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Miércoles, 19 Octubre 2022

‘Escándalo’ por comercialización de vacuna Pfizer contra COVID sin estudio de contagio es desinformación

Por Sharon D' Mejía

Desde finales del 2020, diferentes protocolos y estudios de las fases del desarrollo de la vacuna de Pfizer contra el COVID-19 no incluían pruebas de contagio del virus. Es normal y sí se demostró seguridad y eficacia.

En redes sociales como Facebook, Instagram y Twitter (1, 2, 3) ha estado circulando un supuesto “escándalo” en donde la empresa farmacéutica Pfizer “reconoció” ante el Parlamento Europeo que su vacuna contra el COVID-19 nunca fue probada para frenar la transmisión del virus antes de salir al mercado. 

Sin embargo, esto es cuestionable, ya que desde 2020 se sabía que la compañía había evaluado factores como la efectividad y seguridad de la vacuna, pero no la detención de la transmisión del virus, que es un proceso complejo que necesita de muchas pruebas y tiempo. Por esta razón, se pone a prueba en la fase posterior a los ensayos clínicos.

El pasado 10 de octubre se llevó a cabo en el Parlamento Europeo un comité especial con motivo de la pandemia por COVID-19. Durante esta reunión (en el minuto 15:23:00), el miembro del Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos, Rob Roos, le preguntó a Janine Small, presidenta regional de Pfizer en los mercados internacionales, si su vacuna había sido probada para evitar la transmisión del virus antes de salir al mercado. 

En el minuto 15:31:50, la vocera de Pfizer respondió: “No, tuvimos que avanzar a la velocidad de la ciencia para poder comercializar, en ese sentido, tuvimos que hacerlo todo bajo riesgo”. 

Las declaraciones de Small causaron revuelo en redes sociales como Twitter, en donde algunos usuarios (1, 2, 3) tildaron a las vacunas contra el COVID-19 como una “estafa”, sumando entre sus reacciones cerca de 3.000 ‘me gusta’ y más de 1.600 ‘retuits’.

En 🇨🇴 por fin sale en medios  #pfizer La estafa de las vaKunas #covid19. Pero aún la gente sigue justificando su 💉 y atacando a quienes lo anticiparon. Ataquen a aquellos que los engañaron para inyectarse” (sic).

Salió a la luz de que la vacuna de Pfizer, no fue testeada para la transmisión del virus y aún así fue comercializada y muchas personas murieron de infartos por los efectos de la vacuna. Y que los medios occidentales y la Unión Europea guardan silencio” (sic).

Después de que Pfizer reconociera que la vakuna no fue testada para frenar la transmisión queda demostrado que el pasaporte covid fue una estafa monumental para forzar la vacunación masiva, robándole las libertades a los insumisos. Recuerda a todos los canallas que lo impusieron.” (sic).

Sobre estas afirmaciones de la representante de Pfizer, el parlamentario Rob Roos publicó un video en sus redes sociales (que suma más de 7.000 ‘me gusta’) en el que afirmó que “la premisa de vacunarse para el cuidado propio y el de los demás resulta ser una mentira”.

Estudios evaluaron seguridad y eficacia

La información de que Pfizer no hizo pruebas de transmisión del virus no es algo nuevo, pues desde 2020 diferentes estudios hechos por la farmacéutica no incluían esta medición, tal como se evidencia en este protocolo de un estudio de las fase I, II y III de la vacuna contra COVID-19, que fue publicado en noviembre de 2020.

Allí se tuvieron en cuenta factores como la seguridad, tolerabilidad, inmunogenicidad y eficacia de los diferentes candidatos a vacunas en personas sanas, pero no se consideró una disminución de la transmisión del virus como algo a evaluar.

De acuerdo con declaraciones al medio verificador aliado Newtral, Pfizer afirma que ese protocolo “no fue diseñado para evaluar la eficacia de la vacuna contra la transmisión del SARS-CoV-2, sino que fue diseñado y desarrollado para evaluar la eficacia de la vacuna para prevenir la enfermedad causada por el SARS-CoV-2, incluida la enfermedad grave”.

En los ensayos clínicos usados para aprobar la fórmula de Pfizer, que fueron publicados el 10 de diciembre del 2020 en The New England Journal of Medicine, tampoco se mencionó alguna posibilidad de reducir la transmisión de la enfermedad. 

Recordemos que cualquier tipo de vacuna, incluyendo las vacunas candidatas para prevenir el COVID-19, antes de ser comercializada, debe demostrar que cumple con unos requisitos básicos: que sea segura (es decir, que no cause efectos secundarios graves), que sea eficaz (que sirva para prevenir el desarrollo de la enfermedad, en los diferentes grupos poblacionales) y que se pueda distribuir a la población que la necesita, tal como se describe en este explicador.

Además, como lo contamos en otro explicador, el desarrollo de una vacuna para ser aprobada incluye una fase preclínica de estudios en animales y una etapa de estudios clínicos que, a su vez, abarca tres fases. Luego de que se analicen los resultados de las etapas previas y se logre la aprobación y autorización por los entes correspondientes, tanto en cada país como a nivel internacional, se inicia una fase IV en la que se distribuye, comercializa y se realiza un monitoreo continuo de la vacuna en la población general.

