemplo, Rafael relata un supuesto episodio en el que habría rescatado a una joven indígena que iba a ser comida por un grupo que lo estaba hospedando. Según él, la mujer lo agredió mientras él la cargaba para sacarla del lugar. Luego de contarlo, asegura: “Después, cuando ella pudo explicarme, me dijo que comprendía que yo la iba a salvar, pero que no pudo abstenerse de defenderse y tratar de herirme. Tanto puede la costumbre que en el salvaje es la agresión” (pág. 125).

La obra incluso habla de las consecuencias que estas mismas historias tenían sobre los expedicionarios que lo acompañaban en sus viajes. Muchas veces, estos se negaban a avanzar, incluso estando aún sobre los Andes (días después de salir de Pasto por los páramos hacia el oriente), por miedos basados en imaginarios como el del canibalismo. Este es el caso cuando cuenta:

“El temor popular era tan grande por esas selvas, que después de diez días de marcha mis compañeros o peones significaron que no seguían adelante, porque ya llegábamos a la región de las fieras, de los salvajes antropófagos y de los espíritus infernales de esas selvas. Gran trabajo me costó persuadirlos que mientras estuviéramos en las faldas de las cordilleras, en la parte montañosa, no encontraríamos ni fieras ni salvajes; que solamente estos existían en las partes planas a orillas de los ríos grandes…” (pág. 81).

En este contexto, no es de extrañar que la hipótesis de que Néstor Reyes había sido víctima de caníbales hubiera sido asumida como cierta y definitiva por su hermano. Sin embargo, resulta problemática la reproducción de esa misma versión de forma acrítica y sin contexto después de casi siglo y medio de la desaparición, pues desconoce todo ese trasfondo racista contra los indígenas.

Racismo y desinformación

La idea del canibalismo generalizado como una práctica asociada a las poblaciones indígenas del Amazonas, como los huitoto, que promueven publicaciones como las que hace @colombia_hist no solo es un rezago de la propaganda cauchera que sobrevive en pleno 2024. También se relaciona con el estigma de los pueblos originarios como “salvajes”, un sesgo racista que frecuentemente se refuerza con desinformación en redes sociales.

Colombiacheck lo ha documentado así en múltiples ocasiones. En mayo de 2023, una marcha indígena en Bogotá fue descalificada por sectores de derecha como un acto de “salvajes armados”. Sus prácticas culturales han sido presentadas incluso como supuestas muestras de satanismo. En 2022, un video los acusaba falsamente de no trabajar, vivir de los impuestos, solo sembrar coca y deforestar; una serie de mentiras que se han reciclado por años y han alimentado odios y agresiones sobre todo contra varias mingas en años recientes.