Teniendo esto en cuenta, los estudios públicos de Pfizer y sus resultados no fueron una limitación para que algunas agencias reguladoras, como la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA), dieran su aval a la farmacéutica, pues se consideró que “cumplió con los criterios legales para la emisión de una vacuna''.

La totalidad de los datos disponibles proporciona evidencia clara de que la vacuna Pfizer-BioNTech COVID-19 puede ser efectiva para prevenir COVID-19. Los datos también respaldan que los beneficios conocidos y potenciales superan los riesgos conocidos y potenciales, lo que respalda el uso de la vacuna en millones de personas mayores de 16 años, incluidas personas sanas. Al tomar esta determinación, la FDA puede asegurar al público y a la comunidad médica que ha realizado una evaluación exhaustiva de la información disponible sobre seguridad, eficacia y calidad de fabricación”, explica la FDA en su comunicado.

Evaluar la detención de la transmisión viral es complejo

Un artículo de la Revista Nature del 19 de febrero del 2021 sobre la efectividad de las vacunas para detener la transmisión de COVID-19 sostiene que “es complejo que se pueda confirmar ese efecto, ya que una caída en las infecciones en una región determinada podría explicarse por otros factores, como bloqueos y cambios de comportamiento. Además, el virus puede propagarse a partir de portadores asintomáticos, lo que dificulta la detección de esas infecciones”.

El artículo señala que es posible que las vacunas no detengan o disminuyan significativamente las posibilidades de infección, pero podrían hacer que las personas infectadas sean menos capaces de transmitir el virus, o hacerlas menos infecciosas, y así reducir la transmisión.

Al respecto, Marc Lipsitch, epidemiólogo de enfermedades infecciosas de la Escuela de Salud Pública TH Chan de Harvard en Boston, Massachusetts dijo a Nature que “Estos se encuentran entre los tipos de estudios más difíciles de realizar. Todos nosotros estamos ahí afuera, tratando ansiosamente de ver qué podemos obtener de los pequeños fragmentos de datos que surgen”.

El portal STAT, especializado en el análisis sobre temas de biotecnología y farmacia, publicó un artículo en agosto de 2020 en donde varias personas expertas en epidemiología, inmunología y virología plantearon diferentes escenarios para poder desarrollar inmunidad a la COVID-19, en donde la inmunidad esterilizante sería la mejor de las opciones. Esta evita por completo que un patógeno causante de enfermedades establezca una infección, es decir, que el sistema inmune ya está armado contra un enemigo y es capaz de defenderse antes de que la infección se arraigue.

Según explican los expertos en el artículo, las enfermedades que se consideran infecciones “únicas” inducen una respuesta inmunitaria tan robusta y duradera en un solo encuentro que las personas no pueden volver a infectarse, como sería en caso del virus del sarampión. No obstante, los virus que infectan a través de las membranas mucosas de la nariz y la garganta, como el SARS-2, normalmente no inducen una inmunidad esterilizante.

Marion Koopmans, jefa de virología en el Centro Médico Erasmus en Rotterdam, Países Bajos, y Stanley Perlman, investigador de coronavirus de la Universidad de Iowa, calificaron la esterilización inmunitaria como algo “poco probable” y algo que “está fuera de cualquier discusión, como con cualquier virus respiratorio”.

Por su parte, Malik Peiris, experto en coronavirus de la Universidad de Hong Kong y uno de los descubridores del SARS-CoV-1, también hace observaciones sobre este tipo de inmunidad y afirma que “si la infección natural no la desencadena, podemos pensar que la vacunación tampoco lo hará”. 

Peiris señala que, hasta ahora, en los ensayos con primates no humanos de la mayoría de las vacunas experimentales, se ha observado que éstas protegen los pulmones frente a la enfermedad grave, pero no impiden la replicación del virus en las vías aéreas altas. 

Si el modelo primate predice cómo se comportarán las vacunas en el humano, estos estudios sugerirían que todavía mucha gente podría infectarse y expeler suficiente cantidad de virus que podría infectar a terceros, pero sin hacerles enfermar de gravedad o provocarles la muerte. Por supuesto que lo que queremos todos es que la inmunidad proteja al individuo, tanto de la infección como de la transmisión, pero puede ser que no se llegue a conseguir proteger de la infección del tracto respiratorio superior y evitar la transmisión porque es más que un reto”.

Con esta información, Colombiacheck califica como ‘cuestionables’ las publicaciones en redes sociales que tildan de escandalosas las declaraciones de Pfizer de que no hicieron pruebas de detención de la transmisión del COVID-19, pues desde los estudios previos a la distribución de las vacunas, en 2020, la farmacéutica aclaró que estas pruebas no fueron incluidas en los criterios de evaluación. Lo que sí se demostró fue que eran seguras y eficaces para proteger sobre todo de las formas más graves de la enfermedad.

El estudio de la fase 3, de la vacuna de Pfizer concluyó que la vacuna reportaba una eficacia del 95%, a partir de los 28 días posteriores a la primera dosis. En los 170 casos evaluados, la eficacia fue constante en todos los datos demográficos de edad, género, raza y etnia. Y entre adultos mayores de 65 años, que a menudo tienen respuestas débiles a las vacunas, reportaron eficacia del 94%.